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Liberalismo y pragmatismo

The political economy os Econonomic Freedom

ALAN PEACOCK

Edward Elgar, Londres, 1997

324 págs.

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Sir Alan Peacock gusta de autodefinirse como «economista político», en el sentido de que se ocupa de cuestiones tanto teóricas como prácticas. Es un liberal enemigo de los ultraliberales, los dogmáticos que jamás se preocupan de cómo se liberaliza en el mundo concreto, y que siempre se refugian en principios generales que impiden formular diagnóstico alguno sobre la realidad. De ahí el interés de este libro, que reúne una veintena de trabajos agrupados en tres apartados: economía política, análisis y reformas.

En el primer apartado se incluyen ensayos sobre el liberalismo y sobre historia del pensamiento económico, una disciplina que el autor defiende como ingrediente básico del análisis económico. Su maestría a la hora de abordar estos problemas pueden verse en su libro anterior, del que existe una traducción española: Elección pública.Una perspectiva histórica (Alianza). Aunque las simpatías liberales de Peacock están fuera de toda duda, es de agradecer su permanente propensión (muy liberal, por otro lado) de procurar admitir y valorar lo mejor de las demás doctrinas –véase su matizada defensa de Keynes en el capítulo 8–.

Alan Peacock es una autoridad mundial en Hacienda Pública, y se nota. En la segunda parte del libro, dedicada al análisis, brillan algunas páginas sobre impuestos. Es muy aconsejable el capítulo 10, sobre la justificación de la progresividad tributaria.

En el tercer apartado ya vemos a Peacock metido en las reformas concretas. Sus relatos sobre las aventuras en las que se vio envuelto como asesor de diversos gobiernos e instituciones son ilustrativas para cualquier economista, interesantes para cualquier lector y plagados de un inteligente sentido del humor. Los interesados en financiación local y regional aprovecharán el capítulo 19 sobre el problema «autonómico» en Gran Bretaña, hoy de máxima actualidad tras las iniciativas descentralizadoras del Gobierno de Tony Blair. Otro aspecto de interés desde España son los trabajos de sir Alan relativos a los medios de comunicación. Fue la única época en la vida de Peacock en que fue tocado por la llama de la popularidad. A mediados de los años ochenta presidió la comisión que investigó la financiación de la BBC.

Los capítulos 20 y 21, que narran esa época verdaderamente vertiginosa para alguien que es básicamente un economista académico y profesional, y que desde luego jamás buscó convertirse en centro de la atención pública, son muy valiosos en sí mismos y quizá más desde el punto de vista del lector español. Por ejemplo, a la hora de hablar de las resistencias a la privatización de los medios de comunicación públicos, Peacock jamás habla de la politización de los mismos ni de su manipulación a cargo de las autoridades de turno y da por sentada su independencia, tradicional en Gran Bretaña. Aquí es cuando el lector hispano rompe a llorar al pensar en los manejos que nuestros gobernantes perpetran sobre los medios.

Lo que levanta el ánimo, en cambio, es ver al propio Peacock defender su labor como economista independiente de todo poder. Esta benéfica circunstancia queda bien reflejada en la caricatura que publicó en su día el Evening Standard, y que este libro trae con buen juicio a su portada. En una imitación del famoso dibujo del perro y el gramófono, de la RCA, aparece la cara de Margaret Thatcher al final de la bocina del gramófono. El perro tiene la cara de sir Alan Peacock, y lleva entre los dientes el informe sobre la BBC. La Thatcher, indignada, grita: «¡Peacock, no ha escuchado usted ni una palabra de lo que le he dicho!».

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Ficha técnica

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