El temor y la sospecha frente al resurgir económico y militar de China están muy extendidos entre gobernantes, burócratas, expertos y ciudadanos en muchos pases occidentales, al tiempo que se admira la capacidad de su capitalismo de estado para dirigir inversiones masivas hacia sectores de futuro como las energías alternativas o la educación (incluida la capacidad de crear millones de jóvenes violinistas que tanto impresiona a los sinófilos en las izquierdas europeas). El vertiginoso crecimiento de la economía china tras el establecimiento de la primera zona económica especial en la ciudad de Shenzhen en 1980 y, especialmente, tras la masacre de Tiananmén en 1989, ha convertido hoy a China en la segunda economía del mundo en términos absolutos, con un PIB en 2019 de 14,3 billones de dólares USA, representando un 66,9% del PIB estadounidense de 21,4 billones de dólares (en 1990, el PIB chino fue de 360,9 millardos de dólares, un 6,1% del PIB estadounidense de 5,96 billones de dólares).