Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

Aires de época

En el cuarto capítulo de La verdadera vida de Sebastian Knight, entre los libros escogidos del héroe de la novela de Vladimir Nabokov, entre Hamlet, Madame Bovary, El hombre invisible, El tiempo recobrado, Alicia en el país de las maravillas, El rey Lear, un diccionario anglo-persa y una guía para comprar caballos, está Viento del sur (1917), de Norman DouglasCuando Virginia Woolf reseñó Viento del sur en The Times Literary Supplement del 14 de junio de 1917, definió al autor (que ya contaba entonces cuarenta y nueve años) como «muy personal, muy suyo y de su momento». En Cien libros claves del movimiento moderno, 1880-1950, Cyril Connolly consideró Siren Land (1911), la primera gran aproximación literaria de Douglas a Capri, «un nuevo capítulo de intimidad en el idilio anglo-italiano y uno de los libros de viajes más felices», pero fue Old Calabria (1915) la obra de Douglas que mereció entrar en los Cien libros claves del movimiento moderno, 1880-1950 como obra maestra, ejemplo de fusión de géneros, «libro de viajes, historia, filosofía y autobiografía».

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Del pasado que ni siquiera es pasado

París, miércoles 22 de mayo de 1968, espléndido día de primavera: Francia está paralizada. Los trabajadores se han apoderado de las fábricas, los estudiantes han tomado la universidad y las calles. Hasta las bailarinas del Folies Bergère están en huelga. Quieren acabar con el capitalismo, es decir, con el mundo existente. El Gobierno está a punto de caer. En el hotel Meurice, palacio de reyes y millonarios internacionales, debería celebrarse ese día el banquete en que se le entrega el premio Roger-Nimier al novelista ganador, un «tipo raro» ese año, un joven de pocas palabras: tarda diez minutos en armar una frase si consigue terminarla, y presumiblemente sea uno de esos gamberros que campan por el Barrio Latino tirando piedras a la policía. Su novela se llama La Place de l’Étoile (traducida al español como El lugar de la estrella). 

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El traductor es un creador

Director de publicaciones del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, traductor de autores como Flaubert, Russel, Breton, Duras, Modiano, Echenoz o Virilio, y autor de una biografía de André Breton y de un libro sobre el álbum de Bob Dylan Highway 61 Revisited, Mark Polizzotti ha publicado en 2018 Sympathy for the Traitor. A Translation Manifesto, «una aproximación desde el sentido común» a los dilemas que plantea desde el principio de su historia el acto de traducir, tantas veces repetido y tantas veces declarado imposible. Polizzotti entiende su ensayo como un manual y un manifiesto; más una opinión («una antiteoría») que una teoría. Su objetivo sería recordar con un público más o menos informado los factores y problemas de la traducción.

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Viaje a doble hélice

Una entrevista con David Foster Wallace abre, a manera de prólogo, Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana, de Eduardo Lago. Foster Wallace no duda: leer exige disciplina y esfuerzo, aunque la industria editorial se incline por los libros accesibles y transitables sin problemas, que den poco trabajo al público-lector. Serían «el equivalente a ver una película entretenida». El grupo en que se encuadraba Foster Wallace practicaría, sin embargo, una «ficción difícil y exigente», para un público del que se espera cierta preparación y verdadero amor a la literatura.

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La realidad son realidades

Se sugiere en la nueva novela de Manuel Gutiérrez Aragón una disparidad entre historias contadas con imágenes móviles, videográficas, e historias escritas: «Cualquier historia leída y releída muchas veces termina por convertirse en una historia de amor. No así las que pasan en la tele, que permanecen inalterables cuantas veces se ven», apunta Valen, una de las protagonistas y narradoras de El ojo del cielo, y no sé si piensa en la profundidad de sentidos que puede proyectar sobre las palabras, en cada lectura, la imaginación de quien lee. «Algunas partes de esta historia las recuerdo bien, y otras me sorprenden como nuevas cuando las vuelvo a leer», dice Ludi Pelayo, otro de los personajes-narradores del cuento. La voz de El ojo del cielo es itinerante, casi una voz-cámara: se mueve entre cuatro personas, cambia de plano y de punto de vista, pero siempre parece empezar o desembocar en Ludi, el novio de Valen, casado y con dos hijas, que vuelve una y otra vez como narrador imprevisto.

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Etnología y museo de los Mundos Sutiles

Andrés Ibáñez (Madrid, 1961) ha ido situando sus complejos mundos fantásticos en Madrid, en Nueva York, o en alguna isla improbable, y, ahora, en las geografías de La duquesa ciervo: Inglund y Arnheim y Volterra, las Tierras del Viento y los países de los juptos, de los escaldos, skilfingos, skimilgos y sikvardos. El héroe que contará la historia, el joven e inexperto Hjalmar, llega a Irundast, capital de Arnheim, con el objetivo de servir como escudero a un Caballero de la Sangre y aprender el oficio de las armas. Engañado por un mercader de siervos, se ve trabajando en las cocinas, al servicio de los duques de Pasquis. Hijo segundo de un rey de las Tierras del Viento, será la primera vez que Hjalmar viva dentro de una casa de piedra. Ya está hecho el primer nudo de la red narrativa: ¿cumplirá el héroe-narrador su deseo de ascender a los pisos superiores de la Torre de los Magos, corte del rey Urbán? La duquesa ciervo empieza como una novela de aprendizaje y una novela sentimental: Hjalmar estudiará magia en Irundast para seguir viendo a su amada inalcanzable, la condesa Aliso Broceliande.

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Infancia, adolescencia y juventud

La nueva novela de Paul Auster (Newark, Nueva Jersey, 3 de febrero de 1947), 4 3 2 1, se construye en torno a un personaje central, Archibald Isaac Ferguson (Newark, 3 de marzo de 1947), que se multiplicará por cuatro, cuatro Ferguson distintos y uno solo verdadero. No cuenta la infancia y juventud de un individuo, su formación, hasta los primeros años setenta, sino la de cuatro con el mismo nombre, los mismos padres y la misma fecha de nacimiento, cada uno en un mundo posible. Uno de los cuatro morirá pronto, en 1960. La muerte de este Ferguson en un campamento de verano, cuando en plena tormenta un rayo parte una rama, casi coincide con un episodio autobiográfico que Paul Auster recordó en 1989 o 1990 en una entrevista con Larry McCaffery y Sinda Gregory. Los tres Ferguson supervivientes se dedicarán a la literatura, cada uno a su manera. El Ferguson definitivo terminará de escribir en 1975 la novela que estamos leyendo: su vida examinada en cuatro vidas como en un juego de espejos, reveladores en sus distorsiones, repeticiones y variaciones. Los cuatro mundos posibles desembocan al final en un mismo punto: la gran novela del joven escritor.

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El fabuloso Malaparte

Quizá sea verdad que fue el primer escritor en comprender que en la época de los media, el tantán en torno a un libro es más determinante que el propio libro, como dijo Dominique Fernandez, que añadía algo más: Curzio Malaparte (Prato, 1898-Roma,1957) «inaugura con brío la estrategia del bluf, de la mentira, de la palinodia y del escándalo como método publicitario». Ni siquiera se llamaba Malaparte. Nacido de padre alemán, especialista en tintes para tejidos, y madre italiana, Kurt Erich Suckert empezó a llamarse Curzio Malaparte en 1925, inventándose un apellido italiano que parece elegido por una agencia de creación de marcas. Ese mismo año firmó también el Manifesto degli intellettuali fascisti. Levantisco, amigo del ruido y la agitación, a los dieciséis años, voluntario, defendió en las trincheras a la Francia ocupada por los alemanes. Francia e Italia lo condecoraron.

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Joyce el obsceno

Kevin Birmingham ha querido escribir en El libro más peligroso «la biografía de un libro»: Ulises, de James Joyce, desde su vaga concepción en 1904 a su conversión en un volumen de más de setecientas páginas condenadas a vérselas, hasta 1936, con censores, aduaneros, policías y jueces. Pero Ulises, que para Gran Bretaña y los Estados Unidos de América constituía un delito, para Valery Larbaud demostraba en 1922 que su autor, James Joyce, poseía una trascendencia similar a la de Sigmund Freud o Albert Einstein. T. S. Eliot, por su parte y por las mismas fechas, otorgó al método mítico-narrativo joyceano la «importancia de un descubrimiento científico».

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Dos escritores simbióticos

El motel del voyeur (The Voyeur’s Motel, 2016), de Gay Talese (Ocean City, Nueva Jersey, 1932) cuenta la historia de un hostelero que, a través de unas aparentes rejillas de ventilación abiertas en el techo de las habitaciones, se dedica a observar a los huéspedes de su establecimiento. El hotelero mirón, casado y con dos hijos, se llama Gerald Foos y, cuando el periodista Talese se encontró con él por primera y penúltima vez el 23 de enero de 1980, tenía unos cuarenta y cinco años, pinta de viajero en clase preferente y, siempre según el periodista e investigador, la «expresión invariablemente amistosa digna de un posadero» (la traducción del inglés plano, económico y preciso de Talese, muy buena, es de Damià Alou).

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El presente interminable

El mundo de la novela Patria, de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), se arma sobre una realidad bien conocida, en concordancia con nuestro mundo histórico inmediato. El centro de la historia es un pueblo guipuzcoano sin nombre, levantado parroquialmente en torno al campanario que da las horas («Campanearon las seis…»), campo de acción, no sólo ambientación o fondo. El marco referencial del relato es explícito: el País Vasco en tiempos de ETA, a lo largo de un período de cuarenta años, desde la época de la muerte de Franco a los años que siguen al «cese de la actividad armada» etarra (octubre de 2011).

Casi al final de Patria, un escritor explica en público su «proyecto de componer, por medio de la ficción literaria, un testimonio de las atrocidades cometidas por la banda terrorista». Dos razones lo moverían: «Por un lado, la empatía que les profeso a las víctimas del terrorismo. Por otro, el rechazo sin paliativos que me suscitan la violencia y cualesquiera agresiones dirigidas contra el Estado de Derecho».

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Regreso a Sciascia

Cuando Leonardo Sciascia (Racalmuto, 1921-Palermo, 1989) ofreció una selección de sus cuentos en Il mare colore del vino, aludió a otros textos excluidos de esa «especie de resumen de mi actividad hasta ahora» (1973). Paolo Squillacioti recopiló en 2010 veinticinco cuentos más del autor siciliano, todos, salvo dos inéditos, aparecidos en publicaciones periódicas y en otros formatos, y escritos entre 1947 y 1975. Si el volumen reunido por Squillacioti se llamó en Italia Il fuoco nel mare, en España se publica como Una comedia siciliana. En los dos casos se recurre al título de uno de los cuentos de la colección. Hablo de «cuentos», pero la mayoría de los textos de Una comedia siciliana también podrían describirse como eso que los italianos denominan elzeviro, es decir, «artículo de argumento artístico, histórico, literario, e incluso recensión o relato que publica un periódico para abrir la página de opinión» (traduzco la definición del diccionario de Nicola Zingarelli).

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