La revolución no es mala
idea de que el mundo avanza pautado por cambios revolucionarios que se dan de vez en cuando concentrados en el tiempo está bastante arraigada en el imaginario colectivo. Hannah Arendt definía la revolución como un “reinicio radicalmente nuevo del curso de la historia caracterizado por el deseo de alcanzar la libertad para la mayoría”. Retenemos la expresión inglesa de “la mayoría”: the many (los muchos, por contraposición a “los pocos”). Esta concepción es básicamente correcta, pero, a la vez, estrecha. Para muchos autores, se basa en el análisis de las revoluciones americana (las colonias inglesas) y francesa, dos acontecimientos vinculados al tiempo y la acción, es decir, los determinantes básicos (políticos y sociales) del cambio.