Santos Alonso
Una novela interesante aunque no demasiado bien planteada es un ejercicio perfecto para la lectura y el análisis
Como en títulos anteriores, Luis Landero vuelve en su cuarta novela a entablar un diálogo entre la realidad y la imaginación, a establecer un juego entre la memoria y el papel mitificador de la cultura, y a crear personajes soñadores en busca de su lugar en el mundo. Con todo, en El guitarrista se perciben de inmediato algunas diferencias notables en el tono narrativo y el punto de vista, pues la memoria es tan explícita y contundente como el yo del escritor, presente a lo largo del relato, y la voz del personaje parece certificar que lo que está contando no pertenece al universo de la ficción verosímil, sino al de la verdad de la experiencia. Poco importa, en principio,
Joven aún, camino de la madurez (nació en 1971), y con varios libros publicados, entre ellos ocho novelas, Menéndez Salmón no es ya una firme promesa de nuestra narrativa, sino uno de los novelistas españoles más sólidos de nuestro tiempo. Sus firmes credenciales son los mundos que recrea para intentar comprender el mundo, su amplísima cultura que fundamenta los cimientos de todo lo que escribe, su innovadora forma de concebir y entender la literatura que, partiendo de la tradición, busca caminos distintos a los del mercado editorial y, sobre todo, su espléndida escritura que en todo momento logra el ritmo adecuado del lenguaje en la armonía de las palabras. En su obra, y también en esta última, y quizá su
La normalidad democrática y la sociedad del bienestar de los últimos años han sustituido dos de las tendencias literarias dominantes del período anterior (la de praxis, de acción en la historia y compromiso con el mundo, y la fantástica, que incrustaba lo extraordinario en la vida cotidiana) por una literatura realista de consumo, a menudo costumbrista, que antes se rechazaba por causas ideológicas y hoy se acepta como necesaria en la cultura del ciudadano. La última novela de Javier Reverte, escritor curtido en muchos viajes literarios y en otras tantas aventuras narrativas, que ha obtenido un reconocido premio y con él la garantía de su difusión, pretende ser una muestra de literatura comprometida en la que lo marginal pretende funcionar
La confluencia del amor y la muerte, que encuentra en la guerra, o las guerras, su telón de fondo más sombrío, ha sido un lazo constante entre las novelas de Justo Sotelo. Sotelo se propone un análisis del pasado y del presente, no para ofrecer reportajes históricos que fomenten el consuelo colectivo ante las adversidades pasadas o relatos costumbristas que describan lo pintoresco de la actualidad, como suele hacer cierta narrativa de los últimos años, sino para aportar una posible explicación o interpretación del proceso histórico, del tiempo que fue y del tiempo que es, tampoco sustancialmente discrepantes. En definitiva, el novelista no se acerca a la realidad para contemplarla con connivencia y complicidad, sino para enfrentarse a ella y
Con La vida antes de marzo se estrena como novelista Gutiérrez Aragón, uno de los directores más reconocidos del cine español. Esta circunstancia, que en principio no ha de ser determinante para la forma del lenguaje literario, tan diferente por otra parte al cinematográfico, se manifiesta en esta novela a través de las influencias de algunas técnicas del cine que contribuyen a la caracterización de su estructura, de su punto de vista narrativo y en recursos como el contrapunto, el flash-back o la sucesión de planos que derivan de la alternancia de los narradores. La obra arranca con un narrador cinematográfico en tercera persona cuya única misión es presentar, al modo de una cámara, a los dos protagonistas para que
Desde que en 1993, a la edad de sesenta y cinco años, publicó su primera y valorada novela El cuarzo rojo de Salamanca, Luciano G. Egido ha confirmado su obra narrativa con un libro de cuentos y otras cuatro novelas que han sido merecedoras, entre otros, del Premio de la Crítica en 1995 y del Premio de la Crítica de Castilla y León en 2003. Justos galardones si se tienen en cuenta su dominio de las técnicas narrativas, su lenguaje y su estilo literario, que en todo momento han destacado los críticos. Y aunque se ha adscrito a la tendencia realista (tradicional en gran parte) que ha predominado en la narrativa española de los últimos años, siempre ha colocado en
Habrá que agradecerle a Eduardo Mendoza, una vez más, la publicación de un nuevo libro, porque vuelve, de modo excelente, a convocar a todos los lectores a congraciarse con la literatura y a separar mediante el gusto estético el grano de la paja, o lo que es igual, las formas artísticas de las que no lo son, en un momento en que el mercado se encarga por doquier de suplantar aquéllas por las imposturas de éstas o, peor aún, de igualar a todas con el rasero de la mediocridad. Habrá que agradecerle, asimismo, la invitación a dar un paso más allá de la simple lectura pasiva que persigue el entretenimiento y adentrarse en una interpretación crítica que busca la implicación
El Premio Alfaguara otorgado en 2007 a Luis Leante por su novela Mira si yo te querré ha animado a la editorial a reeditar en los dos últimos años las obras anteriores del escritor. El propósito no resultará estéril, pues ofrece a los lectores de la obra premiada que lo deseen la oportunidad de conocer sus orígenes literarios y su evolución narrativa. Como un aprendiz que se fija aquí y allá en las formas y manualidades de los maestros hasta conseguir la categoría de artesano, Leante ha ido asimilando desde sus inicios los referentes de unos modelos muy reconocibles, tanto en el tratamiento de la realidad imaginaria como en los recursos técnicos utilizados, que le han llevado a dibujar un
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