Si a uno le gustan las novelas de Jonathan Franzen, tiene que ser paciente. En un cuarto de siglo, el autor ha publicado sólo cuatro, y nueve años separan las dos que han hecho verdadera mella en la literatura contemporánea: Las correcciones (2001) y Libertad (2010). La lentitud o, si se prefiere, la parsimonia forma parte de su figura de escritor serio, exhaustivo y panorámico; pero sería un error homologar a Franzen con, digamos, Thomas Pynchon, o algún otro sumo sacerdote literario que emerge una vez por década, con un tomo monumental bajo el brazo. Desde sus comienzos, Franzen ha combinado la ficción con el reportaje y los ensayos narrativos, que aparecen con bastante frecuencia en revistas como Harper’s y The New Yorker; y, tras el éxito masivo de Las correcciones, ha venido recopilándolos en libros de memorias (Zona fría, 2006) y misceláneas periodísticas: Cómo estar solo (2002) y, ahora, Más afuera.