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Una síntesis lograda

La patria soñada. Historia del nacionalismo vasco desde su origen hasta la actualidad

Santiago de Pablo

Madrid, Biblioteca Nueva, 2015

432 pp. 22 €

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Está fuera de toda duda que Santiago de Pablo, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco, es uno de los más rigurosos especialistas en la historia del nacionalismo vasco, como lo acredita, desde hace ya muchos años, su impresionante producción de estudios y monografías. Quiero decir que De Pablo, en lo referente a dicho campo, viene a ser lo que en la jerga académica se denomina una fuente secundaria absolutamente fiable, y este último título salido de su escritorio no desmiente tal caracterización, sino todo lo contrario.

La patria soñada se presenta como una síntesis de los conocimientos históricos más sólidos existentes hasta la fecha acerca del nacionalismo vasco. En buena parte, proceden de una labor de equipo emprendida a finales del pasado siglo por el autor y otros dos catedráticos de la misma universidad, José Luis de la Granja y Ludger Mees, a la que se ha sumado en los últimos años José Antonio Rodríguez Ranz. Pero comprenden asimismo aportaciones ajenas seleccionadas por De Pablo con excelente criterio. Toda vez que se echaba en falta una obra de divulgación suficientemente actualizada sobre dicha materia, cabe decir que La patria soñada colma con creces tal carencia. Escrita con elegancia y claridad, no sólo constituye una introducción muy recomendable para los no iniciados, sino una lectura obligada para los expertos. Porque, en efecto, el autor amplía (y en algún caso modifica) la visión hasta ahora aceptada de determinados aspectos de la historia del nacionalismo vasco. Por ejemplo, su relación con la jerarquía eclesiástica antes de la Guerra Civil. Como muy acertadamente observa De Pablo, «en contra de esa leyenda que identifica sin más al PNV como un mero resultado del acendrado catolicismo vasco, cuando tuvieron que tomar decisiones, los obispos de Vitoria se inclinaron mucho más por el españolismo que por el nacionalismo vasco» (p. 87). Y destacable resulta, en particular, la finura con que aborda y expone el espinoso caso del obispo Mateo Múgica Urrestarazu, primer titular vascohablante de la diócesis de Vitoria, que, acusado de separatista por los sublevados durante la Guerra Civil, tuvo que exilarse en Roma, acogiéndose a la protección de la Santa Sede. Múgica, un antirrepublicano obsesionado por la unidad de los católicos, condenó la alianza del PNV con las fuerzas del Frente Popular en la famosa carta pastoral conjunta de los obispos de Vitoria y Pamplona (Marcelino Olaechea) del 6 de agosto de 1936, cuya autoría atribuirían los nacionalistas vascos al cardenal Gomá. Lo que no quita para que el mismo Múgica negara dos meses más tarde a los militares rebeldes el derecho de juzgar a los curas vascos encarcelados y acusados de separatismo y traición, catorce de los cuales fueron asesinados. En realidad, los sublevados convirtieron el vasquismo de Múgica y de otros clérigos de su diócesis en flagrante delito de separatismo, con el beneplácito del sucesor de Múgica, monseñor Laucirica, que, entre otras medidas contra el clero vasquizante, mantuvo hasta su muerte el ostracismo infligido al profesor del seminario vitoriano José Miguel de Barandiarán, un sacerdote guipuzcoano de la misma pasta y sensibilidad que Mateo Múgica, su paisano y mentor. Barandiarán fue, con Pedro Bosch Gimpera, uno de los prehistoriadores españoles del siglo XX más reconocidos y respetados por la comunidad científica internacional.

Las actitudes de la jerarquía católica vasca, que oscilaron entre el vasquismo apolítico de Múgica y el españolismo antinacionalista de los obispos Cadenas y Laucirica, recuerda el sistemático antinacionalismo del episcopado irlandés anterior a la sublevación de la Pascua de 1916, cuya represión suscitó una oleada de unanimidad antibritánica en la mayoría católica que obligó a los prelados a aproximarse al fenianismo. La Irlanda católica proporcionaba los cuadros superiores no sólo al clero católico de las islas, sino al de Estados Unidos. Por otra parte, su presencia en la curia romana, así como en las altas dignidades de las principales órdenes religiosas, no era desdeñable. En tal situación, un compromiso con el secesionismo e incluso un énfasis en la militancia cultural gaélica les habría restado influencia fuera de Irlanda. El caso de los obispos vascos no era muy distinto. No monopolizaban la representación del catolicismo español, lógicamente, pero ejercían sobre éste una hegemonía compartida con el alto clero catalán (las dos regiones constituían los más fecundos veneros de vocaciones de la Iglesia española), y de ahí que no les conviniera inclinarse a particularismos vernáculos. Frente a dos obispos marcados como separatistas (Múgica y Vidal Barraquer), la mayoría de los prelados vascos y catalanes (Olaechea, Laucirica, Plá y Deniel, Gomá…) optaron claramente por un nacionalcatolicismo españolista y unitario desde la rebelión militar del 18 de julio de 1936. De Pablo aborda la cuestión con objetividad encomiable.

Sin embargo, la propia pretensión de aportar nuevas claves habría exigido, a mi juicio, un aparato de notas y referencias cuya total ausencia chirría. La lista bibliográfica final («Treinta libros sobre el nacionalismo vasco») de las páginas 405 a 407 parece a todas luces insuficiente y se echa de menos, además, un comentario orientativo de cada uno de los títulos. Aunque no otra haya sido la intención del autor y el proyecto de la editorial, La patria soñada ha desembocado en algo más que una «breve historia» al uso. Una breve historia que rebasa las cuatrocientas páginas será lo que se quiera menos breve. Con todo, el resultado es francamente brillante.

Jon Juaristi es catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alcalá. Sus últimos libros son Miguel de Unamuno (Madrid, Taurus-Fundación Juan March, 2012), Espaciosa y triste. Ensayos sobre España (Barcelona, Espasa, 2013), Historia mínima del País Vasco (Madrid, Turner, 2013), A cuerpo de rey. Monarquía accidental y melancolía republicana (Barcelona, Ariel, 2014) y Estrella de la paciencia (Santander, La Huerta Grande, 2015).

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