
Los sueños y la historia
«Toda la vida es sueño», declamaba el príncipe Segismundo en la gran obra de Calderón de la Barca, y acababa uno de sus monólogos con esta afirmación: «y los sueños, sueños son». Se traen a colación estas palabras como una pequeña muestra del gran interés que suscitaban los sueños en la España del período moderno. En su tiempo, el siglo XVII, Calderón no era el único que utilizaba los sueños y, en general, el soñar, como elemento esencial de la trama teatral, o de la reflexión filosófica. Unas décadas antes, el ensayista francés Michel de Montaigne aseguraba en uno de sus ensayos que «aquellos que han comparado nuestra vida a un sueño están totalmente en lo cierto: cuando dormimos estamos despiertos; cuando estamos despiertos, dormimos». Los llamados autores clásicos también estaban profundamente interesados en los sueños: desde Aristóteles y Platón hasta Artemidoro, Cicerón y San Agustín. Este interés por los sueños no se paró en los tiempos antiguos, sino que continuó durante el Renacimiento y la Ilustración (Montaigne, Descartes, Shakespeare, Locke, Hobbes, Kant, Leibniz).