Memoria de un tiempo incierto
Pasará a la historia este fin de siglo como el del primer florecimiento en nuestra cultura de los ámbitos más o menos secretos de lo privado. Cien indicios lo confirman: la permanente contaminación de la prosa narrativa con experiencias íntimas no disimuladas, la abrumadora presencia de dietarios torrenciales escritos incluso por gentes casi en edad de merecer, la ostentación de la mirada subjetiva (hasta en el provocador título reciente de Juan Bonilla, El arte del yo-yo), el interés académico por la escritura autobiográfica y, en fin, la abundancia de memorias, tradicionalmente tan escasas en nuestro país. Se dijo, a raíz de Autorretrato sinretoques, de Jesús Pardo, que la falta de complacencia de sus flagelantes recuerdos –que está ampliando para alcanzar