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La dueña del secreto

La señorita Medina

ADELAIDA GARCÍA MORALES

Plaza y Janés, Barcelona, 1997

160 págs.

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Silvia, una mujer de mediana edad, visita en Sevilla la tumba de su hermana, suicidada treinta años atrás en plena adolescencia. Esta visita provoca el encuentro de Silvia y la señorita Medina, monja exclaustrada y antigua profesora de Nieves, la adolescente muerta. Durante atardeceres sucesivos Silvia y la señorita Medina abordarán diversos aspectos relativos a la vida de Nieves, no el menor en importancia su relación con Julio, bisexual y como veremos competidor sentimental de Medina. Ésta, pasados los años, manifiesta una importante compulsión alcohólica cuyos síntomas, no sé si con rigor científico, combate con Sumyal. En todo caso los diálogos entre Silvia y Medina tienen como sofrito la ingesta nada moderada por parte de ambas de diferentes bebidas espirituosas, lo que extrañamente no ejerce ningún efecto catártico en la relación entre las dos mujeres sino tan sólo anestésico. Al diálogo MedinaSilvia termina incorporándose Julio, no sin haber mantenido antes relaciones sexuales con la segunda, dispuesto a conocer el cuarto oscuro en el que se hallaba la mente de Nieves con anterioridad a su muerte por precipitación. Ahora bien, pues la señorita Medina es la dueña del secreto, mantiene éste congelado hasta que, tras las consabidas añagazas de la consumada mitómana que es, opte por revelarlo allí donde más daño pueda hacer. Y lo hace en un final excesivamente grotesco para las dotes probadas de sutileza con que cuenta Adelaida García Morales como armas básicas. Digo grotesco y también podría decir presumible habida cuenta del acoso –y derribo-a que la autora extremeña venía sometiendo (por medio de Silvia y la propia señorita Medina) al susodicho Julio. Personaje muy de cartón-piedra, por otra parte, en contraste con la afinación con que Adelaida García Morales esboza a sus personajes femeninos. Muy por encima de todos el de la ausente Nieves, a la que vamos conociendo por lo que nos cuentan de ella la señorita Medina y Julio, pero sobre todo por el monólogo que hacia su hermana dirige, en segunda persona del singular, Silvia. De esta manera Nieves se nos aparece como un personaje rebelde, un poco hippy avant la lettre, bastante improbable en los primeros sesenta, años en los que sitúa Adelaida García Morales sus andanzas, pero cargado de la radicalidad que habría de llevarla a la muerte violenta que sirve como detonante a esta historia. Y si Nieves me parece improbable es porque algunos de sus actos: hacer el amor en público en el Parque de María Luisa, incorporarse esporádicamente a un prostíbulo sevillano, al modo de la Belle de jour de Joseph Kessel, no encaja nada en esos inicios de la década de los sesenta, máxime viniendo de un personaje de la clase media, alumna de un colegio de monjas, etc. Pero es que además La señorita Medina quiere ser una novela en clave realista, en cuyo caso las licencias o hipérboles convendría medirlas con vara muy rigurosa. Claro que por encima de estos defectos, y de alguna que otra truculencia, se alza el estilo de Adelaida García Morales, uno de los más atractivos de la narrativa española actual. García Morales escribe como quien habla, pero con la elegancia de quien huye por igual de la afectación y de los vulgarismos. De ahí el particular encanto de esta escritora nacida en Badajoz pero criada en Sevilla, y su dominio de la geografía hispalense es evidente, que construye sus novelas como, pongamos, edifica sus películas Eric Rohmer; sin plan aparente, sin estrategia narrativa ostensible. Independientemente de que ésta exista (sólo que no se deja ver). Así La señorita Medina, novela a la que, lástima, le puede ese afán desmesurado de sorprender al lector, que arruina un fin por déjá vu inesperado en autora tan sutil y exigente como Adelaida García Morales.

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Ficha técnica

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