Félix Romeo Página 2
No cabe duda de que la vida de un lector puede ser novelesca: lector es Alonso Quijano y lectora es la Marquesa de Merteuil, de Las amistades peligrosas, y lectora es Madame Bovary y lectores han sido, incluso, varios detectives: Sherlock Holmes, el detective preposmoderno Pepe Carvalho y el comisario Montalbano, paladín de la ética. A Alberto Manguel le gustaría crear una biblioteca en la que se reunieran todos los libros reales leídos por personajes imaginarios. Y, también, una biblioteca de libros nunca escritos, como Sobre la diferenciación entre las cenizas de distintos tabacos , publicado en la ficción por Sherlock Holmes. Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) se maneja a la perfección en las intersecciones entre lo real y lo
Este libro, aunque quizá no fuera ese el principal propósito de Ángel Esteban (Zaragoza, 1963) y de Stéphanie Panichelli (Bruselas, 1978), relata los esfuerzos que durante años ha hecho Gabriel García Márquez para acercarse a Fidel Castro, y para tratar de convertirse en su «amigo». Cuenta cómo Gabriel García Márquez participó como testigo satisfecho en un juicio revolucionario (que se saldó con una ejecución); cómo Gabriel García Márquez trabajó para la agencia de noticias gubernamental cubana Prensa Latina, de la que acabó saliendo abruptamente; cómo se lavó las manos en el tristemente célebre caso Padilla (secundado por Julio Cortázar); cómo cerró los ojos ante los campos de reeducación, ante los intelectuales presos, ante la miseria, ante los exiliados, ante el
A los veinte años, J. M. Coetzee (Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 1940) ha tomado ya grandes decisiones: renunciar a su familia, a su lengua y a su país. Así lo cuenta en Juventud (2002), el segundo libro de sus memorias, narrado en tercera persona: «Sudáfrica fue un mal comienzo, una desventaja. Una familia rural anodina, una mala educación, el idioma afrikaans: ha escapado, más o menos, de cada una de esas desventajas». A los veinte años, cuando J. M. Coetzee vive exiliado en Londres, trabajando para IBM y construyendo su propia tradición literaria con Ezra Pound, T. S. Eliot y D. H. Lawrence, su madre le envía desde Sudáfrica largas cartas que él nunca contesta. Sus renuncias esenciales de los
Si en vez de un «auto sacramental» Jorge Semprún hubiera querido escribir un «esperpento», Veinte años y un día se parecería a una de las entregas de «Nacional», la serie de largometrajes de Luis García Berlanga: los herederos de una familia terrateniente llevan celebrando, cada 18 de julio, desde hace ya veinte años, una fiesta para recordar el momento en que fue asesinado José María Avendaño, su esposo, hermano o padre, a manos, supuestamente, de los campesinos que se sublevaban para colectivizar la hacienda durante la Guerra Civil. Pero Jorge Semprún (Madrid, 1923), escritor realista, se propuso hacer una ficción de aire faulkneriano, inducido por Juan Benet como se descubre a lo largo de la trama. Y bastante tiene de
En Caro diario (1994), Nanni Moretti, director y protagonista del film, un fascinante diario documental, visita, montado en su motocicleta, la playa donde Pier Paolo Pasolini (1922-1975) fue asesinado. Hay en esa exploración del lugar del crimen, aún no esclarecido, el deseo de recomponer la historia verdadera, y el deseo de atrapar algo de Pier Paolo Pasolini, un intelectual complejo, católico, homosexual, y además el deseo de incorporarse a una tradición moderna desde Italia, y también, de forma más velada, un deseo religioso, de trascendencia. Esos deseos de Nanni Moretti (1953) en Caro diario se encuentran en Regresar a donde no estuvimos, el segundo volumen de las «Memorias de ficción» de César Antonio Molina (La Coruña, 1954), tras Vivir sin
Se fue su mujer con sus dos hijos, y antes se había ido el perro. El narrador de Dios se ha ido es un hombre abandonado, descompuesto después de la desaparición de su familia. El narrador de Dios se ha ido es bibliotecario y es un apasionado del ajedrez, plantea su vida como si fuera una partida de escaques: apertura, juego medio, final; estrategia, concentración, asedio, muerte. El ajedrez fue la gota que colmó el vaso de su matrimonio: el narrador de Dios se ha ido antepuso una estancia con un gran maestro a los deseos de su mujer de que no fuera a esa estancia con un gran maestro. El narrador de Dios se ha ido es un completo
Viajes con mi tía es un libro en que Graham Greene relata las peripecias por Europa de un ejecutivo, empleado en un banco británico, junto a su excéntrica tía. Lo publicó en 1969: entonces Luisa Castro tenía tres años, y ya era dos años más pequeña que su hermana mayor –mucho más alta, más guapa y más lista– y ya era hija de un marinero que pasaba largas temporadas en la mar y de una mujer que estaba enormemente preocupada por el futuro de su vivienda, de sus hijas, de su dinero. No es de esa primera infancia de la que habla Luisa Castro en Viajes con mi padre, sino de su adolescencia, cuando la literatura pasó de ser su
Menchu Gutiérrez (Madrid, 1957) intenta en sus ficciones que la escritura se desligue de las referencias habituales de la ficción (la trama, el contexto, la secuencia temporal o los personajes), pero eso no quiere decir que sus ficciones no guardan estrechas relaciones con las ficciones de otros narradores. Leyendo Latente es fácil pensar en Edmond Jabès y su escritura fragmentada, discontinua, su búsqueda de libertad expresiva y sus lazos con las grandes tradiciones religiosas, místicas y gnósticas (quizá sea interesante apuntar que Menchu Gutiérrez tradujo para Siruela La religión gnóstica: el mensaje de dios extraño y loscomienzos del cristianismo, de Hans Jonas, y para Ediciones del Oriente y del Mediterráneo Savitri: un episodio del Mahabhárata). Y también es fácil recordar
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