Soliloquio gay
Hace unos años, comentando con un catedrático de sociología el vertiginoso incremento del índice poblacional de homosexuales por metro cuadrado en nuestras ciudades, me decía que, si bien el sexo entre hombres es cosa más vieja que el oficio de ser puta, y no tanto, en cambio, como el deseo de la hembra por el macho y viceversa, para cuya refrendación se remitió nada menos que a las células procariotas, la replicación de ADN y la mitosis, asunto que ahora no viene al caso dilucidar, me decía el catedrático –prosigo– que el citado incremento de maricones («hasta maricón se puede decir con respeto y con cariño», se lee en la página 35 del libro que nos ocupa) era un rasgo