Atraviesa el cine una era de plomo, así que uno hace lo que puede. Recorre la cartelera con el índice, cavila un rato, y termina apuntándose a una película que le suena de algo, o que le suena a que debería sonarle de algo, o… Bueno, el caso es que acabé sentado frente a El capital, de Costa-Gavras. A Costa-Gavras le interesa la política, y sus alrededores, y se pronuncia sobre asuntos que están en el aire, como se dice en la radio. Yo recordaba, más o menos, La confesión, en que los malos son los comunistas satelizados por la Unión Soviética. Aquí, los malos son los ricachones que desencadenaron la crisis financiera de 2008. El capital se sitúa, por tanto, en la estela de Inside Job (un documental) o Margin Call (ficción). Ambos productos estaban muy conseguidos, fuera o no su diagnóstico acertado. El capital no lo está, cuestiones ideológicas aparte. Probablemente, Costa-Gavras conoció de primera mano el debate sobre el comienzo del fin del comunismo. Presumo que, a finales de los sesenta, se hablaba de esas cosas en París, cuya clase intelectual estaba saliendo del largo invierno (mental) del estalinismo.