
China, prestamista de última instancia
La preeminencia del dólar estadounidense surgió tras la Segunda Guerra Mundial, materializada en el Acuerdo de Bretton Woods (establecido en julio de 1944 en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos).
política
La preeminencia del dólar estadounidense surgió tras la Segunda Guerra Mundial, materializada en el Acuerdo de Bretton Woods (establecido en julio de 1944 en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos).
Han pasado 15 años desde que Larry Diamond, catedrático de Sociología Política de la Universidad de Stanford, aseguró que estamos inmersos en una «recesión democrática». En los tres años transcurridos desde que la OMS certificó el coronavirus como pandemia global, esta crisis de la democracia global no ha hecho sino acrecentarse.
Cada vez hay más prestaciones de los gobiernos de todo tipo (locales, regionales y estatales) que se obtienen cumpliendo, de entrada, una condición de elegibilidad muy peculiar: tener una determinada edad.
Las pensiones públicas vuelven a movilizar a los ciudadanos en las calles y plazas de las ciudades francesas y hoy cruzamos los Pirineos, con viaje de vuelta, para poner el acento sobre la endiablada dialéctica social y política que tanto en el país vecino como en el nuestro propio –y en muchos otros países ricos– se viene generando desde hace años por la realidad de la financiación y distribución de las pensiones públicas.
Entre periodistas y comentaristas en Estados Unidos es habitual referirse a los presidentes por el orden cronológico en que se suceden unos a otros, independientemente del número de mandatos que hayan obtenido. De esta manera, George Washington, el primero, es 1 –One– y Joseph Robinette Biden Jr., el actual presidente, es 46 – Forty Six–.
Una cosa es leer e interpretar la historia a la luz del mundo en el que vivimos y otra muy diferente utilizarla en debates políticos e ideológicos como instrumento para criticar al adversario de hoy. Y me temo que así es como mucha gente ve la historia contemporánea de nuestro país.
Bien ponderados lectores de Una Buena Sociedad, sus seguros servidores tratamos, en la entrada de la semana pasada, de especular con sentido acerca de qué país pondría nombre a la presente centuria y concluíamos que no sería un país, sino todo un continente
El título de esta entrada abarca a todo el continente, en contraposición al sentido estrecho e incorrecto con que se suele hablar de «América» o «los americanos» para referirse a Estados Unidos (de América) o los estadounidenses. Entre las condiciones a cumplir, las hay que radican en Estados Unidos o en Brasil; en Argentina o en México; en Chile o en el Caribe. O en Canadá.
España tiene una superficie de 506 mil km2, kilómetro cuadrado más o kilómetro cuadrado menos. Como cada kilómetro cuadrado tiene 1 millón de metros cuadrados, resulta que hay 506 mil millones de km2. Pongamos cuatro personas en cada metro cuadrado y tendríamos 2.024 millones de personas en una gigantesca lata de sardinas
Estaremos todos de acuerdo en que Pendás, en cuanto homme de lettres, es en primer lugar un lector. Ha devorado, por supuesto, la obra de Leopoldo von Ranke (1795-1886), el fundador de la historia moderna, la basada en fuentes documentales -era casi un filólogo-, buscando describir el hecho «como realmente fue» (wie es eigentlich gewesen ist).
Si algo ha caracterizado el mercado laboral que dejamos atrás en 2022 es la formidable resiliencia que ha demostrado en la dura transición desde el estallido de la Covid-19 hasta el presente. No ha terminado esta transición y, por lo tanto, tampoco se puede saber a ciencia cierta lo que pasará a lo largo de este recién iniciado2023 que sigue plagado de incertidumbres.
Nadie sabía con certeza quién había incendiado el Convento de la Santa Cruz de Villaescusa de Haro. Durante la guerra de independencia, las tropas francesas se habían acuartelado entre sus muros. La soldadesca no mostró ningún respeto hacia el recinto sagrado. Saqueó sus bienes, se mofó de los frailes, tarareó canciones obscenas y escupió blasfemias. Los dominicos aguantaron las ofensas con humildad cristiana, pero en su interior bullía la misma desolación que experimentó san Agustín cuando se enteró de que había caído Roma. Los estragos causados por las huestes de Napoleón dejaron al convento herido de muerte: paredes ahumadas por las hogueras encendidas para combatir el áspero frío del invierno, puertas y muebles chamuscados para alimentar el fuego, cristales rotos
Desde 1996 nuestro propósito es transmitir, a través del comentario bibliográfico, opinión cultural de altura a un público lector, muy formado y con intereses más amplios que los correspondientes a su especialidad.