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BKK 1

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«Phnom Penh es mucho más cosmopolita que Saigón», me decía un amigo que vive en la primera ciudad durante una reciente visita mía. Lo hacía con un tonillo desafiante, como si, por vivir en Saigón, yo tuviera obligación de sacar la cara por mi ciudad. Nada tan lejos de mi intención, porque en general comparto la opinión de mi colega. Pero en todo hay matices.

Si se comparan los centros modernos de ambas ciudades, el Distrito 1 de Saigón y el de Boeung Keng Kang en Phnom Penh (BKK-1, en la jerga local, es el espacio delimitado por la avenida Sihanouk al norte, la de Mao Tse-tung al sur, y las de Monivong y Norodom al oeste y este), no hay discusión. A pesar de una notable diferencia entre sus poblaciones (alrededor de ocho millones en Saigón y tan solo dos millones en Phnom Penh) y entre sus flujos turísticos (Saigón tiene muchos más visitantes extranjeros que Phnom Penh), en BKK-1 se respira un aire más cosmopolita. Es muy sencillo hacerse entender en inglés; hay más restaurantes, bares y discotecas y más escuelas internacionales; el diseño urbano es más moderno; los escaparates se adornan de forma más llamativa; hay supermercados y tiendas especializadas con toda clase de productos extranjeros.

En Phnom Penh sale todos los jueves una publicación (The Advisor) que recoge las posibilidades de ocio de la semana (aunque muchas se repiten durante meses), como si aquello fuera Londres, París o Reus. En Saigón, para saber lo que hay que hacer, uno tiene que leer la revista Vietnam Economic News que publica The Guide, un suplemento mensual de lo más acartonado y que recoge las escasas novedades que pueden encontrarse en las principales ciudades del país. La gran diferencia entre ambas revistas es que la primera es fruto de una empresa privada, en tanto que la segunda, como todas las publicaciones en Vietnam, depende de una rama de la burocracia local, en este caso del Ministerio de Industria y Comercio. Desde hace unos pocos años, aparece también en Vietnam el mensual The Word, que, aun afiliado con el diario gubernamental Tu?i Trè (Juventud), trata de ofrecer una visión más atractiva de la vida en la ciudad. Pero lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo suple.

¿Será, pues, Phnom Penh una ciudad cosmopolita? Tal vez sí en relación con Saigón, pero no nos engañemos. The Advisor presume de tirar tres mil quinientos ejemplares semanales, distribuidos en cuatrocientos puntos de la ciudad pero, por más que el inglés se hable cada vez más en Camboya, la mayoría de los habitantes de Phnom Penh viven de espaldas a esa lengua y, también, a las atracciones que la revista difunde. Su audiencia es otra: los turistas internacionales que se mueven por Sisowath Quay, el paseo que sigue durante un trecho al río Tonle Sap justo en su confluencia con el Mekong, y sobre todo la colonia de expatriados que trabaja y reside en BKK-1. Unos expatriados que se hacen notar más en Phnom Penh que en Saigón porque en su mayoría trabajan para las organizaciones internacionales, gubernamentales, no gubernamentales (ONG) y las empresas privadas globales que tienen un peso más decisivo en la vida de la ciudad que en Saigón.

En 1979 Vietnam había invadido Camboya para acabar con el régimen de los méroux (jemeres rojos) y las constantes fricciones fronterizas entre ambos países. La ocupación vietnamita dio paso en 1991 a una administración internacional de Naciones Unidas (UNTAC por sus siglas en inglés), bajo la cual en 1993 se restauró la monarquía (con el ubicuo Norodom Sihanouk, recientemente fallecido, al que ha sucedido su hijo Norodom Sihamoni) y se formó el gobierno de la renacida Camboya independiente.

Tras el fin de la UNTAC, la intervención internacional iba a encauzarse por medio de donaciones que, hasta hoy, han contribuido decisivamente a la economía del país. Para hacerse una idea, el presupuesto estatal de 2012 era de dos mil millones de dólares. En 2010 los donativos internacionales, canalizados directamente por Naciones Unidas, embajadas extranjeras y ONG suponían mil cien millones de dólares, es decir, más de la mitad de lo que se proponía gastar el gobierno nacional dos años más tarde. Lógicamente, la administración de ese dinero exterior, más las inversiones de empresas extranjeras, han traído al país a un gran número de expatriados de distinto rango y origen que pugnan por influir en su rumbo político.

Un paseo por BKK-1 permite hacerse una idea de su importancia. Las sedes de organismos de Naciones Unidas se cuentan allí por decenas, acompañadas por otras muchas de las ONG que operan en el país. El NGO Forum in Cambodia, una organización que las representa, incluye más de noventa, treinta y cuatro de ellas internacionales y el resto locales. Las hay de todas clases y para todos los gustos. En total, hay una ONG por cada ciento cincuenta mil camboyanos.

Son esos cuadros internacionales, más los ejecutivos extranjeros de empresas globales y algunas elites locales quienes tratan de darle un creciente sabor cosmopolita a Phnom Penh. Como no podía ser menos, el que defienden es un sabor inspirado en el modelo de desarrollo humano de la ONU. Hace años que la ONU utiliza ese baremo para sustituir al de desarrollo económico que, dicen sus economistas y sus antropólogos y, sobre todo, los representantes de países de bajo desarrollo económico, no hace justicia a la realidad. El índice de desarrollo humano se basa en un conjunto de políticas sociales y de medio ambiente que, según se dice, permiten calibrar más acertadamente si mejora la suerte de los grupos más desfavorecidos y si se los empodera, como suele decirse en la jerga burocrática de esa organización. Es una meta loable que lo sería aún más si, de paso, no sirviese para orillar asuntos que los gobiernos de los países en desarrollo prefieren no tener que explicar a la opinión pública como, por ejemplo, el peso de la corrupción en el sistema o el respeto al imperio de la ley y a los procesos democráticos, cosas sin las cuales la defensa de los derechos humanos de los débiles y de los oprimidos y, menos aún, su empoderamiento se torna una misión imposible.

En esquivar estas minucias, el gobierno de Phnom Penh se muestra tan cosmopolita como el que más.

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