El estilo Obama
La configuración constitucional de los Estados Unidos se presta de manera casi obligada a la confrontación entre el legislativo y el ejecutivo, sobre todo cuando sus detentadores no pertenecen al mismo partido. El caudal de emociones vividas en los últimos días del año 2012 con motivo de lo que se vino en llamar, con cierta razón, el «fiscal Cliff», el «precipicio fiscal», ha sido una nueva manifestación de ello, ciertamente no la primera y, desde luego, tampoco la última: de aquí a dos meses como muy tarde volveremos a vivir el suspense derivado de la fijación del techo del endeudamiento federal y la enésima discusión sobre la limitación del gasto, aplazada esta in extremis el último día del año pasado cuando los protagonistas del juego se dieron cuenta de que sólo cabía la adopción de una limitada subida de impuestos a los más pudientes del país para evitar que los recortes impositivos adoptados hace diez años por la administración Bush caducaran y con ello pudiera producirse un significativo aumento tributario para toda la población. Pero si no es nuevo el drama, sí lo es –relativamente– la manera en que el presidente Obama lo encara, vive y soluciona.