Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

Un crimen imperfecto

-Nunca creí que me toparía con un crimen en Algar de las Peñas –comentó Eugenio Fuentes, mientras empujaba las gafas con el anular, alejándolas de la punta de la nariz.
-¿Verdad que es molesto? –preguntó Rafael Narbona, imitando su gesto.
-Un crimen siempre es algo desagradable.
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Decíamos ayer…

A lo largo de los interminables meses que han ido desde diciembre 2019 hasta hoy, el mundo se ha visto anegado por el SARS-CoV-2, un acrónimo inglés con el que mentar al Síndrome Respiratorio Severo y Agudo causado por Coronavirus 2 y al que la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó con ese nombre en su Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD o International Classification of Diseases) en febrero 11, 2020.

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Socorre Enseñando

Antes de que su crítica a la injusticia social, su obsesión por lo sobrenatural y su dolor por los desastres de la guerra se plasmaran en su obra con la trágica grandeza con que lo hicieron, Francisco de Goya realizó, entre 1775 y 1792, cuatro series de pinturas al óleo que servirían como bocetos (cartones) para la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara.

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El otro Bernie

¿Puedes decirnos, admirado gemelo, donde estabas y qué almorzaste el 15 de mayo de 2011, cuando estalló ese, digámoslo sin ánimo de repetirnos, 15 de mayo? Yo sí, pero creo que será de poco interés para nuestros amables lectores. De mayor interés, esperamos, pueden ser hoy nuestras reflexiones en torno a dos nombres propios que en un cierto sentido epitomizan las sombras –peor que malas– y las luces –si no para ver soluciones, al menos para calentar y levantar los espíritus– de aquellos años aciagos.

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Michel Focault, el embaucador desenmascarado

«Hay que ser un héroe para no seguir la moralidad de tu tiempo», escribió Michel Foucault. ¿Se trata de una reflexión autobiográfica o una declaración filosófica? Foucault fue una de las primeras víctimas ilustres del SIDA. Falleció en 1984 en París, con cincuenta y ocho años. Desde entonces, se le ha acusado de perverso, pedófilo, sadomasoquista. Sinceramente, su vida privada no me interesa y no seré yo quien emita un juicio condenatorio. Cada uno es muy libre de organizar su vida sexual como le parezca, siempre y cuando no lesione derechos ajenos. Los juicios moralistas son insoportablemente miserables.

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La vida en un bloc

Dice Luis Alberto de Cuenca, en la «Nota del autor» que encabeza este su último libro, que cuaderno bloc son para él términos equivalentes, y que ha preferido el segundo por no volver al título de su inmediato Cuaderno de vacaciones. No hay por qué ponerlo en duda, pero las palabras tienen su propio genio, y bloc aporta irrenunciables matices frente a cuaderno. La encuadernación implica un cierto número de hojas y su reunión en un orden determinado; alterar lo uno o lo otro sería una operación antiestética y destructiva. Bloc, en cambio, designa un fajo de hojas mínimamente unidas, de forma más sencilla y libre. El libro, como veremos, resulta en su poética más cercano al espíritu del bloc, si bien aparece en la colección «Palabra de Honor», que con tapa dura y sobrecubierta, más propias del cuaderno, publica la editorial Visor, protagonista de tantos capítulos de la historia, no sólo editorial, de la poesía española contemporánea.

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Un mundo aparte

Pierre Clarac, coeditor de las obras completas de Marcel Proust en la Bibliothèque de la Pléiade, en su introducción al volumen que cierra el conjunto, escribía: «No hemos incluido en nuestro plan su correspondencia, que es un mundo aparte. Entre las palabras que un escritor, en su vida exterior, intercambia con sus conocidos, por escrito o de viva voz, y lo que anota, aunque sea deprisa y corriendo, cuando está solo y cara a cara consigo mismo, obediente a sus voces interiores, hay, según Proust, una diferencia de naturaleza. Esa oposición le parecía esencial». Esa idea fue el germen de la gran suite novelística de Proust: la oposición entre la realidad de la conciencia y la realidad material; entre la inteligencia y la imaginación; entre el yo biográfico y el yo del artista como artista; entre el yo, en fin, que escribe cartas y el yo que sueña novelas y poemas. Proust fue un gran escritor de cartas, como atestiguan los veintiún tremendos tomos de su correspondencia, y sólo en el último tercio de su vida se dedicó a la creación o a la recuperación de su yo principal, el yo novelista, no sin antes establecer la teoría directriz de su obra.

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Impaciencia democrática

Dentro de un par de meses llegará a los cines españoles BlacKkKlansman, la última película del cineasta norteamericano Spike Lee, que tan buena acogida recibiese en el pasado Festival de Cannes. Tiempo habrá de volver sobre esta pieza de género policial que narra una asombrosa historia real: la infiltración de un agente de policía negro en el Ku Klux Klan de Colorado Springs en la década de los setenta. Al igual que ha hecho en otras ocasiones, Lee enmarca la ficción con imágenes documentales: si Malcolm X se abre con imágenes de la brutal paliza policial a Rodney King que provocó los disturbios raciales de Los Ángeles en el verano de 1992, en esta ocasión son las manifestaciones ultraderechistas de Charlottesville del año pasado las que sirven como apostilla a la narración. Y también aquí, como hiciera en la sobresaliente Bamboozled, Lee reflexiona sobre la representación de la negritud en el cine clásico y su influencia sobre los estereotipos raciales: de El nacimiento de una nación a Lo que el viento se llevó

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Bajo el volcán

A lo largo de los últimos diez años, Jon Bilbao (Ribadesella, 1972) ha escrito media docena de novelas y colecciones de cuentos que lo sitúan entre los más originales de la literatura española actual. En su último libro, El silencio y los crujidos, combina esas dos formas con tres relatos que se funden en una especie de novela, aunque no por completo. Como para fomentar aún más la indefinición, los tres relatos son variaciones de una misma historia. El primero está ambientado en una provincia remota del imperio bizantino a finales del siglo VI, el segundo se desarrolla en la década de 1960 en una zona aislada del Amazonas y el tercero mira hacia Menorca en un futuro próximo. En esos escenarios reaparecen varios motivos, incluido el de la obsesión con las alturas y el aislamiento, así como personajes que encallan en situaciones imposibles. Por momentos, nadie parece hallarse en más apuros que el autor. ¿Cuánta libertad de movimientos, por ejemplo, puede tenerse en un relato como «Columna», que versa sobre un estilita obsesionado con la pureza, decidido a acabar sus días encima de un capitel?

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Aquellos años de plenitud ya clausurados

Decía Oscar Wilde desde la cárcel de Reading que en cada momento de nuestra vida somos lo que vamos a ser no menos que lo que hemos sido. De la necesidad de contar una vida y reflejar un mundo nacen la mayoría de las memorias. Pero un libro de memorias no es un memorándum ni una agenda: por eso en él no debe darse cuenta de todo lo que se ha vivido. El buen memorialista ?y Villena lo es? siempre se muestra selectivo, no acaparador y, si los tiene, nunca acude a sus diarios para verificar los recuerdos. Se aleja de la mortificante y baldía exhaustividad y del esnobismo retrospectivo de los peores perpetradores del género. Intenta aprehender los iridiscentes y errabundos fulgores del pasado, pero resalta sin empacho unas vivencias y olvida otras, porque sabe que esas zonas de terra incognita, llamadas «bellas durmientes» por los antiguos cartógrafos, son también necesarias.

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Masaki Kobayashi: Harakiri

La traducción de los títulos originales de las películas pocas veces obedece a criterios de fidelidad y exactitud. Harakiri (o Haraquiri, según el Diccionario de la Real Academia), de Masaki Kobayashi, se titula en realidad Seppuku. En japonés, se considera vulgar la expresión harakiri para designar el suicidio ritual de los bushiBushi es el «caballero armado» que sigue el código del bushid?, «el camino del guerrero». El término samurái, «el que sirve», también se considera inapropiado, pues designa a una gran variedad de guerreros del antiguo Japón, algunos de castas inferiores. Es una distinción importante, pues el sentido de la jerarquía ha condicionado durante siglos la mentalidad japonesa y aún conserva vigencia. El orden jerárquico exige cuidar el lenguaje, preservando el significado de las palabras. Es una manera de recordar a cada individuo el lugar que le corresponde. El seppuku es un ritual sagrado que sólo puede ejecutar un bushi. Si lo llamamos harakiri, rebajamos su dignidad y desdibujamos las estrictas barreras entre castas. Según el bushid?, el seppuku no es un gesto de desesperación, sino una forma de salvaguardar el propio honor, oponiendo al descrédito de la vergüenza una muerte solemne y decorosa.

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Los deplorables

Cuando se estrenó en Londres en 1985, la crítica acogió con escepticismo la versión musical de Les Misérables. No por primera vez, la crítica hizo el ridículo. La producción lleva en cartel desde entonces y se ha convertido en el musical de mayor éxito en la historia del West End. No ha conseguido –todavía– superar a The Mousetrap, de Agatha Christie, con representaciones continuadas desde 1952, el año de la coronación de Isabel II, y que parece dispuesta a durar, al menos, un siglo. Como la propia reina.

Personalmente, estoy de acuerdo con el crítico de The Observer que veía en The Miz –la síncopa con la que la obra se ha hecho popular en inglés– «un espectáculo cargante y sintético», aunque no se me alcanza hacia dónde dirigía su segundo dardo. El célebre culebrón romántico de Victor Hugo aúna todas las recetas imaginables para encandilar a los gnósticos del mundo entero cuyo nombre es Legión. El bien triunfa sobre el mal; el amor sobre el odio; la deliberación sobre la acción; la esperanza vale más que la caridad. 

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