¿Sobrevivirá la democracia?
El asunto de los desahucios ha revelado un malestar social que no dejará de crecer mientras persevere el paro y vayan en aumento los que están a la quinta pregunta, o a la séptima o la novena, y no sigo con los numerales por no aburrirles. Esto cae de por sí, o, como se decía antes, son habas contadas. Pero existe un segundo aspecto, un poco más secreto, y muy importante también. Muchas de las especies que se han oído con motivo de los desahucios revelan importantes diferencias sobre lo que significa la democracia. A esta vacilación objetiva se puede contestar de dos maneras: o afirmando que muchos andan legos en materia democrática, o reconociendo que la propia idea de democracia está afectada de una indeterminación objetiva. La tesis que voy a defender aquí es, más bien, la segunda: es más sencillo proclamarse demócrata que comprender con precisión a qué se ha apuntado uno después de haber hecho esa proclamación. La dificultad no estriba en que los ciudadanos de a pie, por falta de conocimiento o de luces, no hayan conseguido apresar bien el concepto.