La vida de Jorge Semprún Maura (Madrid, 1923-París, 2011) se presta a muy variadas interpretaciones. Como todas, pero tal vez la suya especialmente, por los muchos años vividos, por su personalidad polifacética y por sus múltiples peripecias vitales y políticas, desde su internamiento en el campo de concentración de Buchenwald en 1943, siendo casi un adolescente, hasta su incorporación al gobierno de Felipe González como ministro de Cultura cumplidos ya los sesenta y cinco años. En su reciente biografía del personaje, Soledad Fox Maura, pariente lejana de Semprún, lo califica de «genio camaleónico». Es una buena manera, al estilo cubista, de compendiar todas sus facetas en un solo rostro más o menos reconocible y de plantear al mismo tiempo el gran reto de una biografía como ésta, basada en ese cúmulo de autobiografías que el protagonista fue dejando a lo largo de su vida, no sólo en las obras que explícitamente lo son –las dos autobiografías de Federico Sánchez, su nombre de guerra en la clandestinidad–, sino en todos aquellos textos, entrevistas y conversaciones en los que volvió sobre el tema recurrente de su pasado, que es como decir de su propio personaje.