La cita previa y el teorema del punto fijo
Ya no podía más, A. se había levantado inquieto, intuyendo el final, tras una noche insomne que había comenzado demasiado pronto. El día anterior se lo había pasado buscando infructuosamente una cita previa administrativa usando el portal de internet del servicio que le interesaba. No hubo manera. Era ya el enésimo día que lo intentaba y no sabía qué hacer. Lo había intentado todo. Dos días antes, incluso, había llamado al número de atención al cliente de su compañía telefónica, de nombre impronunciable que evocaba un viaje galáctico, para solicitar un número alternativo al que dirigir su pesquisa. Se acordaba perfectamente, el 1001. Al otro extremo le respondió una voz metálica que le invitó a llamar a un 902. Tras