1 diciembre, 2007
Crear PDF de este artículo. Ante la abulia pequeñoburguesa de los adultos que lo rodean, el pequeño Oskar Matzerath decide conservar su apariencia de niño de tres años y convertirse, armado con un tambor de hojalata y una voz estridente, en observador al margen de los acontecimientos. No sospechábamos a cuánta distancia se hallaba esta actitud de la vida real de su creador, con el que compartía tantos rasgos comunes. En su recién publicada autobiografía (Beim Häuten der Zwiebel, 2006), ahora traducida al castellano y al catalán, Günter Grass (Danzig, 1927) confiesa que, impulsado por el mismo desdén, él encontró una escapatoria mucho menos inocente. Extrañado, evoca a un adolescente que se entusiasmó con las actividades paramilitares de las juventudes
Crear PDF de este artículo. La diversidad de la poesía española de la inmediata posguerra fue durante mucho tiempo escamoteada y reducida, en la historiografía literaria, a la dicotomía entre el tremendismo neorromántico de Espadaña y la pulcritud clásica de Garcilaso. La recuperación de propuestas estéticas divergentes como las del postismo, el grupo Cántico de Córdoba o las individualidades surrealistas de Miguel Labordeta o Juan Eduardo Cirlot arranca de la atención de los novísimos a estos «abuelos» poéticos suyos, a los que rescatan del olvido en que los tenían sumidos sus «padres» líricos, los practicantes de la poesía social. El poeta que ahora nos ocupa es un buen exponente de la diversidad que existió en aquella agitada posguerra poética, pues
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