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Batallas de la memoria

Memory Battles of the Spanish Civil War. History, Fiction, Photography

Sebastiaan Faber

Nashville, Vanderbilt University Press, 2017

256 pp. $34.95

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El hispanista Sebastiaan Faber (Ámsterdam, 1969) se ha distinguido por su atención a cómo la imbricación social de los intelectuales condiciona sus perspectivas, analizando aspectos como la dependencia de los exiliados republicanos respecto a las instituciones mexicanas en Exile and Cultural Hegemony. Spanish Intellectuals in Mexico, 1939-1975 (Nashville, Vanderbilt University Press, 2002), o los límites que el ámbito y el hábito académicos impusieron a la percepción de la Guerra Civil por parte de cinco hispanistas anglosajones en Anglo-American Hispanists and the Spanish Civil War. Hispanophilia, Commitment and Discipline (Nueva York, Palgrave Macmillan, 2008).

Nada más fácil que, en su último libro, aplicar estos mismos parámetros a Sebastiaan Faber, quien estudió español en la Universidad de Ámsterdam bajo el magisterio de Germán Gullón y se enamoró de España a raíz de vivir en nuestro país como becario Erasmus en la Universidad de Alcalá (donde su compatriota y patrono de esas becas, Erasmo de Róterdam, rechazó una cátedra en 1510, arrepintiéndose años después). Emigrado luego a Estados Unidos, es actualmente catedrático en Oberlin College, donde la excelencia académica es paralela a la irrelevancia social, lo que muy pronto le causó «a personal sense of frustration» (p. 4). Como hiciera Francisco Ayala en el exilio, Faber muy pronto se cuestionó: «¿Para quién escribimos nosotros?» Su personal respuesta fue empezar a escribir para un público más amplio, algo para lo cual decidió subirse al tren de la memoria histórica: «I happily hitched a ride on the memory bandwagon» (p. 3). Este libro, por tanto, tiene las virtudes y defectos de reunir las contribuciones que surgieron al hilo de polémicas sobre cuestiones actuales, aunque el autor se ha esforzado por engarzarlos con una mínima coherencia general.

Seguramente la parte más novedosa sea la primera, dedicada a las artes visuales, donde se analiza el efecto que tuvo sobre la fotografía la confluencia de tres fenómenos: un momento expansivo del periodismo internacional, un auge del compromiso frente al fascismo y la vertiginosa innovación en cuanto a formas y métodos de producción visual y su distribución. Como paradigmas de esta nueva fotografía aparece un trío de refugiados judíos centroeuropeos que por razones comerciales adoptaron nombres de resonancias norteamericanas: el húngaro Robert Capa (Endre Ern? Friedmann), la alemana Gerda Taro (Gerta Pohorylle) y el polaco David Seymour, alias Chim (David Szymin). Las fotografías de este trío habían sido la revelación de la exposición «Foto 37», que se celebró en Ámsterdam en el verano de 1937. A partir de una imagen que muestra al periodista holandés Peter Alma trabajando en la exposición con unas tijeras en la mano, Faber aborda las relaciones entre documento y montaje, mostrando claramente que la manipulación fotográfica no era considerada como contraria a la verdad, y que las fotografías eran la materia prima para artefactos que combinaban valor referencial y simbolismo. Así, una exhaustiva investigación en los fondos del Instituto de Historia Social de Ámsterdam llevó a Faber a descubrir cómo la llorosa madre con su hijo en un famoso cartel sobre los bombardeos de Madrid (y que figura en la portada del libro), procedía en realidad de una instantánea sobre los funerales de Durruti, o que las mujeres que miran hacia arriba expectantes originalmente no oteaban los aviones alemanes, sino que asistían a un mitin sobre la reforma agraria en Extremadura, antes de la guerra. En ambos casos el montaje utilizaba imágenes procedentes de un ambiente de combatividad política (el duelo por un revolucionario anarquista, en el que madre e hijo alzaban los puños –recortados en los carteles; la reivindicación de la tierra para quienes la trabajan?) para despertar un sentimiento humanitario susceptible de ser asumido por la mayoría de la población, algo que supo ver pronto Willi Münzenberg y en lo que basó el éxito de su propaganda.

El grueso del libro, sin embargo, está dedicado a la representación historiográfica y ficcional del pasado reciente español (Guerra Civil y franquismo), sobre todo a raíz de la tramitación de la Ley de Memoria Histórica promulgada en la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, que dio lugar a incontables debates, «as intense as improductive», según Faber (p. 58), lo cual no le impidió volcarse en ellos, entrando en pugilato dialéctico con historiadores y escritores españoles, sobre todo con Santos Juliá, a quien tilda de «anacrónico» y de tener «una visión idealizada del historiador» (p. 69), y Andrés Trapiello, al que acusa, por un lado, de tener una doble vara de medir, mucho más severa hacia los escritores comunistas que hacia los falangistas, a lo que añade que, si los intelectuales españoles, según Trapiello, no estuvieron a la altura del momento histórico durante la Guerra Civil, tampoco él lo estuvo en su libro, ya que acaba «sucumbiendo a la frivolidad, la tendenciosidad y las medias verdades» (p. 132). Las respuestas de ambos no se hicieron esperar y, si Juliá acusaba de difamación a Faber, en especial por haberle imputado desprecio hacia las víctimas (imputación suprimida en el libro), Trapiello, aún más enojado, acusaba a Faber de «falta de probidad intelectual», comparándolo con un delator político o incluso con un «chequista». Qué duda cabe de que, si no se creó amigos, el hispanista holandés llegó con estos textos provocadores más allá de la vitrina académica y experimentó que «la polémica puede ser un género productivo: obliga a los participantes a definirse con más nitidez». 

Otros autores que aparecen «como en tablilla de excomunión», que diría Menéndez Pelayo, son Antonio Muñoz Molina, respecto a Todo lo que era sólido, un libro «directo, valiente y original» (p. 149) que, sin embargo, termina por resultar a Faber «irritantemente vago» (p. 151), quizás por no definirse con esa nitidez que él prefiere; Javier Marías, por Tu rostro mañana,  es calificado de «novelista irresponsable»; y, por encima de todos, Javier Cercas, cuya invención de la «novela sin ficción» compara con «la cerveza sin alcohol: aguada, demasiado dulce y un tanto puritana» (p. 192). Para colmo, ese subgénero patentado por el escritor extremeño tendría una gravísima «tara constitutiva», que es que «contiene demasiado Cercas. Al eliminar la ficción de la novela, lo que podría ser dramático se hace melodramático; lo que podría ser emoción se hace patetismo; lo que podría ser ingenio se hace trampa; lo que podría ser opinión se hace prédica; y lo que podría ser literatura se hace kitsch» (p. 205). Aunque quede al margen de este libro, Faber volvió recientemente sobre el mismo punching-ball con «La vergüenza de Javier Cercas», publicado en La Marea a raíz de su novela El monarca de las sombras y donde analizaba su ambigüedad como clave de su éxito comercial

Frente a los autores criticados, que Faber considera miembros de un establishment que domina el campo intelectual en España, hay, por supuesto, compañeros de viaje cuya labor en la oposición es encomiada. Así, en el campo de la historiografía se reivindica la labor de cinco historiadores entrevistados: tres anglosajones (Gabriel Jackson, Paul Preston y Helen Graham) y dos españoles (Ángel Viñas y Pablo Sánchez León). Si los tres primeros coinciden en haber tenido en la Guerra Civil el origen de su fascinación por nuestro país (tanto Preston como Graham, nacidos en Liverpool, heredaron la guerra de España como lugar de memoria de la izquierda británica), Viñas y Sánchez León, a pesar de la diferencia generacional, comparten actitud reivindicativa ante el conocimiento general de la historia reciente. Se entrevista, asimismo, al antropólogo Francisco Ferrándiz, seguramente el mayor especialista en la repercusión de las exhumaciones de las fosas comunes (véase su libro Necropolitics. Mass Graves and Exhumation in the Age of Human Rights, Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 2017), al periodista y activista Emilio Silva, fundador en 2000 de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, y, para la representación visual del pasado, al fotógrafo Gervasio Sánchez y la documentalista Montse Armengou.

Innegable simpatía muestra Faber también por un periodista con quien comparte el gusto por la polémica, como es Gregorio Morán, del que reseña su tan irregular como exitoso El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España 1962-1996. Conociendo la visión del holandés sobre el desarrollo de la cultura española reciente, no es de extrañar que su evaluación sea bastante positiva sobre un libro que, por muy «entretenido y jugoso» (p. 137) que sea, adolece, como expliqué en otro lugar («Las Españas del Exilio», Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 775 (2015), pp. 18-33), de enormes lagunas y de un soberbio desprecio por la labor filológica, factores que lo invalidan en su pretensión de historia literaria. En ello coincide al final también Faber, quien a pesar de su admiración por la iconoclastia de Morán (al que compara con Harry el Sucio), confiesa que no es una «alternativa sostenible a la crítica académica tradicional», por lo que termina enunciando el deseo de que dicha alternativa sea construida por «los que nos dedicamos a reflexionar y escribir sobre España desde universidades extranjeras» (p. 146). Al parecer, al sistema universitario español hay que darlo por perdido para la investigación sobre nuestra historia y letras, aunque para cualquiera que haya trabajado en otros sistemas académicos (incluyendo el estadounidense), es obvio que el nepotismo y la mediocridad son plantas que florecen con igual feracidad que en nuestra tierra.  

En su breve epílogo, «The Past Belongs to Everyone», Sebastiaan Faber defiende el camino que adoptó hace unos años cuando decidió salir del cerco académico, hastiado de su escasa influencia social. Y, sin duda, la suya ha sido una trayectoria peculiar desde entonces, agitando, con sus pedradas, las aguas de la actualidad literaria o histórica. Pero, pese al interés de las polémicas, a la larga, no son éstas las que conforman nuestro canon literario o la interpretación predominante de nuestra cultura, al igual que la Universidad del Barrio idealizada por el autor no puede sustituir a la Complutense, la Autónoma o la Carlos III. Sin duda, y aunque su eco instantáneo sea mucho menor, lo más digno que quedará de estos años en la bibliografía de Faber serán sus contribuciones a proyectos colectivos como el libro coordinado por Mari Paz Balibrae, Líneas de fuga. Hacia otra historiografía cultural del exilio republicano español (Madrid, Siglo XXI, 2017) o a la inminente y ambiciosa Historia de la literatura del exilio republicano de 1939, en varios volúmenes, coordinada por Manuel Aznar Soler y José Ramón López García.

Mario Martín Gijón es profesor en la Universidad de Extremadura. Es autor, entre otros, de La patria imaginada de Máximo José Kahn. Vida y obra de un escritor de tres exilios (Valencia, Pre-Textos, 2012), La Resistencia franco-española. Una historia compartida (1936-1950) (Badajoz, Diputación de Badajoz, 2014) y Un segundo destierro. La sombra de Unamuno en el exilio español (Madrid, Iberoamericana Vervuert, 2018).

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