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Omar Devone Little, rey de Baltimore

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Interpretado con indiscutible talento por Michael K. Williams, Omar Devone Little es tal vez el personaje más carismático de The Wire, la serie policíaca norteamericana ambientada en el Baltimore de principios del siglo XXI. Inspirado en figuras reales del mundo de la delincuencia, su escopeta de dos cañones y su gabardina negra de forajido del Far West le imprimen un halo de leyenda desde su primera aparición, cuando roba un alijo de drogas al gánster y narcotraficante Avon Barksdale (Wood Harris). Su brutalidad durante el asalto contrasta con su ternura hacia Brandon Wright (Michael Kevin Darnall), su joven amante blanco. La minuciosa planificación de las series televisivas sugiere que Omar no fue concebido como un personaje de vida efímera, pero su progresión insinúa que creció más allá de las expectativas de sus creadores, adquiriendo una complejidad que desdibuja y relativiza las convenciones morales sobre el bien y el mal.

Conocemos algunos aspectos de la infancia y adolescencia de Omar. Prematuramente huérfano, creció con su hermano Anthony en casa de su abuela Josephine. Aunque la anciana sólo aparece en unas secuencias de la tercera temporada, sin disfrutar de una sola línea de diálogo, se presupone que inculcó en el pequeño Omar un sólido código moral, que lo convirtió en un bandido atípico, incapaz de robar, herir o maltratar a un inocente. Durante una conversación con el detective de homicidios William «Bunk» Moreland (Wendell Pierce), que también estudió en The Edmondson-Westside High School de Baltimore (Maryland), aunque unos años antes, Omar afirma que todos los hombres deben seguir un código moral. En su caso, la norma esencial es respetar la vida de los ciudadanos corrientes, que viven al margen del mundo del hampa. No le inquieta matar a un rival, pero ni siquiera es capaz de explotar a los yonquis que compran sus alijos robados. Cuando una joven madre soltera, casi una niña, le pide una papelina, asegurando que le pagará apenas reciba la ayuda asignada por los servicios sociales, accede sin preocuparse demasiado de que cumpla su promesa. Omar no se interesa por el dinero. No le mueve la codicia, sino la aventura, el riesgo, el decoro profesional y la convicción de que la vida sólo es un juego en el que las oportunidades de ganar son escasas y las pérdidas están aseguradas.

Omar es un afroamericano con la piel muy oscura y una enorme cicatriz que le cruza el rostro. No hay ninguna explicación sobre el origen de la cicatriz, pero se presupone que procede de un accidente y no de una pelea. En un miniepisodio de la quinta temporada, que no llegó a emitirse en televisión, Omar es un adolescente que se enfrenta a su hermano Anthony, algo mayor, y a uno de sus amigos por cometer un robo que desaprueba, obligándoles a devolver el dinero sustraído a un trabajador en una parada de autobús. La acción transcurre en 1985 y prefigura su trayectoria posterior. La peripecia nos muestra el fuerte carácter de Omar y la pusilanimidad de su hermano Anthony, quien años más tarde intentará suicidarse con un disparo en el pecho. Acorralado por la policía después de atracar una joyería, apuntará al corazón para evitar la cárcel, pero la bala no afectará a ningún órgano vital. La anécdota circulará por las calles de Baltimore y no tardará en surgir un apodo despectivo para el frustrado suicida. Anthony se convertirá en «No Heart» Anthony. En la serie, el hermano de Omar sólo será una referencia fugaz y la abuela únicamente aparecerá en una ocasión, cuando unos pistoleros de Barksdale disparan contra ella, poco antes de acudir a escuchar el sermón dominical, acompañada por su nieto. El incidente enfurecerá a Omar, pues el tiroteo se produce un domingo por la mañana, ignorando la tregua acordada por las bandas que se disputan el control de Baltimore. Omar salvará a su abuela, empujándola hacia el interior de un taxi, sin preocuparse de su sombrero, que termina en el asfalto gravemente deteriorado. Avon Barksdale se disculpará comprando un sombrero nuevo a la anciana, pero su gesto sólo responderá a su indignación con sus pistoleros, que han actuado sin su conocimiento, rompiendo una tregua tácita, pero tradicional y sincera, según la cual se respeta el derecho de las familias de acudir a las parroquias, sin que les sorprenda una pelea callejera.

Omar no es promiscuo. Nunca engaña a sus parejas y se preocupa por su bienestar. Brandon es su primer amante en la serie, un chico blanco torpe e inmaduro, que pronunciará su nombre durante el asalto a una topera de Barksdale. Pagará el error con su vida. Secuestrado por los matones de Barksdale, será brutalmente torturado, pero no revelará el escondite de Omar. Su cadáver aparecerá sobre el capó de un coche, con terribles heridas y con la cuenca de un ojo vacía. Omar llorará al contemplar el cuerpo destrozado y jurará vengarse, iniciando una guerra con Avon Barksdale que no se resolverá a favor de ninguno de los dos bandos. Después de perder a varios matones, Avon contrata a «Brother Mouzone» (Michael Potts), un legendario pistolero de Nueva York, con traje y pajarita que lee las revistas Harper, The Nation y todo tipo de libros, ironizando sobre el poder de la lectura en un país caracterizado por las desigualdades raciales y las graves deficiencias de la enseñanza pública. En una ocasión, se dirige a Lamar (DeAndre McCullough), su inseparable guardaespaldas, y le comenta con sarcasmo: «¿Sabes qué es lo más peligroso de este país? Un negro con carné de biblioteca». Aparentemente, su conducta coincide con la de un devoto de la Nación del islam, particularmente de su grupo de autodefensa Fruto del islam, pero nunca manifiesta opiniones religiosas y su moral no le impide matar por encargo. Su confrontación con Omar en un callejón de Baltimore constituye una de las mejores secuencias de la serie. Ambos combinan la ironía y los buenos modales y demuestran un buen conocimiento de su oficio. No les costará mucho trabajo disipar los malentendidos del pasado y aunar sus fuerzas para determinadas cuestiones, como desembarazarse del intrigante Russell «Stringer» Bell (Idris Elba), un gánster que estudia Dirección y Administración de Empresas en un campus universitario para gestionar sus ganancias como un respetable hombre de negocios, invirtiéndolas en actividades legales.

Aficionado a la mitología clásica, Omar ayudará a un policía a resolver un crucigrama, facilitándole el nombre de Ares, dios olímpico de la guerra. Cuando el agente lo mira sorprendido, explica que su materia preferida en el instituto eran los mitos griegos y romanos. No se trata de una fantasía del guionista, sino de una paradójica realidad, pues los alumnos de la enseñanza pública de Baltimore suelen interesarse por las viejas leyendas de la mitología, desviándose de su habitual indiferencia hacia el resto de las asignaturas. No es casual que Omar cite a Ares, pues Ares es el dios del espanto, la confusión y el tumulto en la batalla. Caprichoso y voluble, los griegos desconfiaban de él, pues a veces apoya a un ejército y luego a su rival, sin preocuparse por el sufrimiento de los combatientes o la justicia de su causa. Odiado por sus propios padres, Zeus y Hera, algunos sospechaban que era el causante las de plagas y epidemias. «Destructor y asesino de hombres», «Destructor de ciudades y murallas», Ares era venerado en Esparta, donde se le ofrecían sacrificios humanos, y su animal sagrado era el buitre. Jamás mostraba clemencia y cuando aparecía con su casco crestado, su armadura y su lanza, sembraba la tierra de cadáveres. No es extraño que los niños de las barriadas marginales de Baltimore simpaticen con una figura mitológica en la que confluyen las mismas calamidades que marcan su existencia cotidiana.

Omar no es un «soldier», sino un «outlaw». Su estilo de vida no es el de un mafioso que anhela un coche tuneado y una cadena de oro al cuello, sino el de un inadaptado, feliz de vivir en los márgenes, o incluso el de un dandi, que pulveriza los convencionalismos. Cuando, en mitad de un juicio, un abogado corrupto (Maurice J. «Maury» Levy, interpretado por Michael Kostroff) le acusa de ser un criminal sin credibilidad para testificar en contra de uno de sus clientes, no lo niega, pero apunta que no advierte ninguna diferencia entre su escopeta y su maletín. El jurado y el juez se ríen sin disimulo, olvidando la solemnidad de la sala, un escenario donde la verdad se abre paso con más dificultad que cualquier pantomima. Omar comete perjurio, acusando a Marquis «Bird» Hilton (Fredro Starr) de asesinar por la espalda a un testigo de cargo, pero no actúa contra un inocente, sino contra uno de los asesinos y torturadores de Brandon. Su forma de proceder es mucho más honesta que el funcionamiento habitual de las instituciones, en las que suele prosperar la venalidad y la hipocresía.

Omar es extraordinariamente leal a sus amigos. «Mostly Blind» Butchie (S. Robert Morgan) es un gánster ciego y de cierta edad que sigue implicado en actividades ilegales, utilizando un bar como fachada. Perdió la visión durante un tiroteo y ahora presta su experiencia a sus amigos, recabando información para algunos golpes importantes. Omar no es su pupilo, pero la relación es paternal y altamente emotiva. Butchie no es la conciencia de Omar, pero tutela sus decisiones y le ayuda a aclarar sus dudas. Casi siempre le aconseja prudencia, paciencia y obrar de acuerdo con ciertas reglas, si bien nunca cae en moralismos ejemplarizantes. Omar recurre a Butchie en los momentos difíciles. Cuando lo encarcelan, utiliza su derecho a realizar una llamada telefónica para ponerse en contacto con él y pedirle ayuda. Butchie avisa a dos reclusos para que lo protejan, pues Omar se ha ganado muchas enemistades al robar a pequeños y grandes traficantes. Todos lo conocen y muchos desean ajustar cuentas.

Omar es una leyenda que produce un efecto intimidatorio, incluso sin proponérselo. Sus apariciones suelen estar precedidas por sus silbidos despreocupados, entonando la canción infantil «The farmer in the Dell» y casi siempre lo acompañan armas de gran calibre, como el Magnum 44, la Desert Eagle o el Colt Anaconda. En algunos de sus robos, los camellos prefieren entregar su mercancía sin ofrecer resistencia, arrojándola a veces por una ventana, eludiendo hasta la confrontación visual. No será así con Avon Barksdale o Marlo «Black» Stanfield (Jamie Hector). Ambos son grandes narcotraficantes y disponen de una poderosa organización, que intentará matarlo sin resultado. Acompañado durante un tiempo por dos chicas de enorme coraje e ingenio, un tiroteo callejero con los pistoleros de Marlo acabará con la vida de una de ellas. Omar experimenta sentimientos de culpabilidad e intenta aplacar su malestar, apagando un cigarrillo en la palma de su mano. Su pesar lo aleja de figuras como Chris Partlow (Gbenga Akinnagbe) y «Snoop» (Felicia Pearson), dos asesinos implacables que trabajan para Marlo, sin problemas de conciencia a la hora de matar a inocentes.

Aficionado a los cigarrillos Newport y a los cereales Honey Nut Cheerios, Omar es un personaje alejado de tópicos y esquematismos. No le agrada inspirar miedo a los niños de Baltimore. Su objetivo son los grandes traficantes y sus matones. Cuando una mañana se arroja a la calle para buscar sus cereales favoritos, desarmado y con una bata azul, regresa a los pocos minutos consternado por las reacciones de pánico de los que se cruzan en su camino, casi siempre niños que trabajan de camellos en las esquinas («corner boys»). Al relatar el incidente a su nuevo amante, le confiesa que no desea atemorizar a los cachorros, sino a los lobos.

Omar no es un tipo duro que no se asusta por nada. Su temor es evidente al ingresar en prisión o cuando los pistoleros de Marlo lo acorralan en un piso. Su razonable miedo a veces le invita a escabullirse mediante una retirada estratégica. Después de robar un enorme alijo de drogas a los grandes narcotraficantes de Baltimore, se marcha a Latinoamérica para disfrutar del mar y de una vida tranquila, pero al enterarse de que los matones de Marlo han torturado y asesinado a Butchie, decide volver y vengarse. Omar no puede contener las lágrimas al recibir la noticia. Butchie ha preferido morir a revelar su paradero. Comenzará una guerra con Marlo, pero su forma de proceder –cautelosa e inteligente– no le funcionará esta vez. Tendrá que saltar al vacío desde un quinto piso para huir de una trampa mortal. Sobrevivirá, aunque gravemente lisiado.

Omar no morirá en un tiroteo con sus enemigos, sino a traición durante una compra trivial en un establecimiento coreano. Mientras le despachan cigarrillos, Kenard (Thuliso Dingwall), un camello de once o doce años le dispara por la espalda, impulsado por el afán de notoriedad. Matar a una leyenda es una forma de convertirse en parte de ella. Sin embargo, la realidad oficial y las calles circulan por vías distintas. La prensa ni siquiera reflejará la noticia y en el depósito de cadáveres confundirán la etiqueta identificativa con la de otro cadáver. La última imagen de Omar es su rostro inerte poco antes de que un médico cierre la cremallera de la bolsa que contiene su cuerpo. Casi nadie creerá que un niño lo ha matado y comenzarán a propagarse relatos épicos, según los cuales Omar fue abatido por los AK-47 de un nutrido grupo de pistoleros durante un combate feroz y desigual.

Omar es un personaje concebido bajo la influencia del cómic y el western. No es tan creíble como Marlo Stanfield, una figura inspirada en un traficante real (Timmirror Stanfield) que en los años ochent llegó a controlar la venta de heroína y crack en la zona oeste de Baltimore, con sólo veinticinco años y un pequeño ejército de cincuenta pistoleros, pero indudablemente su atractivo trasciende cualquier exigencia de realismo. Es absurdo presentarlo como una especie de Robin Hood, pues en ningún momento se plantea repartir el botín entre los más humildes. Tal vez sería más correcto relacionarlo con Billy the Kid, Jesse James o Doc Holliday, verdaderos inadaptados que huyeron de una vida convencional, con su carga de obligaciones y responsabilidades. Omar es la libertad sin restricciones, la temeridad gratuita, el fatalismo trágico, el inconformismo nihilista, la heterodoxia sin vocación reformista o revolucionaria, la subversión improductiva, la rebelión desesperanzada. Es un antihéroe con la envergadura de un mito, que desafía a los prejuicios de su entorno. Un gánster homosexual entre matones rebosantes de machismo y homofobia.

Omar Little Devone es la versión contemporánea del héroe de la tragedia griega, capaz de infundir esa mezcla de piedad y terror que explica nuestra fascinación por su destino. Omar es Aquiles llorando la muerte de Patroclo, Prometeo desafiando a los dioses, Teseo enfrentándose al Minotauro, pero también es ese niño que creció en un gueto con la certidumbre de no ser nada para los satisfechos habitantes de los barrios prósperos. Omar muere, pero su drama continúa. Michael Lee (Tristan Wilds) seguirá sus pasos, confirmando que Baltimore es una polis cuyas instituciones usurpan el papel de los dioses, condenando a sus hijos a revivir el castigo de Sísifo una y otra vez. El filósofo esloveno Slavoj Žižek ha comparado la secuencia final de cada temporada con el ciclo de la vida de The Lion King (1994): nada cambia, todo se repite, la lucha por la existencia se renueva a cada momento, nada dura eternamente, pero en cierta manera nada se acaba del todo. Dentro de esa rueda, Omar simboliza la lucha individual contra fuerzas infinitamente más poderosas. Su derrota es previsible, pero su desafío nunca morirá por completo.

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