Las civilizaciones del profesor Huntington
Cualquier lector de Borges lo sabe: los libros, las bibliotecas, son lugares peligrosos y enigmáticos. Mientras curioseamos los estantes de una librería podemos toparnos, entre Albert Camus y Javier Muguerza, con José María Carrascal. Tal vez un acontecimiento similar inspiró en el fondo a Sartre, Kierkegaard o Unamuno. Y es que prestamos poca atención a la aventurera labor de archiveros, bibliotecarios, cartógrafos, «politólogos comparativistas» (¡dios, qué nombre!) y, en general, a los esfuerzos de todos aquellos que tratan de ordenar universos caóticos y darles cierta forma. Acaso sólo descubrimos su importancia al ser sorprendidos por alguna de las grietas que surgen del delirio clasificatorio. Puesto que Samuel Huntington parece empeñado en un intento similar, bueno es que empecemos reconociendo la