
La novela de un literato
Karl Ove Knausgård no es un hombre que oculte sus sentimientos. En La muerte del padre, el primero de los seis volúmenes de Mi lucha, cuenta cómo, a poco de ocurrir el deceso al que alude el título, «lloraba sin parar»; en Un hombre enamorado, el segundo, señala que «tenía los ojos llenos de lágrimas» cuando nació su hija. Las lágrimas son un torrente en La isla de la infancia, donde el pequeño Karl Ove llora «tanto que no [ve] nada» cuando lo reprenden por una travesura, y el narrador admite incluso que el llanto «era un gran problema». Se refiere a sí mismo a los ocho años, pero la fuente mana durante toda la niñez.