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El liberalismo germinal

El liberalismo económico

VICTORIANO MARTÍN MARTÍN

Síntesis, Madrid, 346 págs.

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El lector que se acerque a este libro se sentirá defraudado si, guiado por su título, busca descubrir una historia del liberalismo económico al uso: esto es, comenzar por la Escuela de Economía Política Clásica y su tan manida máxima laissez-faire, laissez-passer, hacer un gran receso en el pensamiento intervencionista de Keynes para volver a retomar de nuevo la senda liberal de los autores clásicos de la mano del tan controvertido neoliberalismo. Aquí no hay nada de esto. El viaje que nos propone el profesor Martín es otro bien distinto, más alejado en el tiempo por cuanto termina allí donde el trayecto común comienza. Martín indaga en un tiempo en el que la economía no había alcanzado el status de ciencia y, como la ciencia política, convivía en estado embrionario con la teología o la filosofía moral. Quizá sea por esto que el concepto de liberalismo económico que aquí se rastrea esté tan enriquecido de otras ciencias y explica que, como hermanos de una misma madre, el liberalismo económico del que se habla sea inseparable del liberalismo político. Parte Victoriano Martín del liberalismo no doctrinario smithiano para extraer de él los atributos más señeros y, una vez en su poder, descubrir su génesis.

El profesor Martín comienza este rastreo de las ideas liberales en san Agustín. Su análisis de la naturaleza humana iba a constituir un primer esbozo en el diseño de ese animal imaginario que la ciencia económica utilizaría en sus experimentos más de mil años después: el homo oeconomicus. Observa cómo autores de muy diversa condición pergeñaron este modelo de la naturaleza humana, primero desprendiéndose del enfoque normativo, después asumiendo que aquellos rasgos pesimistas en el hombre podían llegar, si no a ser bellos, al menos civilizadores. En este punto donde –de forma reconocida-este libro bebe más de la obra de Hirschman, Las pasiones y los intereses, Nicolás Maquiavelo, Thomas Hobbes, Spinoza, Vico, Montesquieu, Hume o el mismo Smith forman parte de este nutrido grupo de autores que no vieron necesario cambiar la esencia del hombre para sacar de él un potencial constructivo. Hasta aquí el análisis se limita al aspecto metodológico y no tanto a descubrir la génesis propia del liberalismo, pues es en la forma concreta de encauzar esos instintos humanos en materia civilizadora cuando se descubre una bifurcación entre ideas liberales y otras más intervencionistas. Se trata de ver si el hombre únicamente guiado por su propio interés puede llegar a armonizar con sus congéneres para lograr la prosperidad pública o si, por el contrario, es necesario que la autoridad reconduzca a los hombres –en esencia maleables– hacia el bien común. La diferencia entre ambos caminos depende de los poderes que se arroga el gobernante. Estas dos tradiciones quedan reflejadas en el pensamiento de Vázquez de Menchaca, Locke, Montesquieu, Hume y, por supuesto, Smith, por la parte liberal, y en Maquiavelo, Hobbes, D'Holbach, Helvetius y, aunque con reservas, en el doctor Mandeville por la vertiente más intervencionista.

Si el influjo de Hirschman a lo largo de este libro se deja sentir en la construcción paulatina del homo oeconomicus, no lo es menos la aportación hayekiana. Victoriano Martín adopta su idea del origen espontáneo de las instituciones como rasgo distintivo del atípico liberalismo económico que este libro explora. Y así recoge las dos tradiciones liberales definidas por Hayek en Los fundamentos de la libertad: la racionalista continental, por un lado, y la empírica, carente de sistema e inglesa, por el otro. Victoriano Martín demuestra que la división no coincide exactamente con los límites geográficos. Spinoza, Vico, Montesquieu son autores menos conocidos de este último liberalismo alejado de la razón y raras veces aparecen junto a nombres más sonados como Hume, Smith o Ferguson. De la misma forma, Hobbes, inglés de nacimiento, es insertado en la tradición racionalista en la medida que concibe las instituciones como producto de la acción deliberada de los individuos.

Párrafo aparte merece el estudio de los autores españoles aquí presentes. La aportación hispana a la construcción de una historia del liberalismo no se limita a buscar en segundos nombres elípticos de economistas pasados como sucede con la parodiada «Y» de Edgeworth. Los cuatro autores españoles que aquí se estudian –Fernando Vázquez de Menchaca, Francisco de Vitoria, fray Luis de León y Juan de Mariana– merecen sin reservas un puesto destacado en este viaje hacia los orígenes del liberalismo y uno de los mayores aciertos del libro de Victoriano Martín es precisamente incorporarlos a la misma altura que grandes gigantes del pensamiento político, como Maquiavelo, Locke o Hobbes.

Cuando estudiamos, nos enseñaron a idolatrar la figura de Adam Smith, aquel hombre que fue capaz de conferir al estudio de la economía la suficiente enjundia para convertirla definitivamente en ciencia autónoma. Lejos de menoscabar la decisiva aportación del autor escocés, este libro nos muestra cómo la hazaña de Smith no fue en solitario, sino que heredó de la filosofía moral, la teoría política e incluso la teología los elementos necesarios para esta acción tan decisiva. En este caso la mano visible del profesor Martín ha sabido con certeza desbrozar la espesa selva del pensamiento presmithiano y tomar de ella aquella simiente que iba a germinar en los economistas políticos clásicos. Es bueno y oportuno que este libro recupere este saber porque, al contrario de la frase con la que concluye Keynes su Teoría general, muchos de los economistas que hoy mal llamamos liberales, no son, para su desgracia y la nuestra, en absoluto ni esclavos ni herederos de aquellos autores del pasado.

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Ficha técnica

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