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La nueva historia de Eva

AMAZONAS CON PINCEL

Victoria Combalía

Destino, Barcelona

350 pp

33 €

LAS OLVIDADAS. UNA HISTORIA DE MUJERES CREADORAS

Ángeles Caso

Planeta, Barcelona

310 pp

21 €

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En el panteón de las musas, o de los restos olímpicos de la cultura, y después del descalabro del arte (que perdió primero su nariz clásica a manos de Picasso y otros gamberros, y luego finalmente devino en ese extraño enigma rodeado de palabras), quizá sea la Historia quien haya resistido mejor o durante más tiempo dentro de sus majestuosos ropajes de piedra. La Historia, un género femenino para una compilación mayoritariamente masculina, con protagonistas masculinos y hazañas masculinas, principalmente las guerras (del mundo occidental). Al resto de la humanidad, la humanidad femenina, extranjera, plebeya, se le concedía a veces un pequeño papel (a menudo anecdótico) en el drama de la Historia.

Esa historia tradicional era una historia esencialmente política (podríamos decir, emulando a Clausewitz, que la política es la continuación de la guerra por otros medios), nacionalista, basada en los acontecimientos, narrada siempre desde una supuesta objetividad y avalada por documentación. La nueva historia busca ser una historia «total» y, precisamente por eso, se ha fragmentado en muchas pequeñas áreas de competencia y en temas anteriormente desdeñados: desde la historia de los vencidos hasta el interés por la vida cotidiana, basada fundamentalmente en el análisis de las estructuras, con una acepción de lo que se considera documentación mucho más amplia (e igualmente métodos de «lectura» de estos mismos documentos mucho más sofisticados) y muy atenta a los elementos subjetivos que intervienen de forma casi inconsciente en cualquier interpretación o valoración. Esta nueva historia sería la que surge en torno a la publicación de la revista Annales en Francia con Bloch, Braudel y Duby en 1929, y que hoy estaría representada, entre otros, por Peter Burke y el círculo de Cambridge.

En los últimos años estamos asistiendo a una recuperación de figuras femeninas procedentes de muy distintos ámbitos: el arte, la literatura, la ciencia y también la política. Es evidente que considero a la historia de las mujeres como parte esencial de esta nueva historia que me gusta llamar «La revolución de los papeles». Pero es verdad que puede defenderse de modo legítimo que «la historia de las mujeres» es la aportación teórica e intelectual que surge como consecuencia de la actividad política de las mujeres y su asentamiento definitivo en el campo público, y que es esta realidad, junto con otros cambios de mentalidad, la que ha propiciado la existencia, la necesidad, de otra historia. En todo caso, lo importante es que hay que señalar un cambio en la esencia de lo que consideramos histórico y en la concepción misma de lo que es la historia –que procede, como siempre, de un cambio en las mentalidades–, en la percepción de la identidad misma, que en lo que respecta al Zeitgeist occidental deviene finalmente en una identidad colectiva mixta hombre/mujer.

Esta nueva identidad es la razón por la que los estudios sobre las mujeres ilustres del pasado y los condicionamientos pasados y presentes de la construcción de una identidad femenina no pueden, ni deben, entrar a formar parte de lo que se ha llamado una «historia compensatoria», sino que indagan en una herencia común que nos enriquece a todos. Así, al rescatar estas figuras femeninas, no estamos tocando un tema secundario, aunque sea inédito, emotivo, interesante, etc., sino que estamos iniciando un acercamiento más auténtico a nuestra sociedad y a nuestro pasado.

Si nos centramos en el campo de la historia, y en especial de la historia del arte, podríamos decir que si en España, desde hace al menos veinte años, se produjo un lento despertar de los llamados estudios de género, es en los últimos diez cuando exposiciones, artículos y libros manifiestan el interés creciente por esos estudios, que han logrado un lugar de privilegio en las universidades norteamericanas y que, después de trasladarse al continente europeo con cierto retraso, se han incorporado con éxito al currículo académico. Y son muchas y muchos, profesores y alumnos, los que han descubierto un filón cuasi virgen para el uso de tesis y tesinas en el redescubrimiento de figuras artísticas anteriormente desdeñadas.

En los ámbitos académicos vienen publicándose multitud de trabajos que abordan el tema de la mujer artista y distintos aspectos de la participación de la mujer en la historia del arte como, por ejemplo, el mecenazgo femenino, la educación de las artistas o el cambiante simbolismo y valoración que adquiere la mujer en función de la situación socioeconómica de un momento de la civilización o de un artista en concreto.

Como suele ocurrir, esos mismos temas han ido luego conformando libros de interés general o divulgativo con mayor o menor fortuna. No puedo por menos de señalar aquí el éxito que han tenido exposiciones y libros sobre la mujer en sea El Quijote, Rembrandt, Rubens, Goya o, sobre todo, Picasso. Es especialmente llamativo, para cualquier persona de gusto, la cantidad y la calidad de libros que ha producido el tema de Picasso y sus mujeres, tan espantosamente ramplones, en general, que merecerían contar con su propio archivo del horror erótico-artístico.

Sin embargo, a pesar de los pesares, el paso de lo estrictamente académico al libro de divulgación es siempre un paso positivo, presupone la aceptación y el interés general por un tema y creo, que son buenas las iniciativas que permiten al lector no especializado acceder a la historia de las mujeres artistas. Y desde el punto de vista de la edición española, lo más interesante es que esos libros ya no son el fruto de una traducción de otro país supuestamente más avanzado en su desarrollo social o intelectual, sino que pertenecen a autoras y autores nativos. Es con un ánimo positivo, por tanto, como abordo Las olvidadas. Una historia de mujeres creadoras, de Ángeles Caso, y Amazonas con pincel, de Victoria Combalía.

Ángeles Caso es, quizás, una de las escritoras más conocidas en el ámbito de la literatura nacional, y no hay duda del carácter vocacional de su libro. El tono íntimo que permea todo su relato histórico constituye probablemente uno de sus mayores hallazgos: un tono de diálogo personal con las mujeres que va presentándonos, alejado por igual de la pedantería y de los excesos de la erudición. Aunque sin duda hay un esfuerzo importante de documentación detrás de cada uno de los personajes femeninos que presenta, se nota que esa búsqueda se ha llevado a cabo con placer y con un afecto lleno de admiración hacia las mujeres que trata, sean éstas Hildegard von Bingen y las monjas sabias o las pintoras rebeldes del Barroco. Al rozar todas esas personalidades con su pluma, Ángeles Caso es muy consciente que cada una de ellas da para varias novelas, y sabe transmitir a sus lectores esa posibilidad. Estamos, por tanto, ante un libro ameno con el que iniciarse en el conocimiento de algunas mujeres fascinantes.

Sólo hay una objeción que hacer a esta obra, y es el desconocimiento que tiene su autora de la nueva historia, es decir, de las teorías, las posibilidades metodológicas y las distintas perspectivas que la configuran. Este desconocimiento se manifiesta de forma explícita en la bibliografía (que tiene la amabilidad y la seriedad de adjuntar al libro), y también de manera ímplicita en diversos problemas conceptuales que surgen al estudiar la relación mujer-sociedad y que la hacen caer en una simplificación excesiva, y a menudo en lo que podríamos denominar «anacronismos psicológicos»; esto es, pensar que las mujeres del pasado se movían en un mundo verbal y sentimental muy similar al nuestro, cuando precisamente ahora, como resultado de esta nueva historia, empiezan a rastrearse los matices históricos de sentimientos como, por ejemplo, la ambición, los celos, la lujuria y su relación con unas determinadas estructuras sociales, económicas, familiares y semánticas.

Victoria Combalía es una notable historiadora del arte que se ha distinguido sobre todo por sus estudios sobre autores del siglo xx: Miró, Tàpies y Picasso. Su relación personal con Dora Maar le permitió organizar la única exposición sobre esta artista que se ha mostrado en nuestro país, y que montó en 1995 en el Centro Cultural Tecla Sala, del que fue directora. En la actualidad es también asesora de Artes Plásticas de la Consejería de Cultura y Deportes de la Comunidad de Madrid.

En Amazonas con pincel nos presenta, por orden cronológico, algunas de las principales protagonistas de una historia del arte en femenino. Aunque, como es lógico, sus breves descripciones de vida y obra son mucho más ricas en detalle y concepto al llegar al siglo xx, en especial a las surrealistas, el libro está bien ilustrado y documentado, aunque se echa de menos una pequeña bibliografía y algunas notas a pie de página (entendemos que eso probablemente no sea culpa de la autora, sino de algunas editoriales que tienen un miedo feroz a cualquier detalle que pueda revelar al inocente lector el inmenso mundo del conocimiento que existe más allá de sus lindes). Escrito de forma sucinta e inteligente, es una buena obra de consulta y, para mucha gente, una útil introducción a las muchas artistas desconocidas cuyos nombres empiezan a salir a la luz.

Es interesante señalar, además, que la autora ha incluido a algunas modernas españolas que suelen faltar en esas antologías (pero de las que debe haber al menos un centenar en el mercado anglosajón), como María Blanchard, Ángeles Santos, Maruja Mallo, Remedios Varo, Esther Ferrer, Susana Solano o Carmen Calvo, que se encuentran presentadas sin complejo al lado de sus homólogas extranjeras.

Para mí, el fallo del libro es el formato. Podría pensarse que hay otra «forma» de presentar y de crear un hilo conductor que recurrir al ilustrado sistema del pseudodiccionario, que produce cierta sensación de pereza mental, como si no se pudiese encontrar otro modo de agrupar a las artistas en cuestión. Además, cada época merecería una introducción especial mucho más amplia y detallada que predispusiese a «leer» logros y luchas de las artistas incluidas en ese apartado bajo un contexto de significaciones propio de ese momento cultural y no sólo de cada una de las pintoras. De algún modo, la tipología del diccionario elude la elaboración de un discurso y, por tanto, de un pensamiento y la búsqueda de filiaciones o de «herencias» plásticas en un campo en el que todavía hay muchas más preguntas que respuestas.

Sin embargo, considero que ambas son buenas obras de iniciación, aunque se inscriben en una primera oleada editorial que privilegia el tópico sobre la originalidad y, a veces, incluso sobre la verdad. Los títulos, por ejemplo, son muy repetitivos: amazonas, olvidadas, invisibles, marginadas, histéricas, mágicas. ¿Cuándo saldremos en los estudios sobre mujeres de la falsa familiaridad con la que se trata a las víctimas (a veces heroicas) para entrar en criterios estructurales más serios o, al menos, otorgar a cada una su propio destino?

Igualmente resulta una extraña paradoja (aunque desgraciadamente muy común) que un tema surgido al calor de una nueva perspectiva histórica sea tratado de manera ajena a ella. Esto es aplicable a la casi totalidad de libros divulgativos sobre el tema de «figuras femeninas del pasado» y quizás haya que interpretarlo pensando que cuando se produce un cambio de pensamiento, de paradigma, primero llega la música y luego, mucho más tarde, la letra. Una perspectiva de género o feminista sobre la historia del arte, rama perteneciente, en mi opinión, a la nueva historia, no se resume en el descubrimiento o apuntalamiento de aquellas artistas femeninas que fueron pasadas por alto, olvidadas y/o menospreciadas. Como tampoco es suficiente añadir a esto el planteamiento de hipótesis que expliquen la visión y el símbolo de la mujer en la historia.

Una conciencia de género aplicada a la historia es aquella que entiende la historia del arte, y la historia en sí, como un relato interesado de género, clase, raza o país. Esa conciencia lleva a desvelar y analizar los elementos de juicio que han funcionado (por ejemplo, en la elección de artistas), a demostrar que lo que se presenta como valores inmutables y trascendentes son contingentes e interesados, y a evidenciar las estructuras que han sostenido el relato. También lleva a proponer nuevas reglas interpretativas de la calidad de un artista y, por tanto, a la elaboración de un nuevo canon, pero no con carácter dogmático, sino de carácter fragmentario, temporal. Y es que la lección de los vencidos es que no existen verdades absolutas y que todo juicio humano viene teñido de parcialidad.

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