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El ciento por uno

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Comencemos con una pregunta incómoda: ¿Cuánto costaría doblar la renta de cada habitante del África subsahariana?

Esta pregunta es incómoda porque no se puede contestar sin dejar expuesta la propia conciencia. La respuesta se hace todavía más complicada cuando al «cuánto» se le añade el «cómo» y el «por qué». Pero creemos que si se eligen las palabras apropiadas y, sobre todo, las acciones derivadas de ellas, aumentaría la calidad material y humana de las sociedades, tanto de las que dan como de las que reciben.

Proporcionemos el contexto necesario. El producto interior bruto (PIB) combinado de los países del África subsahariana en 2018 fue de $1,7 billones (millones de millones en dólares USA), con unos 1.078 millones de almasDatos de PIB por país: https://data.worldbank.org/indicator/NY.GDP.MKTP.CD?end=2018&start=1960. Datos de población por país: https://data.worldbank.org/indicator/SP.POP.TOTL. El PIB está medido en dólares USA corrientes, no ajustados por un índice de precios.. El PIB per cápita era, por lo tanto, de $1.586, menos del doble de los $873 que se alcanzaron en 2004. Es decir, a los habitantes del África subsahariana les costó más de catorce años doblar su renta per cápita.

En el mismo año de 2018, el PIB combinado de los Estados Unidos y de la Unión Europea fue de $39,3 billones y su PIB per cápita de $50.826. En consecuencia, un habitante medio en los Estados Unidos o Europa era 32 veces más próspero que uno del África subsahariana.

Con base en estas cifras concluimos que en 2018 el PIB del África subsahariana era el 4,3% del PIB combinado de los Estados Unidos y de la Unión EuropeaEn términos per cápita, este porcentaje era un 3,1% para el año 2018.. Incluyendo a Australia, Canadá y el Japón, el porcentaje del PIB del África subsahariana bajaría al 3,6%.

Hemos obtenido la primera respuesta: doblar la renta de cada habitante del África subsahariana costaría un 4% del PIB de los países más desarrollados del mundo. Repitámoslo: un 4%. Para doblar los ingresos de algo más de mil millones de almas.

Lo incómodo de nuestra pregunta es que, tras esta consideración numérica, basada en cifras bien conocidas pero quizá menos conectadas de lo que se acaba de ver, se esconde un drama humano feroz y persistente. Un drama humano que el mundo desarrollado parece incapaz de resolver salvo muy marginalmente y para el que, sin embargo, no ha dejado de ofrecer un buen número de soluciones locales que, representando lo mejor de una buena sociedad, son claramente insuficientes. Esta insuficiencia tiene muchas causas, algunas de ellas embarazosas para los países ricos y otras bastante justificadas. De aquí las complicaciones. Vayamos por partes.

La ayuda oficial al desarrollo (ODA, en inglés) que hoy proporcionan los 30 países (incluida la UE como entidad supranacional) agrupados en el Comité de Asistencia al Desarrollo (DAC, en inglés) de la OECD, supuso en 2019 un 0,3% del PIB total del grupoLos países en el DAC y sus respectivas contribuciones en dólares y porcentuales pueden verse en https://public.tableau.com/views/ODA-GNI_15868746590080/ODA2019?%3Adisplay_count=y&publish=yes&%3Aorigin=viz_share_link%3F&%3AshowVizHome=no#1.. Este porcentaje es menos de la mitad del 0,7% que los países donantes se comprometieron a alcanzar hace cincuenta años; un compromiso tantas veces renovado como incumplidoPara de la cifra del 0,7%, véase: http://www.oecd.org/dac/stats/the07odagnitarget-ahistory.htm.. Tan solo cinco países del DAC lograron alcanzar el 0,7% en 2019: el Reino Unido (0,7%), Dinamarca (0,71%), Suecia (0,99%), Noruega (1,02%) y Luxemburgo (1,05%). La asistencia oficial total del DAC en 2019 fue de $180 mil millones.

El 4% del PIB de los Estados Unidos y de la Unión Europea, que supondría doblar la renta per cápita de los habitantes del África subsahariana, no es una meta oficial; es un baremo que se nos antoja significativo y posible y al que denominaremos la «solución 4%». Incluso si lo dejáramos en la mitad, un 2%, combinando y catalizando los recursos y energías productivas de que África dispone, podría acortar dramáticamente el tiempo necesario para doblar y hasta triplicar su renta per cápita.

¿Cómo comparar un 0,3% con un 4,0% o un 2,0%? ¿Qué parte de la diferencia se debe a falta de solidaridad de los países ricos? ¿Cuál se debe a la incapacidad del África subsahariana para absorber cantidades masivas de ayuda al desarrollo? ¿Y cuál es la parte de esa diferencia que no se materializa por la sospecha, reiteradamente confirmada también, de que una buena parte de dicha ayuda no llegaría a las manos de quienes mejor podrían aprovecharla por culpa de la corrupción en los eslabones finales de la cadena?

La solidaridad de los países ricos no tiene por qué ser altruista en el sentido estricto de la palabra: un sacrificio desinteresado en bien del prójimo. Por poner un ejemplo canónico, el Plan Marshall que reconstruyó a Europa tras la segunda guerra mundial y que fue en su mayoría ayuda directa, fue solidario en un sentido mucho más amplio que el de ayudar al prójimo, ya que creó un círculo virtuoso de actividad económica y bonhomía internacional que benefició a Europa, a los Estados Unidos y al mundo entero. Esta solidaridad «egoísta», o altruismo ilustrado, es una razón más que poderosa para ir mucho más allá de ese vergonzoso 0,3% al que se aludía antes.

África está envuelta en un proceso de cambio en el que algunos países, afortunadamente, se irán haciendo más ricos y democráticos mientras que otros, por desgracia, seguirán siendo pobres y autoritariosVéase el detallado informe especial The African Century en el semanario The Economist de fecha de 28 de marzo 2020.. Fuertes tendencias demográficas, migratorias y económicas, impulsadas desde dentro del continente y alimentadas por el intercambio con el mundo desarrollado, están produciendo cambios sociales, económicos y políticos deseados, en su mayor parte, por cientos de millones de africanos. El altruismo ilustrado del que hablamos debería añadir más «leña al fuego» vivificador de la apertura, por encima de ese 0,3%, dado su poder catalizador del cambio. Incluso si no llega al 4%.

¿Y la parte de la ayuda potencial que no se materializa por la sospecha (y palmaria realidad) de magno latrocinio? Aquí es donde los países ricos del mundo pueden contribuir de forma, si cabe, más eficaz y duradera que con un porcentaje. Los siguientes ejemplos dan una idea de cómo el altruismo ilustrado de los países ricos puede hacerse (ya lleva tiempo haciéndose) inteligentemente.

Ni Ruanda ni Burundi son democráticos pero su contraste ilustra el poder de la buena gobernanza. En la clasificación elaborada por la fundación prodemocracia Mo Ibrahim, que incluye factores como el imperio de la ley, la infraestructura y la higiene pública, Ruanda figura en el puesto 8 y Burundi en el 43, entre 54 países africanosPara este caso y los tres que le siguen, véase Perchance to dream en el informe especial The African centuryThe Economist, 28 de marzo 2020..

Al poco de hacerse independientes en los primeros 60, Kenia apostó por el libre mercado mientras que Tanzania nacionalizó grandes empresas y colectivizó empresas agrícolas. Hoy, Kenia es más rico que Tanzania, poniendo de manifiesto que las políticas económicas tienen consecuencias.

En 1980 Zimbabue era el doble de rico que Botsuana. Hoy, este lo es siete veces más que aquel y por las mismas razones, aunque con consecuencias mucho más dramáticas que en el caso de Kenia y Tanzania.

La república de Mauricio es el segundo país más rico de África en renta per cápita mientras su vecino Madagascar, agraciado con enormes recursos naturales, es uno de los pocos países en África más empobrecido hoy que hace 50 años. Mientras que aquel atrajo inversión extranjera en torno a zonas especiales de exportación (además de fortalecer el imperio de la ley, realizar elecciones pacíficas y reducir la corrupción), este la ahuyentó, nacionalizó empresas petroleras y se apropió de tierras pertenecientes a grandes empresas agrícolas.

Estos ejemplos muestran cómo la interacción entre África y el mundo desarrollado puede, en el ámbito privado, producir resultados beneficiosos, pero son también una guía para que la ayuda internacional (tanto oficial como filantrópica privada) busque dónde, y cómo, ser más productiva, sobre todo si se piensa en una solución 4%. O incluso una solución 2%.

Y aunque sea a vuelapluma, y sin perjuicio de un tratamiento más extenso en posteriores entradas, es preciso también destacar que, si empresas y gobiernos del mundo desarrollado dejaran de perseguir intereses bastardos en muchos de esos países del África subsahariana, con las indeseables consecuencias de ignorar o incluso facilitar la corrupción de sus clases gobernantes, quizás acabaría por ser redundante la ayuda al desarrollo.

Es urgente llenar el vacío que existe entre el 0,3% de su PIB que los miembros del DAC ofrecen hoy en forma de ayuda oficial al desarrollo y una solución 4%, de forma que las aportaciones locales propias de Una Buena Sociedad se generalicen por todo el África subsahariana. Es, además y por si fuera necesario recordar las virtudes del altruismo ilustrado, un vacío que, de prolongarse demasiado, nos hará tambalear a todos. Porque, en el fondo, no es el uno por ciento, sino el ciento por uno.

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Ficha técnica

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