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¿Estudiar o trabajar?

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El pasado 28 de enero escuchábamos en Radio Nacional de España una noticia que causa preocupación, aunque no sea inesperada: el número de jóvenes que ni estudia ni trabaja ha aumentado durante el año 2020. Hoy ronda el millón de jóvenes con edades entre los 16 y 24 años, tras haber venido bajando desde el máximo que alcanzó en el primer trimestre de 2013, en el punto álgido de la crisis del empleo en general, con cerca de 1,7 millones.

Esta noticia nos preocupa y nos inquieta hasta el punto de provocar nuestra entrada de hoy en Una Buena Sociedad, en la que vamos a ofrecer una reflexión sobre el estudio y el trabajo según lo consideraba, agárrense al asiento, Adam Smith años antes de publicar La Riqueza de las Naciones.

Adam Smith fue profesor de lógica y de filosofía moral en la universidad de Glasgow a partir del curso 1751-52 hasta 1764. Recordemos que La Riqueza de las Naciones se publicó en 1776. Durante este periodo de su vida como profesor en la universidad de Glasgow, los rudimentos de su obra cumbre se fueron desarrollando y existe evidencia de que ya se encontraban en un manuscrito de notas de la clase de filosofía moral que enseñaba, elaboradas en 1755. De estas notas, nos interesan algunas observaciones de Adam Smith sobre el estudio y el trabajo. Y como han pasado unos 260 años desde que las elaborase y apareciesen sobre el papel, obra de uno de sus estudiantes que las publicó en 1763, nos interesan las similitudes y las diferencias con el estudio y el trabajo de hoy.

Con objeto de que nuestra comparación no se pierda en una declaración tan imprecisa como es “el estudio y el trabajo de hoy”, vamos a ser muy específicos con las observaciones de Adam Smith a que nos referimos. En 1904, el profesor de historia del pensamiento económico en la London School of Economics, Edwin Cannan, publicó una introducción a La Riqueza de las Naciones en la que se analiza la presencia de las ideas principales de La Riqueza de las Naciones en las notas de clase a que hemos aludido. En la introducción de E. Cannan encontramos el siguiente párrafo (las frases entrecomilladas y en cursiva son de A. Smith)Introducción de Edwin Cannan a Adam Smith, The Wealth of Nations, Modern Library, 1994, page xxxiii.:

Del espíritu comercial, sin embargo, se derivan algunas consecuencias inconvenientes. La perspectiva del ser humano es limitada y “cuando toda la atención de una persona se deposita en la decimoséptima parte de un alfiler o la octogésima de un botón”, tal persona se embrutece. Se ha ignorado la educación. En Escocia, el mozo de cuerda más humilde puede leer y escribir, pero en Birmingham, niños de seis o siete años pueden ganar un cuarto de chelín o medio chelín por día, de forma que sus padres los ponen a trabajar con menoscabo de su educación. Ser capaz de leer es bueno ya que “da a la gente el beneficio de la religión, lo cual es una gran ventaja, no solo en el sentido de la piedad sino también porque estimula el pensamiento y la reflexión”. Se produce también “una gran pérdida cuando se pone a los muy jóvenes a trabajar”, ya que se deshacen de la autoridad parental y se dan a la bebida y al alboroto. Como consecuencia, los trabajadores en los distritos comerciales de Inglaterra se encuentran en “una condición vil; se mantienen con el trabajo de media semana y, por falta de educación, no tienen otra diversión que el alboroto y la disipación durante la otra media. Podría decirse, con toda justicia, que quienes visten al mundo entero van envueltos en harapos”.

De este párrafo, que recomendamos leer más de una vez, queremos destacar tres observaciones: la referencia a la división del trabajo (que puede llegar a embrutecer), lo bueno del saber leer (que da acceso no solo a la religión, sino que además estimula el pensamiento y la reflexión) y la pérdida que supone el “poner a los muy jóvenes a trabajar”.

La división del trabajo

Adam Smith lanza, por así decirlo, la traca final de La Riqueza de las Naciones en el primer párrafo del primer capítulo del primer libro, en que nos asegura que las mayores ganancias de la productividad del trabajo se deben a su división en tareas simples y cumulativas; división del trabajo que ilustra a continuación con las dieciocho tareas en que la fabricación de alfileres consiste, en un ejemplo de lo que Smith considera una “manufactura muy insignificante”.

Todo esto es bien conocido porque es, sencillamente, genial y persuasivo. Lo que quizá no sea tan conocido es que Adam Smith parece advertirnos de que un trabajador especializado en el decimoséptimo eslabón de la cadena que produce un alfiler o una trabajadora concentrada en la octogésima fase de la producción de un botón, pueden acabar embrutecidos por, suponemos, la repetición y el aburrimiento. Tendremos más que decir sobre la repetición y el aburrimiento a continuación.

Lo bueno del saber leer

A mi admirado gemelo y a mí, nos gustaría disponer de una máquina del tiempo para poder viajar a la Inglaterra de 1776, año en que se publica La Riqueza de las Naciones, o al Madrid de 1775, año en que se funda la Real Sociedad Económica Matritense de los Amigos del País. Una máquina del tiempo, entiéndase, que además acondicionara el entendimiento de los viajeros para experimentar la forma en se vivía la religión, ya que nos gustaría viajar a estos destinos para palpar el sentido de la realidad que transmite Adam Smith cuando dice que saber leer “da a la gente el beneficio de la religión, lo cual es una gran ventaja, no solo en el sentido de la piedad sino también porque estimula el pensamiento y la reflexión”. Tanto la piedad como el pensamiento y la reflexión se derivan, según Smith, de la religión facilitada por la educación.

La secularización de la sociedad y la educación desde la Inglaterra de Adam Smith ha reducido el componente religioso de la educación, pero ha expandido los componentes de pensamiento y reflexión.

Las cadenas de producción inspiradas de una u otra forma en las posibilidades de la división del trabajo, desde las inventadas por Henry Ford hasta los centros de distribución de Amazon, han puesto de manifiesto muchas vertientes de la división del trabajo, entre ellas las enormes ganancias de productividad, la concomitante expansión de la tecnología y de la educación necesaria para desarrollarla y transmitirla, y el conflicto social que la distribución de ganancias de productividad puede llegar a producir cuando la cohesión social en un país o conjunto de países se deterioraSobre lo revolucionario de las líneas de montaje de Henry Ford, véanse: https://www.history.com/this-day-in-history/fords-assembly-line-starts-rollinghttps://corporate.ford.com/articles/history/moving-assembly-line.html#:~:text=Henry%20Ford%20famously%20remarked%20that%20the%20use%20of,later%20it%20became%20a%20simple%20moving%20chain%20mechanism. Sobre los efectos de la intensa presión en los centros de distribución de Amazon, por una parte, y la compensación salarial pero escasos beneficios agregados para las localidades en que se ubica, véanse: https://www.syracuse.com/business/2020/01/whats-it-like-to-work-at-an-amazon-distribution-center-pay-benefits-stress.htmlhttps://www.epi.org/publication/unfulfilled-promises-amazon-warehouses-do-not-generate-broad-based-employment-growth/. En este sentido la educación, al menos en sus aspectos técnicos, se viene desarrollando pari passu con la división del trabajo.

Lo interesante de esta conexión entre división del trabajo y educación (técnica) es que muchos de los trabajos que hoy son más especializados son también de los más interesantes, en sociedades tan avanzadas hoy como lo era la Inglaterra comercial de 1776. En este sentido, se ha encontrado una fórmula para resolver el conflicto entre la educación y el embrutecimiento que Adam Smith observó.

En sus aspectos no técnicos, que podríamos identificar con las humanidades y las artes, de las que también somos fervientes partidarios (aunque no lo somos de la arbitraria y perniciosa división entre “ciencias” y “letras” con que se castiga a los estudiantes), el desarrollo de la educación ha sido no menos espectacular, fruto de la propia división del trabajo y, sin duda, facilitado por la riqueza material que han experimentado las sociedades más desarrolladas.

Hoy hacemos una pregunta provocadora, ¿ha llegado división del trabajo tanto técnica como educativa, a extremos en que algunas de sus manifestaciones son improductivas y reducen el bienestar social? En posteriores entradas nos animaremos a elaborar este tema con más detalle.

La pérdida que supone el “poner a los muy jóvenes a trabajar”

Volviendo a la noticia con que damos comienzo a esta entrada, la situación del empleo juvenil en la sociedad española no es, ni mucho menos, tan abismal como lo era el trabajo infantil en la Inglaterra de la revolución industrial. Pero, juzgando por los baremos de una sociedad moderna del S. XXI, nos escandalizamos por las condiciones de desempleo en que los jóvenes menores de 25 años se encuentran, con una tasa de paro del 43,9% a finales de 2020, la más elevada de la OCDE, seguida por Italia, con un 32,1%https://www.elindependiente.com/economia/2020/10/12/el-paro-juvenil-en-espana-crece-al-439-y-encabeza-el-ranking-de-los-paises-desarrollados/.

Esta situación es insostenible para los jóvenes y para la sociedad en su conjunto, y es imperativo resolverla, pero no va al grano de la observación de Adam Smith en cuanto a la conveniencia de educar a los jóvenes antes que ponerlos a trabajar, con el consiguiente deterioro de la autoridad parental y el envilecimiento de las costumbres. Si nos remontáramos a la época dorada del ladrillo en España, antes de la crisis financiera e inmobiliaria de 2008-2013, en que muchos jóvenes abandonaban los estudios porque los salarios en el sector de la construcción eran relativamente altos y el trabajo abundante, quizás entonces podríamos ver cierta similitud con la observación de Adam Smith, exceptuando, claro está, que “la autoridad parental” no parece ser muy relevante hoy en día (¿porque ya no existe?) y que la disipación y la delincuencia seguramente no llegan a las proporciones que alcanzaron en la Inglaterra comercial de 1775, o de la victoriana que le siguió y durante la cual se elaboró el concepto de “criminal class” en referencia a los más desheredados, ilustrado en novelas como Oliver Twist de Charles Dickenshttps://sites.udel.edu/britlitwiki/social-life-in-victorian-england/.

En cualquier caso, Adam Smith, no andaba descaminado, en el sentido de que el abandono escolar debido al atractivo de un buen salario que acaba siendo ilusorio es pan para hoy y hambre para mañana. Y es, para nosotros, de sumo interés, el ver recogidas en un párrafo como el que hemos comentado hoy, observaciones de este gran economista y pensador que van mucho más allá de “la decimoséptima parte de un alfiler o la octogésima de un botón” y que siguen teniendo, en una sociedad muy diferente de la suya, clara relevancia económica y moral.

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