El bachiller Juan de Itzea, trasunto barojiano de Mister Pickwick, defiende la amable utopía de una república del Bidasoa sin frailes ni moscas ni carabineros, pero vislumbra lúcidamente un porvenir menos consolador bajo un intolerante nacionalismo vasco, y se cura en salud poniendo a la futura nación euscaldún «una condición fundamental imprescindible, que sería la libertad absoluta de conciencia para vascos y no vascos que viviesen en el país. Otra condición importante sería la autonomía de las villas y ciudades». Al escribir en 1918 ó 1919 estas líneas de su Momentum Catastrophicum, Baroja piensa, sin duda, en las ciudades francesas de la Edad Media evocadas por Auguste Thierry, o en las villas medievales vascas, cuyas improbables libertades había celebrado, en