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Aranceles y otras malas ideas para enfrentarse a China

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El temor y la sospecha frente al resurgir económico y militar de China están muy extendidos entre gobernantes, burócratas, expertos y ciudadanos en muchos pases occidentales, al tiempo que se admira la capacidad de su capitalismo de estado para dirigir inversiones masivas hacia sectores de futuro como las energías alternativas o la educación (incluida la capacidad de crear millones de jóvenes violinistas que tanto impresiona a los sinófilos en las izquierdas europeas). El vertiginoso crecimiento de la economía china tras el establecimiento de la primera zona económica especial en la ciudad de Shenzhen en 1980 y, especialmente, tras la masacre de Tiananmén en 1989, ha convertido hoy a China en la segunda economía del mundo en términos absolutos, con un PIB en 2019 de 14,3 billones de dólares USA, representando un 66,9% del PIB estadounidense de 21,4 billones de dólares (en 1990, el PIB chino fue de 360,9 millardos de dólares, un 6,1% del PIB estadounidense de 5,96 billones de dólares)Datos del Banco Mundial para 2019. En términos per cápita, China, con 10.262 dólares por habitante, está muy alejado de los 65.281 en Estados Unidos. En Japón y España, el PIB per cápita en 2019 fue 40.247 y 29.618 dólares, respectivamente. Cuando se considera la capacidad adquisitiva de cada país, una medida que se denomina purchasing power parity (PPP), el PIB de China en 2018 fue de 21,4 billones de dólares y el de los Estados Unidos fue de 20,5 billones. https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD.. La tercera economía del mundo es la japonesa, con un PIB de 5,1 billones de dólares en 2019, muy por debajo de la china. El PIB español en 2019 fue de 1,4 billones de dólares USAhttps://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD..

La preeminencia económica de China es la principal razón de las pasiones que desata entre gobiernos y observadores. Ciertamente, hay muchas otras razones secundarias, pero todas se derivan de la potencia económica que hoy es China y es por lo tanto importante para nuestra reflexión de este miércoles destacar el hecho de que China ha adquirido su preeminencia económica en estrecho contacto comercial con las economías más avanzadas en Europa y Norteamérica, un contacto que incluye tanto cooperación como conflicto, especialmente en las áreas de transferencia tecnológica (tanto forzada por las autoridades chinas, a cambio de acceso al mercado interior, como pirateada). Se añaden al conflicto económico complicaciones de otro tipo, algunas de las cuales se deben a las décadas de la “guerra fría” entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, a los designios expansionistas de China en su periferia o, ciertamente, a la equivocada política exterior estadounidense tras el colapso de la Unión Soviética y la consiguiente elevación de los USA a “potencia hegemónica”. Siempre en relación con el argumento económico que queremos presentar en esta entrega, dedicaremos unas palabras finales a esa política exterior, centrándonos a continuación en la guerra comercial que la Administración Trump ha declarado a China.

El tiro por la culata

Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, el conflicto con China se ha materializado en una guerra comercial que tiene por foco la imposición de aranceles a los productos chinos importados por los Estados Unidos. La Unión Europea, Canadá y México han sido también sometidos a aranceles por parte de los Estados Unidos, aunque por razones diferentes que no vamos a considerar hoyhttps://en.wikipedia.org/wiki/Trump_tariffs.

El concepto es sencillo. Un arancel es un impuesto a los bienes y servicios que un país importa, recaudado por el gobierno de dicho país, generalmente como un porcentaje del valor de las importaciones

Las consecuencias económicas de los aranceles son también sencillas de entender. Si bien protegen inicialmente a determinadas industrias domésticas de la competencia exterior, acaban perjudicando a todos los consumidores al incrementar los precios que estos pagan, distorsionan la eficiencia en la asignación de recursos productivos e invitan a la toma de represalias por parte de los países afectados, quienes imponen aranceles compensatorios a su vez. Cuando no se pone freno a la guerra comercial que se puede llegar a desencadenar, los aranceles pueden causar enorme dañoTras la segunda guerra mundial, dos instituciones supranacionales han venido coordinando los esfuerzos para reducir los aranceles entre naciones y fomentar la expansión del comercio internacional. Desde 1947 hasta 1994 el Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles (GATT, por sus siglas en inglés), consistió en una serie de reuniones y reglas. A partir de 1995, la Organización Mundial de Comercio (WTO) sustituyó al GATT, con una estructura más formal y con un mecanismo legal para resolver disputas entre sus miembros. En general, los países más desarrollados tienen hoy una escala de aranceles considerablemente menor que la de países menos desarrollados, al entenderse que un sistema de aranceles ordenado puede beneficiar a países cuyas economías pueden beneficiarse de una inicial protección. https://www.wto.org/english/thewto_e/whatis_e/tif_e/fact1_e.htm..

El acuerdo existente entre la gran mayoría de economistas sobre la perversidad de los aranceles, basado en abundante evidencia empírica, es uno de los más sólidos en una profesión en la que diversidad de opiniones es la norma. Dicho acuerdo se extiende a lo largo del tiempo y a lo ancho de la profesión. Adam Smith en el siglo XVIII, David Ricardo en el XIX y Paul Samuelson en el XX son tres prominentes ejemplos de la profundidad temporal del argumento en contra de los aranceles. La unanimidad de la profesión en torno a sus efectos indeseables es, hoy en día, más fuerte que nunca. En un reciente foro en la universidad de Chicago, el 100% de los participantes, entre quienes se encontraban varios Premios Nobel de economía y un abundante número de prominentes economistas, se mostraron en contrahttp://www.igmchicago.org/surveys/import-duties/..

A pesar de tan firme acuerdo sobre los perniciosos efectos de los aranceles, el presidente Trump, tanto por iniciativa propia como por la recomendación de alguno de sus asesores, cree que imponerlos a los productos que importan los Estados Unidos es un potente y eficaz instrumento para aumentar la producción y el empleo domésticos, para castigar a aquellos países que en su opinión “violan a América y se aprovechan de ella” y para “hacer a América grande de nuevo”. Sin duda, tal creencia es fruto de la conflictiva carrera (por usar una descripción suave) como hombre de negocios que durante décadas Donald Trump desarrolló en el despiadado sector de la construcción en diferentes barrios de la ciudad de nueva York. Sin duda, también, tal creencia está impulsada por la necesidad de cumplir una de sus imposibles promesas electorales, la de traer de vuelta a los Estados Unidos la manufactura que lleva décadas abandonándolos, una promesa cuyo incumplimiento anunciado podría costarle muchos votos este noviembre.

Cualesquiera que sean las razones, la guerra comercial con China que la Administración Trump viene manteniendo desde 2018, está causando efectos perniciosos, sobre todo en los Estados Unidos. Estimaciones disponibles indican que de llevarse a cabo la implantación de los aranceles sugerida por el presidente Trump, la renta del ciudadano americano medio podría verse reducida en unos 1.000 dólareshttps://www.nbcnews.com/business/economy/trade-tariffs-what-president-trump-says-versus-what-economists-know-n1046346.. Al comienzo de la guerra comercial entre China y los Estados unidos, los aranceles medios sobre las importaciones del otro país eran del 8,0% en China y del 3,1% en los EE. UU.; en febrero de 2020, se habían situado en el 20,3% y el 19,3%, respectivamentehttps://www.piie.com/research/piie-charts/us-china-trade-war-tariffs-date-chart.. La aparición de la pandemia del Covid-19 ha supuesto un alto el fuego en esta guerra comercial, pero dados los negativos efectos económicos que ha traído consigo, no cabe esperar una resolución pronta.

La tendencia del presidente Trump, aparentemente forjada en sus décadas de constructor y propietario de bloques de alquiler, es la de amenazar al contrario para luego, pero solo en caso de ser estrictamente necesario, ceder terreno. Esta tendencia promete causar continuos problemas a la industria americana y a las relaciones internacionales. A finales de agosto de 2019, el presidente Trump amenazó con declarar una emergencia nacional y prohibir a las empresas americanas el comerciar con Chinahttps://www.nbcnews.com/business/economy/trade-tariffs-what-president-trump-says-versus-what-economists-know-n1046346.. Las reacciones de espanto y alarma no se hicieron esperar y la amenaza se quedó en agua de borrajas; Pero lo cierto es que, a fecha de mayo 2020, los Estados Unidos han impuesto aranceles sobre 550 mil millones de dólares de importaciones de China, mientras que China los ha impuesto sobre 185 mil millones de dólares de importaciones de los Estados Unidoshttps://www.china-briefing.com/news/the-us-china-trade-war-a-timeline/.

El innecesario riesgo de querer ser la única potencia mundial

La inconsistencia caprichosa e incompetente de la guerra comercial que la Administración Trump ha desatado contra China, es potencialmente peligrosa dado que ambos son los dos países más poderosos del mundo y dado que ambos parecen estar empeñados en perseguir una política exterior de confrontaciónEsta sección es un resumen de varios artículos recientes sobre la insostenible y perjudicial política exterior de los Estados Unidos. Véanse: Stephen Wertheim, Is It Too Late to Stop a New Cold War With China? The New York Times, June 8, 2019. Stephen M. Walt, Everyone Misunderstands the Reason for the U.S.-China Cold War, Foreign Policy, June 30, 2020. Stephen Wertheim, The Price of Primacy, Why America Shouldn’t Dominate the World, Foreign Affairs, March/April 2020..

La preeminencia económica de China y el éxito, hasta hoy, de su modelo de capitalismo de estado le permiten aspirar a un papel dominante en su región y, posiblemente, en el mundo, con la única sombra, al menos mientras la Unión Europea no resuelva sus propios problemas y aspiraciones, de los Estados Unidos. Indudablemente, China está en ascensión.

A su vez, administraciones tanto Demócratas como Republicanas en los Estados Unidos han proseguido una senda de superpotencia única tras el colapso de la Unión Soviética, sin reparar en el coste de guerras sin fin y con el tibio mensaje de extender la democracia de forma universal, incluso con desastrosas intervenciones militares. La paradoja de Trump, que en el fondo está siguiendo el mismo curso que sus predecesores, es que parece perseguir el dominio universal por medio del aislacionismo. Indudablemente, también, esta es una estrategia que no tiene visos de ser sostenible.

Los autores en que basamos estas consideraciones, Stephen Wertheim y Stephen Walt, ambos en ramas diferentes de la familia del realismo en relaciones internacionales, proporcionan excelentes argumentos sobre los riesgos que entraña la ascensión de China (a la que lógicamente no va a renunciar) y la insostenibilidad e hipocresía de la estrategia de la hegemonía universal norteamericana. Entre otras cosas nos recuerdan que los verdaderos problemas que necesitan la atención de los países más poderosos del mundo son evitar el desastre climático, reducir la pobreza y desigualdad y, sobre todo hoy, controlar la presente y futuras pandemias. Estas soluciones, más que una potencial guerra fría o una muy real guerra comercial, necesitan la cooperación estratégica en la movilización de los recursos económicos de que los países más importantes (incluida la Unión Europea) disponen.

Y es que, además, la ascensión de China podría no ser ni tan espectacular como en el pasado, ni tan prolongada como se cree, una posibilidad que refuerza el argumento de la cooperación y hace innecesario el riesgo de querer ser la potencia hegemónica mundialhttps://www.foreignaffairs.com/articles/china/2018-09-21/stop-obsessing-about-china. Pero de esto hablaremos otro día.

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