
La emoción física de la lengua
Tensada en sintaxis elástica y repentinamente sobrecogida en palabra aislada, la lengua de Pascal Quignard ejerce fascinación sobre su lector. No hace falta salir de la obra del autor para explicar tal efecto: fascinus –precisa en El sexo y el espanto– quiere decir en latín lo que en griego se denominaba ??????, y el fascinado es aquél que no puede separar su vista de ese vigoroso objeto. Que la lectura sea una escena cargada por una tensión semejante es precisamente el centro de estos Pequeños tratados, donde puede leerse explícitamente aquello que el escritor pretende: «Fascinar. Emocionar físicamente al lector a través del libro que se escribe. Retenerlo en torno a uno mismo. Ser amado extraordinariamente. Sexualidad extraña la de los ídolos de piedra: placer imaginario que el fiel les supone». O que el propio escritor supone en sí mismo. Léase –en otro lugar del libro y como al desgaire–: «Se me perdonarán estos fragmentos, estos espasmos que sueldo».