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Las pasiones, al descubierto 

VIAJE EXTRAORDINARIO AL CENTRO DEL CEREBRO

Jean-Didier Vincent

Anagrama, Barcelona

Trad. de Cristina Zelich

464 pp. 23 €

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Sólo un ciudadano del país donde se utilizó profusamente la guillotina puede comenzar su libro afirmando: «para matar a un hombre, basta con cortarle la cabeza». Es la manera, indiscutiblemente eficaz, que Jean-Didier Vincent tiene de anunciar al lector del libro aquí reseñado que ese órgano representa todo nuestro yo. Bueno, «todo» quizá no. Aunque el texto incluye información y diagramas sobre los mecanismos y circuitos que median en actividades como dormir, comer, reír, amar, recordar o hablar, entre otras, la invocación del alma es constante.

El libro es extenso, pero posee una estructura fragmentada que permite una lectura a saltos. Todo depende de lo que busque el lector. Para cada actividad hay una sección con datos anatómicos y biológicos, otra sección con una evaluación muy personal del autor sobre el aspecto pasional de esa actividad y, finalmente, un apunte de otro colega científico especialista invitado. La primera sección contiene datos generalmente actualizados que serán de interés para quienes busquen conocer los mecanismos del cerebro. La sección principal, en la que Vincent desvela su visión del tema, será lectura obligada para románticos y vitalistas en general. Como en sus libros anterioresBiología de las pasiones, trad. de Joaquín Jordá, Barcelona, Anagrama, 1988, y La Chair et le Diable, París, Odile Jacob, 1996, entre muchos otros., fragmentos de los cuales incluye aquí en forma de cuadros, los estados funcionales del cerebro le parecen al autor indisolublemente ligados a la psique: «No es el cerebro el que piensa, sino el hombre que posee ese cerebro; no es el sistema nervioso el que siente, actúa y reacciona, sino un sujeto en un mundo que le pertenece». La selección de los invitados especialistas en cada uno de los temas tratados ha sido muy cuidadosa. Para empezar, todos franceses y, desde luego, ningún discrepante con el dualismo militante del autor. Es cierto que la literatura científica y de divulgación está plagada de términos y autores anglosajones, pero aquí el lector pude sacar la conclusión de que toda la neurobiología del cerebro se ha hecho en Francia, incluidos los primeros estudios de Eric Kandel sobre el caracol marino Aplysia y que le valieron el Premio Nobel de 2000 (a él, no a su colega francés). ¿Recuerdan dónde se acuñó el término «chauvinismo»?

En realidad, este libro es una mezcla original entre divulgación científica y expresión literaria muy intimista. Hay relatos, como el perfil de un alcohólico en Nueva York, que son conmovedores. Otros, como los textos sobre el placer y la felicidad, que nos hacen subir a ese tren en el que se nos invita a viajar. La sección dedicada a «los mapas del amor», escrita por un francés, no puede evitar el tópico del savoir-faire. Incluso dejan traslucir una cierta confesión personal del autor que está dirigida, quizás, a una de las invitadas especialistas, Lucy Vincent, su esposa y autora ella misma de un libro sobre el arte de amar. Hablando del olfato, es inevitable la referencia a Proust y su aroma a magdalenas recién horneadas. Para compensar nuestra inmediata secreción gástrica, el libro incluye una receta –magdalenas con miel y lima– que recomiendo.

La vena poético-confesional es, a veces, más que evidente: «Sinapsis impacientes, cuántos se han perdido en vuestras hendiduras estrechas en busca de su alma, buscando un receptor y nunca han regresado». El libro se cierra con un apéndice, una historia de los descubrimientos sobre el cerebro, que tiene vocación universal. Arranca en las pinturas rupestres de las cuevas de Lascaux (¡cómo iba a ser Altamira si está del otro lado de la frontera!), menciona brevemente al dúo Golgi-Cajal (¡nunca hubo pareja más discrepante!) y termina con los mínimos progresos y las decepciones, precisamente lo que necesita proclamar un animista para justificar su interpretación de la vida consciente. Lo cierto es que muchos de los temas abordados en este libro distan mucho de poder describirse en términos moleculares y celulares absolutos, y el autor prefiere defender conceptos inmateriales, al menos por el momento, para explicarse asimismo el mundo en el que vive. Esta ignorancia actual hace que el «viaje al centro del cerebro» sea, más bien, un viaje alrededor del cerebro. El recurso a la imaginación ha sido la solución que la humanidad ha dado siempre a la ignorancia. En los asuntos del cerebro parece ser aún muy necesario, al menos para algunos. Aunque esa imaginación puede apaciguar la ansiedad del no saber, conviene recordar que sin inquietud no hay conocimiento posible. Retornando a la guillotina, ¿dónde va a parar la psique cuando la cabeza cae al cesto?

La traducción podría haber evitado errores como «todos los seres humanos tienen diez millones de neuronas» (pobre bagaje para tanta pasión) si el término original millard hubiera sido entendido correctamente como lo que es: mil millones. Los dibujos de François Durkheim para ilustrar los circuitos funcionales son simples pero informativos. El autor, Jean-Didier Vincent, es un digno compatriota de Henri BergsonHenri Bergson (1859-1941), filósofo francés interesado por la relación entre psicología y biología. Defensor de la intuición como método de acceso a la realidad y del concepto de élan vital para definir la vida, su evolución y sus inagotables posibilidades. Autor de, entre otras obras, de Essai sur les données immédiates de la conscience (1889), L’évolution créatrice (1907) y Les deux sources de la morale et de la religion (1932). , que trata de insuflar vitalismo en un mundo cada vez más consciente de su naturaleza mecanicista. Su libro contiene aromas de buen gusto y posos de indudable valor nutritivo. La digestión, sin embargo, puede causar alucinaciones. En definitiva, un libro muy francés que conviene leer con mentalidad inglesa.

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Ficha técnica

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