A estas alturas del tercer milenio, con los grandes discursos hechos trizas y cuidadosamente depositados en el basurero de la historia (aunque nada hay definitivo, como se sabe), ¿cuál es ahora el estatuto del futuro? Las celebraciones del primer centenario del futurismo, apoyadas en una serie de importantes exposiciones llevadas a cabo en las ciudades en que se dio a conocer (París, Milán, Londres) y mostró tempranamente su agresiva vocación transnacional, obligan a plantearse de modo perentorio la pregunta. ¿Qué se hizo de aquel futuro surgido en la belle époque, cuando el progreso parecía la consecuencia inevitable de la marcha ascendente e imparable de la Historia? Surgido en un país que acababa de fundarse como nación (y que, no se