Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

El sueño de Xi Jinping

Los Ocho Inmortales son dioses menores del taoísmo hechos suyos por la religiosidad popular china; cada uno de ellos (He Xian Gu era la única mujer) volcaba sus dones particulares sobre los humanos. De Zhongli Quan, no en balde el líder del grupo, se dice que convirtió las piedras en monedas de oro y plata para permitir a la humanidad librarse de la pobreza y las hambrunas. El Partido Comunista también cuenta con sus Ocho Inmortales, aunque la pertenencia al grupo es cuestión en disputa. Por ejemplo, al padre de Xi Jinping, el actual presidente, unos lo incluyen entre ellos y otros no. Haya o no consenso sobre sus integrantes, todos eran revolucionarios de la primera hora que colaboraron con Mao en la creación de la nueva China.

Xi Jinping pertenece, pues, a una de las mejores familias del tout Pékin comunista. Nació en 1953 de la pareja formada por Qi Xin, su madre, y Xi Zhongxun, su padre , el tercero de una familia de cuatro hijos y el mayor de los varones. Zhongxun, que ya había conocido la furia de las luchas internas del Partido Comunista en su juventud (en 1935 estuvo en un tris de ser ejecutado en una de ellas), fue purgado por derechista en 1962; degradado, vilipendiado y humillado durante la Revolución Cultural.

Leer más »

Disonancia cognitiva

Posiblemente Xi Jinping sea, desde Mao Zedong, el dirigente comunista chino más tentado por la ambición. Esto significa dos cosas. La primera, que tiene grandes planes: por eso es ambicioso. La ambición –querer algo con vehemencia– no es, de suyo, una pasión insana. Que llegue a serlo depende de sus fines y, sobre todo, de los medios con que se despliega. La segunda –y este es el problema–, que los planes de Xi y su grupo dirigente se resumen en devolver a China el papel central que desempeñó durante siglos en el Este de Asia y del que, en la versión nacionalista que los comunistas comparten con sus antiguos enemigos del Kuomintang, fue desposeída por los tratados desiguales impuestos por las potencias coloniales. Ese siglo de humillaciones, insisten, se ha ido para nunca más tornar, cosa cierta de la que a continuación deducen que ha sonado la hora global de China.

Leer más »

El Imperio del Centro

El nombre del país al que llamamos China sólo cuajó a mediados del siglo XIX. Parece provenir de la denominación persa para el Estado de Qin, de donde brotó la dinastía epónima (221-206 a. C.). Aunque esa dinastía contó sólo con un emperador –Qin Shi Huan–, a él se atribuye la fundación del Estado chino, cuyas estructuras políticas perduraron con otras hasta el final de la manchú o Qing en 1911. El término farsi lo convirtieron en China los portugueses en el siglo XVI cuando empezaron sus correrías por la zona. Antes y después también solía llamarse Catay a esa comunidad política. Curiosamente, esta palabra deriva del nombre Khitan (Qìd?n en pinyin). Los khitan eran un pueblo nómada que merodeaba por el norte de la actual China entre los siglos X y XII, es decir, que no eran chinos: antes al contrario, enemigos suyos feroces. Pero, vaya usted con melindres a los viajeros europeos de la época. Catay le decía Marco Polo a China, y Catay se quedó durante siglos.

Leer más »

Los dos sistemas

Es fama que Deng Xiaoping, el verdadero fundador de la Nueva China, era un político archipragmático. Una virtud básica de los políticos pragmáticos es la búsqueda de soluciones perentorias para todo tipo de problemas, sin detenerse demasiado en averiguar si funcionarán más allá del corto plazo. Pero, como nada dura eternamente, a menudo conviene no dejarse paralizar por los principios y salir de un paso embarazoso como mejor se pueda. Ya habrá tiempo de imaginar nuevas soluciones cuando las circunstancias cambien y se haga necesario modificar la decisión inicial, sólo coyunturalmente satisfactoria. Entre tanto, se va tirando. Con la célebre expresión de Bert Lance, el director de presupuestos del presidente Carter, «If it ain’t broke, don’t fix it» («Si no se ha roto, no lo arregle»).

A Deng le acuciaba en los años ochenta aventurar una fórmula estratégica para llegar a la unificación de China que, al tiempo, hiciese felices a todas las partes a las que pugnaba por integrar en el país o, al menos, no causase mayor desazón entre ellas. Y no era fácil.

Leer más »

Todavía hay clases

A principios de enero de 2017, el Diario del Pueblo, el órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista Chino, destacaba en su edición inglesa la noticia de que la población de altos ingresos en el país había llegado a los setenta y dos millones de personas. Era otro de esos factoides con los que a menudo nos regalan los medios de comunicación y no iba acompañado de información que permitiese ponerlo en contexto. El tono de la noticia era aséptico, limitado a datos procedentes de fuentes no claramente establecidas: inicialmente el periódico la refería a Sina Corporation, una plataforma de Internet que emula localmente a Twitter, pero más tarde la ligaba a un impreciso libro azul de la Academia China de Ciencias Sociales.

La información aportaba algunas particularidades de esa «clase social emergente», como la llamaba el diario. Cuarenta y ocho millones eran personal directivo o técnico «de empresas privadas o de capital extranjero»; catorce pertenecían a «organizaciones intermedias o sociales»; once eran trabajadores por cuenta propia y otros diez trabajaban en «nuevos medios». 

Leer más »

Si la demografía es el destino…

En julio de 2016, la población de la República Popular china rozaba los mil cuatrocientos millones de personas, lo que la convertía en la sociedad más numerosa del planeta. En demografía, como en tantas otras cosas, China estaba en su apogeo. Como en otras tantas cosas, haber alcanzado esa cima también resultaba una estadística efímera, cuando no engañosa. A partir de 2030 la curva demográfica comenzará a venirse hacia abajo y se colocará en 1,3 millardos en 2050. Las previsiones demográficas que se extienden más allá de los próximos treinta años son, en general, poco fiables, pero, en cualquier caso, Naciones Unidas estima que en 2100 el país contará con novecientos cuarenta millones de habitantes, es decir, habrá perdido unos cuatrocientos cincuenta millones, diez veces la población actual de España. Otras predicciones, mucho peores, hablan de una caída cercana a los ochocientos.

Leer más »

Xi Jinping, montero mayor

A Mancur Olson, un economista estadounidense a quien un merecido reconocimiento sólo le ha llegado después de muerto, le interesaban especialmente algunos aspectos centrales de su disciplina: la escasez, la acumulación y los marcos institucionales  que permiten superar la primera y aumentar la segunda. Son asuntos de primer orden –diríase filosóficos si esa voz no levantase urticaria entre el gremio– y ayudan a comprender las razones que han llevado a Xi Jinping y sus seguidores a convertir la lucha contra la corrupción en la condición necesaria del proyecto político al que etiquetan como el sueño chino.

Leer más »

Los capitalistas rojos

La expresión china xintiandi puede traducirse como «nuevo paraíso». De hecho, ése es el sentido que se le da en las escuelas de la República Popular para explicar a los jóvenes estudiantes el cometido del Partido Comunista Chino: forjar xintiandi, un mundo mejor, un nuevo paraíso, vaya. Gracias a su asociación positiva con el Partido, la expresión ha pasado con éxito al mundo del marketing y de ahí ha dado su nombre a zonas residenciales, a tiendas de ropa y decoración, a cines y teatros, a hoteles y restaurantes; a lo que se tercie. Sólo una tropa de mala entraña puede resistirse a la llamada del paraíso.

Leer más »

En la encrucijada

Los nueve primeros meses de 2016 han transcurrido sin que en la economía china se haya reproducido el desconcierto que caracterizó al año anterior. Sin embargo, la relativa calma no ha apaciguado los recelos de los analistas. Si en 2013 una mayoría confió en las proclamas reformistas del nuevo equipo dirigente, tres años más tarde la incertidumbre campea entre el gremio. Hace pocas semanas, Foreign Policy, una prestigiosa revista estadounidense especializada en cuestiones internacionales, se lamentaba de la creciente división de opiniones. Aunque casi todos los observadores mantienen el mismo diagnóstico –la economía china necesita reequilibrarse para asegurar un crecimiento estable–, su confianza en la capacidad del Gobierno para acometer esa tarea se ha erosionado con rapidez y ha generado conclusiones irreconciliables.

Leer más »

Más difícil todavía…

Todos los espectadores de televisión han visto alguna vez el número de los platillos giratorios. Consiste en situar un plato sobre una varilla flexible a la que se hace girar sobre su eje, lo que, a su vez, impulsa al plato a dar vueltas sobre sí. Según la habilidad del artista, al primer plato le siguen otros, que pueden llegar hasta doce o quince, girando todos a la vez. Por supuesto, a medida que van entrando en acción nuevos platos, la inercia de los primeros se reduce y obliga al malabarista a volver atrás para cimbrear de nuevo sus varillas y evitar caídas. Después de un rato de saltar cada vez más frenéticamente aquí y allá para que todos los platos se mantengan en equilibrio dinámico, el público rompe a aplaudir y el acróbata, suficientemente probada su pericia, va recogiéndolos uno a uno, saluda y se retira.

Leer más »

Una resaca keynesiana

Los grandes medios globales, siempre ansiosos de novedades, saludaron como un acontecimiento histórico, otro más de la monótona ristra que celebran cada año, la designación del nuevo equipo directivo del Partido Comunista Chino en su Décimo Octavo Congreso Nacional (8-14 de noviembre de 2012). El flamante Comité Permanente del Politburó, encabezado por Xi Jinping, el nuevo secretario general del Partido, presidente de la República Popular y presidente del Comité Militar Central, es decir, comandante en jefe de los ejércitos, fue saludado como el protagonista de una etapa decisiva para los cambios políticos y económicos que esos mismos medios consideraban no ya deseables sino por completo imprescindibles. Así pues, cifraron grandes esperanzas en los nuevos siete miembros del órgano supremo de dirección con el mismo entusiasmo con que habían girado una letra de cambio al presidente Obama cuatro años antes. 

Leer más »

Nunca pasa nada

La etapa gubernamental de Hu Jintao (presidente de la República y secretario del Partido Comunista Chino) y Wen Jiabao (primer ministro) entre 2003 y 2012 representa para muchos chinos de hoy el punto más apacible de la era de las reformas. El sistema político parecía haber entrado en una etapa de institucionalización creciente; los congresos del Partido venían celebrándose regularmente cada cinco años; del gobierno personal se había pasado a la responsabilidad colectiva; los dirigentes eran designados por un plazo máximo de diez años; una mayoría de chinos y chinas aceptaba, si no con entusiasmo, sí con sosiego el pacto pos-Tiananmén 1989; Hu se olvidaba de la lucha de clases como motor de la historia y prefería hablar de la sociedad armónica, un concepto enormemente vago pero llamado a desplazar a Marx por Confucio; China parecía estar transitando hacia lo que Aviezer Tucker ha llamado la etapa tardía de los regímenes totalitarios y ejercía aún una represión extensiva pero de baja intensidad.

Leer más »

Últimas publicaciones

Reseñas