
Camba
Allá por el otoño de 1978 –¡se acaban de cumplir la friolera de cuarenta y cuatro años!- acababa yo de terminar la carrera y no era más que un recién licenciado con muchas expectativas y pocas realidades concretas que se había puesto con toda la ingenuidad y ambición del momento a hacer la tesis de licenciatura, la llamada tesina, sobre un tema ciertamente espinoso, que despertaba recelos y suspicacias en una España aún preconstitucional: el terrorismo anarquista