En los últimos años Geoffrey Parker ha venido ofreciendo a sus lectores sucesivos especímenes en formato king size, esto es, biografías de reales personajes en volúmenes de considerable extensión. Si mi cuenta no falla, suman cuatro de sus últimas obras unas cuatro mil quinientas páginas, de las cuales en tres mil se despliegan las biografías de Carlos V y Felipe II con desigual reparto (mil y dos mil, aproximada y respectivamente), correspondiendo las restantes a tema bien diverso que en su día comenté en esta revista. De las biografías citadas, una primera sobre Felipe II requirió de una segunda etiquetada como «definitiva», seguida a su vez de otra «esencial» . Ésta de Carlos V se presenta, sin embargo, como «nueva», aunque no porque suceda a otra previa del autor. Se trata, simplemente, de que, en su factura, el autor se ha propuesto «utilizar todas las fuentes disponibles acerca de Carlos», con el propósito añadido de trasladar íntegramente al público lector todo el caudal informativo que la documentación consultada le ha proporcionado: «Para bien o para mal –promete Parker–, de lo que yo sé del emperador poco dejaré que quede en mi propio tintero». Atributos de «definitiva» parecen, pues, no faltarle. Por lo demás, no sorprende tanto esfuerzo. Parker se dio a conocer con una obra que, a día de hoy, continúa siendo de referencia para el estudio del conflicto de Flandes, también conocido como Guerra de los Ochenta Años (1567-1648), y en algún momento cabía esperar que abordara la biografía del artífice político que dio cuerpo al ente político protagonista y escenario de tales hechos. La deuda ha quedado, por tanto, saldada.