Por Saigón con Darwin a cuestas (I)
«¿Cómo se te ocurre andar en moto por Saigón con este tráfico enloquecido? Si estás pensando en suicidarte, hay otros métodos más eficaces y menos dolorosos». Sabias reflexiones de amigos que pasan por aquí, pero yo sigo en mis trece. Tal vez piensen que es otro vano intento de seguir bebiendo de la turbia Fuente de Juvencia, o que me dejo arrastrar por el fútil deseo de que los años pasen en balde. Se equivocan. Si sigo dándole a la moto, como otros tantos millones de habitantes de Saigón, es por algo bastante menos portentoso y más darwiniano: por las ventajas de la adaptación al medio.
Hay una razón elemental para que uno de cada tres vietnamitas utilice la moto como medio de trasporte. Una del montón, de ésas que se venden a millones, por ejemplo una Honda Super Dream 100cc como la mía, comprada nueva, cuesta unos setecientos cincuenta euros, alrededor del sueldo de tres meses de un profesor de enseñanza media, y dura muchos años. Llenar el tanque (3,7 litros) vale menos de tres euros y con eso se hacen algo más de doscientos kilómetros.