
Palabras, palabras, palabras
Todos los años se publican cinco o seis libros atractivos de divulgación lingüística acerca de las peculiaridades del español, y no es de sorprender que la editorial Vox, conocida por sus diccionarios, se haya sumado a ese nicho con su propia colección, en la que ahora se inscribe Lo que el español esconde. Como ha dicho José Antonio Millán, la proliferación de esta clase de libros «habla de una cierta orfandad» en el público, que quizá no ha recibido suficiente instrucción en la escuela o la universidad y necesita apuntalarla con guías que le recuerden por qué ostentoso no es ostentóreo, o cuestiones similares. A ello se añade, sin duda, la predilección actual por los datos sueltos. Cuando casi nadie tiene tiempo para estudiar en profundidad, digamos, la caída del sistema de casos del latín, cualquiera puede informarse en dos minutos de que los sustantivos del español se derivaron del acusativo latino y no del nominativo, como ocurrió en italiano, por lo que nosotros decimos «hombre» (transformación de hominem) y ellos «uomo» (de homo). He ahí un dato. Por sí solo no constituye un saber, pero no viene mal saberlo.