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Riqueza, una odisea en el tiempo

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No hace falta remontarse al Paleolítico para hablar de la riqueza, pero lo vamos a hacer, ¿no, hermano?

Hasta hace aproximadamente 9.000 añosAdoptamos aquí la cronología citada en https://www.beyondveg.com/nicholson-w/angel-1984/angel-1984-1a.shtml según la cual, en 7000 AC ya se había establecido de manera generalizada la era neolítica tras un periodo (9000 a 7000 AC) de transición «mesolítica» entre el paleolítico tardío y el neolítico temprano., cuando la domesticación de plantas y animales se generaliza en el Creciente FértilTerritorio histórico en el que se localiza la «cuna de la civilización» neolítica. Es el arco geográfico que ocupan los actuales territorios del Valle del Nilo en Egipto, Palestina, Israel, Jordania, Líbano, Siria, Iraq y partes de Turquía e Irán, la humanidad vivía en asentamientos, generalmente nómadas, en grupos reducidos a «familias» de unos 25 miembros agrupadas en tribus de unas 20 familias, en las que había escasos excedentes y una muy primaria acumulación de riqueza (útiles de piedra, pieles y enseres básicos). La organización social de estos grupos humanos servía fundamentalmente a la consecución de los recursos en una economía de cazadores-recolectores y también se practicaba una división del trabajo, generalmente basada en el género. Naturalmente, existían jerarquías (naturales) e «instituciones de control social», para lo que valga esta expresión en aquel entonces. Pero los conflictos eran de pequeña escala y circunscritos a la competencia por los recursos.

Con la «revolución neolítica», se produjeron cambios espectaculares en los anteriores sistemas de vida individual y social. Pero también un sorprendente resultado, al parecer asociado a la dieta, aunque no solamente. La comparación de los rasgos deducibles del registro fósil existente (siempre sometido a revisión, pero «masivo» ya en el sentido que se expresa a continuación) de una y otra era, indica que la esperanza de vida de las poblaciones neolíticas (Europa y Asia) disminuyó tras la domesticación de plantas y animales y el asentamiento en poblados establesVer nota a pie nº 1..

Este descenso de la esperanza de vida tendría algo que ver con el paso «repentino» (unos pocos miles de años no son nada en la escala temporal evolutiva) a una dieta más pobre y una actividad más «sedentaria», tras millones de años de progresiva adaptación a la dieta más calórica y estacional que el Homo sapiens hereda de los primeros homínidosNuestros lectores irán descubriendo en estas entradas nuestra pasión por la Teoría de la Evolución y, naturalmente, sus modernas interpretaciones en las distintas ciencias. Puede encontrase un excelente resumen divulgativo de las grandes fronteras de la evolución humana en su estado actual en «HUMANS. Why we’re unlike any other species on the planet», Scientific American, September 2018 (https://www.scientificamerican.com/magazine/sa/2018/09-01/).. Únanse a esto los siguientes factores: (i) asentamientos poblacionales más grandes, (ii) aparición de excedentes agrícolas y ganaderos, (iii) mayor facilidad de transmisión de infecciones por virus y bacterias por contagio en grupos humanos más grandes y concentrados, (iv) escalada de conflictos por el control de los excedentes y (v) escalada de conflictos por el control social.

En realidad, parece bien establecido que tanto como el cambio de dieta, si no más, los factores anteriormente citados contribuyeron decisivamente a esta sorprendente caída de la esperanza de vidaRecomendamos vivamente la lectura de la popular «Guns, Germs and Steel» de Jared Diamond (https://en.wikipedia.org/wiki/Guns,_Germs,_and_Steel).. Pues bien, hasta bien consolidada la gran revolución industrial (mediados del S. XIX), no se empezó a experimentar un aumento discernible de la esperanza de vida, hasta entonces estancada apenas algo por encima de lo que se «observaba» antes de la revolución neolítica.

A lo largo de todos estos milenios, la sociedad ha basado en la acumulación de riqueza, por cualquier medio y no sin graves conflictos, buena parte de su devenir. Y no solo en la competencia por los recursos. La acumulación de riqueza ha determinado, en lo material, un desarrollo vertiginoso para una especie, el Homo sapiens, que sin embargo, evolutivamente hablando, se encuentra en su infanciaPara un análisis más detallado de esta evolución puede consultarse (histograma de la página 137): https://institutosantalucia.es/wp-content/uploads/2019/12/Pensiones-del-Futuro-Capi%CC%81tulo-06.pdf.

La riqueza es pues otra antiquísima institución humana (hace una semana escribíamos en este mismo blog sobre la deuda), aunque no lo fuera todavía en el paleolítico tardío. El indudable aumento de la productividad que se dedujo del aumento de la escala de todas las actividades productivas y relacionales (comerciales, personales, sociales) en mayores asentamientos, facilitó la acumulación de excedentes, siquiera primitiva, y también una gran vuelta de tuerca de la división del trabajo y la creciente segmentación y jerarquización de la sociedad, con la emergencia de la dirigencia política y otras instituciones. Todos estos procesos se han descrito una y otra vez, con mayor precisión y mejor base arqueológica en cada ocasión, por paleontólogos, arqueólogos, antropólogos, historiadores y hasta economistas. Y los buenos relatos siguen captando el imaginario colectivo, como demuestra el enorme éxito de autores de gran éxito popular como Jared Diamond (Armas, Gérmenes y Acero) o Yuval Noah Harari (Sapiens). Nos fascina nuestra propia historia, aunque a veces no la podamos soportar.

Respecto a la riqueza, al igual que la deuda y muchas otras instituciones humanas, debe mencionarse, antes de entrar en materia, que ennoblece tanto como degrada. Y no es la riqueza en sí (ni la deuda en sí), sino cómo ésta se adquiere y, también, cómo se usa.

Una precisión es necesaria ahora. Hay muchísima gente, incluidos ministros de hacienda y la práctica totalidad de los periodistas, que confunden renta con riqueza. La primera es un flujo más o menos regular y la segunda es un fondo más o menos estable. La riqueza es el resultado de ir acumulando la renta que no nos gastamos. ¿Presupone, lo anterior, que toda la riqueza se ha constituido siempre así? Pues sí, así ha sido. Otra cosa es que venga alguien y nos quite (hay varios métodos para lograrlo) la riqueza que hemos acumulado; o que dejemos que parte de nuestra riqueza se degrade y desaparezca. Por su parte, la renta es el flujo de recursos corrientes que cada ejercicio productivo rinde a los sujetos industriosos de una sociedad y que, en una «distribución primaria» de la misma, consiste básicamente en salarios y beneficios. Curiosamente, para generar renta siempre se usa (desde hace milenios) algún tipo de riqueza y trabajo, además de talento y otros bienes y servicios intermedios que se producen a su vez con… (adivínenlo). También se confunde a menudo renta con dinero, pero eso es ya de primero de carrera.

Así, la riqueza, insistimos, independientemente de cómo se obtenga o se use, es un fondo de renta no gastada. Imagínese que solo existiese un bien producido que sirviese para todo: una pastilla verde. Y que ese bien se produjese utilizando… pastillas verdes. La renta sería el número de pastillas verdes producidas cada año y la riqueza serían todas las pastillas verdes, producidas desde tiempos inmemoriales, nunca consumidas desde entonces (las pastillas verdes no se secan nunca). Cuantas más pastillas verdes acumulásemos (en vez de comérnoslas) más pastillas verdes podríamos producir. Incluso podríamos utilizar algunas de esas pastillas verdes para lograr encontrar la manera de producir más pastillas verdes con menos pastillas verdes. Increíble, ¿no? Aquí lo dejamos, para no volverles locos. Pero no se olviden, en lo que sigue, de la tontería esta de las pastillas verdes que les acabamos de endosar, por favor.

La acumulación de riqueza y su uso productivo ha pautado el desarrollo material de la humanidad, como se decía antes, no sin conflicto. Pero, en ausencia de otros desarrollos, no la habría hecho más productiva… o más longeva. La aceleración del progreso que se produjo a finales del siglo XIX, empezando por el de la esperanza de vida, tuvo que ver con la generalización de las medidas de higiene, la lucha por los derechos humanos, la explosión demográfica y, ya a mitad del siglo XX, la extensión del Estado del Bienestar. Todo ello a pesar de que el siglo pasado fue uno de los más destructivos de la historia de la humanidad.

Los ricos son quienes poseen riqueza (pastillas verdes) y no conviene maldecirlos a todos solo por ello. Estaríamos cometiendo muchas injusticias porque, les aseguramos (aunque no porque seamos ricos, que no lo somos) que la mayor parte de los ricos no han robado lo que poseen ni tampoco usan su riqueza caprichosa, negligente o malévolamente. Es más, hay algunos ricos que habiendo adquirido su riqueza noblemente, disponen de ella más noblemente todavía (habrán oído hablar de Bill & Melinda García, ¿no?)Nos referimos, obviamente, al matrimonio Gates. ¿No se han preguntado nunca si existen filántropos equivalentes en España? Vean esto: http://www.empresaglobal.es/EGAFI/descargas/1144826/1633772/bill-y-melinda-garcia.pdf. Y prepárense para una próxima entrada sobre la filantropía..

Se dan algunas paradojas interesantes alrededor de la riqueza. Por ejemplo, hay personas «ricas» de renta y «pobres» de riqueza (tienen ingresos —pastillas verdes—, pero carecen de riqueza —pastillas verdes—… ¡madre mía!) y al revés. Seguro que nuestros lectores conocen a más de una en su círculo personal, o en su ciudad. Hay muchas ciudades en cuyos barrios ricos viven personas (mayores, por más señas) en pisos propios de más de un millón de euros y apenas cuentan con unos cientos de euros al mes.

Hay también quienes proponen que se redistribuya la riqueza, además (o en lugar) de la renta. Para muchos las dos opciones pueden significar lo mismo (total, dicho con cierta ironía, se trata de redistribuir las pastillas verdes -variante riqueza- en vez de redistribuir las pastillas verdes —variante renta—), pero son opciones de política económica muy, muy diferentes. Imagínense que se redistribuyen los medios de producción porque se piensa que redistribuir la renta no está resultando eficaz para acabar con la desigualdad. Más o menos, cada cual sabe cómo gastarse la renta que le llega y hay quienes lo hacen tan bien que consiguen gastar cantidades más que respetables de renta en muy poco tiempo. Otra cosa es que todos sepan gestionar la riqueza para que siga produciendo flujos de renta. O ¿creen que si todo el mundo supiese gestionar los fondos de riqueza para generar flujos de renta tendríamos la enorme pobreza que tenemos?

Pero no queremos aquí hablar ahora de la importantísima cuestión de la redistribución (prometemos alguna entrada prontoMientras tanto pueden ir calentando motores con esta referencia (https://www.jaherce.com/la-redistribucion-de-la-renta-no-es-la-panacea) en la que, a partir de la cadena (causal y circular) “talento-conocimiento-renta-riqueza” se abordan los méritos y deméritos de redistribuir cada uno de los eslabones que la componen. Se muestra cómo cada opción redistributiva tiene consecuencias abismalmente diferentes.), sino seguir analizando algunas derivadas más de la riqueza. Por ejemplo, lo relativo a la adquisición y uso de la riqueza.

La riqueza adquirida por medios fraudulentos o violentos es innoble. Como lo es la que se adquiere abusando de una posición monopolista en el mercado. O la que fluye en el río, desgraciadamente caudaloso, del sufrimiento y la explotación de trabajadores desposeídos de un salario digno. Como innoble es quien dilapida irresponsablemente su riqueza solo porque es suya (vid infra) y no digamos si, además, la dilapida o la usa (aunque no la dilapide) para derrotar a quien carece de recursos para defenderse en una lucha desigual (en el mercado, en el hogar o en la calle).

Finalmente, queremos referirnos a la riqueza como una institución valiosa, propia de Una Buena Sociedad. Ese valor, desde el punto de vista de la sociedad, no radica en lo que ya se ha dicho mucho antes sobre el papel productivo de la riqueza, es decir su capacidad para, expresada esta riqueza en forma de equipos, instalaciones, intangibles como el software o la propiedad intelectual, semillas (sí semillas), bosques, ganado o medios de transporte, generar un flujo de bienes y servicios necesarios para la subsistencia, y más allá, de los miembros de la sociedad.

La riqueza como institución es la expresión del progreso de una sociedad, aunque haremos muy bien en revisar qué entendemos por progreso. En tiempos se aludía al «progreso moral» de los individuos, de forma que ser rico era la señal de un buen destino ultra terrenal. Afortunadamente esto ya no es así o, al menos, ya casi nadie se lo cree. Pero la acumulación de riqueza, adquirida por medios nobles y noblemente utilizada, debería verse como algo positivo y hay muchos casos en que esto no es así. Dígannos, ¿a alguien le cabría duda de que la riqueza que recompensa el esfuerzo es algo bueno para el interés general?

Claro que cabrían muchas otras dudas. Por ejemplo, sobre la vía de la herencia. ¿Es justo que la institución (otra vieja institución social) de la herencia permita a algunos individuos hacerse ricos sin esforzarse? O el hecho de que, a personas que no son ricas, el esfuerzo les cunde menos que a las que lo son, incluso hasta el punto de impedirles llegar a serlo. No son aspectos que puedan despacharse sin más. Ahí quedan enunciados, para ulteriores desarrollos. Pero no se le escapará a la perspicaz lectora (el gran Forges decía que ellas leen mucho más que ellos, así que vaya por ellas) que no son asuntos sencillos.

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