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La propia vida

La canción de Dorotea

ROSA REGÁS

Planeta, Barcelona, 305 págs.

Premio Planeta 2001

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Esta es la historia de la relación entre dos mujeres completamente diferentes. O mejor, es la historia de una mujer que se queda hechizada por una mujer completamente diferente a ella. Aurelia, la narradora de La canción de Dorotea, profesora universitaria, burguesa, contrata a Adelita, una mujer humilde que no se resigna a la mala vida que le ha tocado en suerte, para que cuide de su padre y de la casa de campo en la que vive. Aurelia heredará la casa tras la muerte de su padre (un personaje que recuerda al protagonista de Luna lunera, aquel moribundo que relata largamente a sus familiares la historia de su vida) y los vínculos con Adelita se estrecharán: Adelita pasará a ser una obsesión, un enigma que resolver para Aurelia, la razón para no renunciar a la vida.

Rosa Regàs (Barcelona, 1933) ha escrito una novela gótica totalmente contemporánea. Algunos de los elementos clásicos del género están presentes: una casa aislada en mitad del campo y un tanto fantasmal, una propietaria que vive sola (aunque mantenga una relación sentimental con un hombre que a veces le acompaña), un ama de llaves misteriosa con una familia de hombres casi zombies, un jardinero extranjero, un extraño que se ve siempre de lejos…, pero la funcionalidad de la prosa, que va de la mano de una Aurelia que no se detiene en estos elementos mientras intenta esclarecer las zonas de sombra, hace que el relato no quede aplastado por las marcas del género. Otras escritoras españolas se han visto muy atraídas por las atmósferas misteriosas: Cristina Fernández Cubas, Adelaida García Morales, Pilar Pedraza o, más recientemente, Espido Freire. Adelita, menuda y mentirosa, va creciendo como personaje fascinante, con un lado oscuro muy inquietante, y Aurelia, brillante profesional, se va empequeñeciendo: sus vidas no consiguen funcionar jamás como vasos comunicantes que tienden a equilibrarse.

La duración de la historia a lo largo de varios años es otra renuncia a la convención gótica del tiempo de la acción, que se suele presentar más acotado; este relato dilatado está más cerca en su desarrollo de las novelas breves de la italiana Natalia Ginzburg (en especial de Sagitario, donde cuenta una terrible amistad entre una aldeana con aspiraciones y una diseñadora de moda, que próximamente publicará en castellano Espasa Calpe); los elementos intrascendentes son los que engrandecen la novela, cierta rutina es la que mejor expresa el lado misterioso. El banal robo de un valioso anillo hace que Aurelia se vea implicada en una investigación que señala a su empleada Adelita como culpable. Se entra así en el mejor momento de La canción de Dorotea, cuando la relación envenenada entre las dos mujeres pasa a desarrollarse en un escenario circular kafkiano: comisarios de policía que no son comisarios de policía, abogados que no son abogados, hechos que son sólo apariencias, peripecias legales irresolubles, plazos temporales continuamente alterados… Rosa Regàs sabe transmitir al lector la sensación de angustia y de desesperación de Aurelia, que se encuentra en mitad de una tempestad: no puede gobernar la nave de su propia vida y el auxilio que espera del exterior, en especial de su amante, no acaba nunca de llegar. (Lo cierto es que los distintos papeles que encarnan los hombres en la novela son casi siempre deplorables; los siete pecados capitales se pueden referenciar una y otra vez en cada uno de ellos.)

A partir de este buen planteamiento, la novela sufre una quiebra; Rosa Regàs prefiere no seguir la escalada de terror casi transparente (mucho más cercano a Henry James que al Stephen King de El resplandor, por ejemplo), introduce materiales biográficos de Aurelia (su carrera, su decepción política, sus relaciones amorosas, la vida con su padre…), que añaden poco a la trama, y escenifica una intervención casi exmacchina de dos personajes laterales que revelan elementos que habría sido más interesante que la propia Aurelia descubriera: se hace demasiada luz de golpe para una «luz de gas» que funcionaba muy eficazmente. Quizá, porque el primer impulso de Rosa Regàs haya estado más cerca de la mirada psicosociológica que de la genérica, donde, queda demostrado, tiene mucho que aportar. De hecho, la tesis central del libro, según la cual todo el mundo tiene derecho a su propia vida, a entonar su propia canción, hace resaltar el aspecto más «real» en detrimento del fantástico (el eco de la necesidad de un «cuarto propio», de Virginia Woolf, queda claro).

Cuando el contrato entre las dos mujeres finaliza, porque Aurelia no puede soportar ya más la presencia y las mentiras continuas de Adelita, de quien sigue realmente enganchada por lazos que mezclan el afecto y el terror, se desvela la «otra» vida de la empleada, la que vive bajo el nombre de Dorotea, cuyos límites merece la pena ampliar con un libro reciente «muy real», La vida sexualde Catherine M. (Anagrama), de Catherine Millet. La novela no podía tener sino un final trágico (aunque quizás el verdadero final no sea otro que la constatación de que Aurelia y Adelita están condenadas a no tener un lenguaje común, a ser víctimas de un invisible muro de servidumbres), que Rosa Regàs rodea de nuevo del clima gótico: conspiraciones y asesinatos.

El amor, los amores, eran en buena medida el centro de las primeras ficciones de Rosa Regàs; en sus dos últimas novelas es la muerte la que empieza a enseñorearse.

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Ficha técnica

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