Ni una ni trina
Se haya debido a requisitos editoriales o haya obedecido a exigencias de autor, hay que admitir de entrada que la decisión de publicar El día del Watusi en tres entregas ha conseguido generar el ambiente de expectación crítica que le convenía a una apuesta tan ambiciosa como la planteada por Francisco Casavella. De hecho, tras la aparición del primer volumen, Los juegos feroces, no fueron pocas las voces que creyeron reconocer, además de una excelente novela, la primera parte de lo que se perfilaba como uno de los proyectos narrativos más notorios de los dedicados a la España de la transición. No obstante, como suele ocurrir que a las apresuradas previsiones entusiastas les siguen después muy hondas decepciones, con el