Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

Aprender a «mirar»

En 1931, cuando Flannery O’Connor tenía cinco años, los noticiarios Pathé mandaron a un cámara de la oficina central de Nueva York al patio trasero de la familia O’Connor de Savannah (Georgia). El acontecimiento, como confesó ella en la revista Holiday de septiembre de 1961, casi tres décadas después, «me marcó para toda la vida». 

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Nada que no hayamos vivido

Tiempo de vida no cuenta nada extraordinario, nada que no hayamos vivido o estemos viviendo todos, pero nos hace reflexionar. Se trata de la relación de un hijo (la del propio Giralt Torrente) con su padre, una relación que no es fácil y que pasa por distintos momentos, mejores y peores, hasta que surge la enfermedad y la posterior muerte del progenitor. Pero no es la primera vez que Giralt Torrente (Madrid, 1968) aborda el tema del padre.   Casi al principio de este libro, cuenta que su abuelo materno (Torrente Ballester) le había advertido en una ocasión de que «no es recomendable en las primeras obras retratarse mediante la escritura, que obtura la imaginación y crea vicios difíciles de

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Historia de una ambición

Hacía tiempo que no me pasaba lo que con esta novela de Use Lahoz (Barcelona, 1976): la he leído de una sentada (al menos la primera parte), entretenida y algo perturbada, sin tener la eterna sensación de que ya estaba otra vez ante una de esas novelas primerizas destinadas al olvido inmediato, de autores españoles que no sólo escriben mal sino que además se creen en posesión absoluta de la verdad. Los Baldrich es básicamente la historia de una ambición, la de un joven de la maltrecha Barcelona de posguerra que desde muy pronto tiene claros sus objetivos: formar una familia y fundar un negocio que le reporte dinero y mucho prestigio, aunque ello suponga arramblar con las mínimas reglas

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Experiencia intuitiva

Cuenta José María Merino (1941) en Ficción continua, un conjunto de ensayos y reflexiones sobre el hecho de escribir y la aventura de leer, que empezó a escribir su primera novela para desembarazarse de un cuerpo extraño (un hombre que escribía una novela) que le había invadido de manera inesperada y subrepticia. La presencia de este cuerpo, muda y opaca pero insistente, acabó siendo tan desazonadora que al final se puso a escribir una novela sobre un hombre que escribía una novela. Desde entonces, concluye Merino, «escribo mis ficciones con la sospecha de que encierran un enigma que no estoy seguro de ser capaz de desvelar». Esta experiencia le sirve al escritor para ilustrar el punto de partida de este

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Alas

En Cuentos y pájaros, este genial librito escrito por niñas y niños de todas las edades del taller literario del Círculo de Bellas Artes, hay flores que roncan, una casa con ruedas, un sombrero que habla con una lagartija (en todos los idiomas), un tiburón que se mete en la ducha y un invierno que dice villancicos. Ocurre como en Alicia en el país de las maravillas : una vez que el lector decide –y acepta– entrar en ese universo, todo vale. El que aquí escribe (y lee) no sabe adónde le conducirá el juego porque el único plan es seguir jugando. Y es que, según explica Silvia Donoso, responsable del taller y de la edición del libro, la dinámica

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Inventar el puzle

Dice Ramón Pernas (Lugo, 1951) en una entrevista reciente que cree que «últimamente se está haciendo mucha literatura elitista, deliberadamente obtusa, destinada casi a expertos en literatura» y que por ello está satisfecho de que sus libros también sean válidos para el lector que no lee prácticamente nada. Dice también que escribe sus novelas pensando en la gente que las va a leer, en las «reacciones de este o aquel amigo, en qué diría fulanito de este personaje o qué opinaría menganito de la historia». Pues bien, este planteamiento que, confieso, no deja de resultarme chocante, por no decir terrible por lo que tiene de restrictivo, nos sirve para adentrarnos en la última entrega del escritor gallego. ¿Realmente, lo que

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Azar de nombres

En línea con otras novelas en las que la guerra, la disciplina militar y la epopeya cotidiana de la supervivencia aparecen como telón de fondo (En el ejército del faraón de Tobias Wolff, por ejemplo), el protagonista de Memoria de soldado es un joven de origen rural, apasionado naturalista, que se ve obligado a participar en una guerra civil que le resulta incomprensible. Desde este curioso personaje aborda Alfredo Conde (Allariz, Ourense, 1945) el absurdo extremo y la violencia de la guerra, así como las reacciones del hombre ante las situaciones adversas. Como en toda guerra, hay en ésta dos bandos: «los nuestros» y «los otros», los de Oldn y los de Eol (nombres ficticios ya que la novela, a

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Sueño y violencia

La última novela corta de Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958), Piedras encantadas, ofrece una novedad interesante: por primera vez, el autor se decide a criticar de manera directa y contundente las desigualdades sociales y la violencia encubierta existentes en Guatemala, «el país más hermoso, [con] la gente más fea». Así, en el prólogo de esta novela, una especie de «guía» para situar al protagonista –y de paso al lector-en la vida cotidiana del país, el narrador nos advierte de que Guatemala es una «pequeña república donde la pena de muerte no fue abolida nunca, [y] donde el linchamiento ha sido la única manifestación perdurable de organización social». Pero a pesar de esta novedad, la historia arranca con el recurso poco

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Viaje hacia uno mismo

Clave de El otoño siempre hiere (2000) es el momento en que el narrador hace al lector –al que imagina «presunto novelista»– una propuesta en forma de dilema. Se trata, nos dice, de un «contrato fáustico, algo parecido al que el pintor Picasso rubricó cuando Mefistófeles le visitó en 1911». Así, nos sigue diciendo el narrador, habría dos opciones. La primera tendría como consecuencia «un texto sólido, terminado, único y ejemplar pero con una condición complementaria: a partir de ahí, como Juan Rulfo, el escritor quedaría condenado a no escribir ni una línea más». La segunda, sin embargo, se conformaría con un libro imperfecto, un «texto nada deleznable, pero por alguna razón, fallido aunque, eso sí, abierto a la posibilidad

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