Buscar

Sobre La Hermandad de la buena suerte

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Estimado Sr. Director:
 

Quisiera someter a la consideración de los lectores algunos comentarios sobre la crítica de Martín Schifino a mi novela La Hermandad de la Buena Suerte («Fábula imperdurable», n.º 146). No se trata ni mucho menos de una protesta polémica, todo lo más un triste gemido, fruto supongo de la susceptibilidad en carne viva que tenemos los autores, ay, a nuestro pesar. Y empiezo, como es debido, por agradecer al Sr. Schifino la generosa amabilidad de sus consideraciones generales sobre mi obra y mi tarea de escritor. Pero ya al entrar en la novela, tras un resumen de su argumento, dice: «El Profesor, que narra la mitad de los capítulos de la novela en una primera persona reflexiva y algo plañidera (la otra mitad está en tercera). El Profesor […] desea probar racionalmente que la suerte no existe». Pues bien, en realidad son dos los narradores en primera persona, el Profesor y el Doctor, mientras que el otro tercio del libro está efectivamente en tercera. Y es precisamente el Doctor, no el Profesor, quien desea probar que la suerte no existe, muy al contrario de lo que supone su compañero. Dado que en la contraposición de esas dos voces y de los caracteres de ambos personajes está en buena parte el intríngulis formal de la narración, esta atropellada inadvertencia no carece de importancia. Quizás ese mismo apresuramiento influye luego también en la caracterización de los arquetipos que según el crítico pueblan el libro. Por ejemplo, menciona «la rubia boba». Bueno, en la novela no aparece ninguna rubia, ni boba ni lista: sólo una guapa periodista morena que no ha leído el Quijote ni aprecia el turf, aunque no sé si esas dos deficiencias bastan para catalogarla como «boba». Me temo que la «rubia boba» es un estereotipo del cine negro que se proyecta sobre mi relato pero no aparece en él. Y ello puede explicar también su tajante afirmación de que en mi ensayo La vida eterna no hay ninguna visión original, limitándose mi contribución a ordenar lo dicho por polemistas del tema religioso «desde Richard Dawkins a Christopher Hitchens, pasando por Leszek Kolakowski, Karl Strauss y Michel Onfray». Pues bien, a Dawkins sólo se le cita en un capítulo, a Hitchens no se le comenta porque su polémico libro God is Not Great apareció casi a la par que el mío y no pude leerlo hasta después, de Onfray sólo hago una broma de media línea y Karl Strauss francamente no sé quién es (quizá se refiera a Leo Strauss, al que cito en una nota a pie de página). En todo y por todo, página y media en un libro de casi trescientas: ¿seré demasiado picajoso si me quejo de cierta injusticia en el dictamen? En efecto, intento que mi prosa –mejor o peor– sea siempre de lo más clara y accesible; como contrapartida, espero del lector que lea efectivamente mi libro, no simplemente que lo hojee. Lo cual no quita que probablemente la fábula que cuento sea «imperdurable», como dice Schifino. La verdad es que, como yo tampoco creo que vaya a ser tan perdurable como quisiera, la transitoriedad de mi obra me parece asunto menor.

Cordialmente,
Fernando Savater
 

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

2 '
0

Compartir

También de interés.

Schoenberg como Schoenberg

Una de nuestras mejores editoriales, Acantilado, ha tenido la estupenda idea de publicar este…