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La complejidad de la naturaleza humana

¿QUIÉN TEME A LA NATURALEZA HUMANA?

Laureano Castro Nogueira, Luis Castro Nogueira, Miguel Ángel Castro Nogueira

Tecnos, Madrid

550 pp.

30 €

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La Real Academia Española define tratado, en lo que aquí nos concierne, como: «Escrito o discurso de una materia determinada», mientras que por ensayo se entiende: «Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito». Me inclino a pensar que la obra de los hermanos Castro Nogueira, sin ser ninguna de ellas, goza, en cambio, de alguna de sus características. Los autores abogan por una reconsideración de las ciencias sociales y las humanidades (ciencias humanas a partir de ahora) a la luz, no exclusiva, de la biología y la psicología, lo que los lleva a una reconsideración crítica de aquéllas. Por ello no puede considerarse la obra como un tratado, porque no se trata del estudio programático de una ciencia al uso, de su estado actual. Más bien la obra constituye, como digo, una larga disquisición crítica pre-tratado que aboga por unas ciencias humanas bajo una perspectiva diferente a la concepción tradicional, una suerte de concepción ampliada. Comoquiera, entonces, que la obra es tanto una crítica polifacética al programa estándar de las ciencias humanas como una invitación a la construcción de una concepción ampliada, deberíamos considerarla como un ensayo. Pero esto tampoco es totalmente cierto, porque no podemos decir que la obra carezca de erudición. Todo lo contrario, no hay contención alguna de la misma o, mejor dicho, la erudición tiene una presencia importante y creciente conforme avanzamos en la lectura.

De hecho –tercera definición–, el término erudición tiene dos acepciones que son particularmente apropiadas para describir la obra, a saber: «Instrucción en varias ciencias, artes y otros materiales» y «lectura varia, docta y bien aprovechada». Pues bien, la obra hace gala de erudición porque es capaz de combinar, en efecto, muchos materiales y aprovecharlos en docta forma. Así, nos encontramos con fundamentos y aplicaciones de evolución biológica y psicología evolutiva en la primera y segunda partes. La tercera representa, como los autores manifiestan, el desafío naturalista a las ciencias sociales. Y la cuarta, por último, dentro de la mejor tradición del pensamiento filosófico de reinterpretarse continuamente, lleva a cabo una reconsideración del mismo bajo la perspectiva del ser humano evolucionado desde el mundo animal y que ha desarrollado un cosmos particular desde donde se plantea cuestionamientos fundamentales. La erudición se consigue gracias a la particular idiosincrasia y formación de esta familia de ilustrados bien avenidos intelectualmente que son los hermanos Castro Nogueira. Por tanto, el lector interesado en su lectura debe saber que va a encontrarse con una obra genuina y, desde luego, singular en el panorama intelectual de nuestro país, a saber: un ensayo erudito que plantea la necesidad de ampliar y reconsiderar las ciencias humanas a la luz de los avances en el conocimiento científico de nuestra naturaleza. El éxito de la obra va a radicar en la capacidad de los autores de mostrar que las cuatro partes anteriormente mencionadas muestran una ilación, que el texto muestra una trabazón razonable. Pero, ¿cuáles son esas partes y qué monedas de cambio hacen factible el común entendimiento entre ellas?

En la relativamente breve introducción, que puede tomarse como un resumen extenso de la obra, los autores sientan las bases sobre las que han construido todo el texto. En cierto modo, constituye el elemento clave, la moneda de cambio que permite llevar la linterna del entendimiento a lo largo del resto de la obra. Es una introducción de posicionamiento, al que sin duda los autores han llegado tras una larga discusión. Y lo hacen de una forma rabiosamente integradora y, sorprendentemente, antirreduccionista. Hoy más que nunca la biología evolucionista, la psicología, las ciencias cognitivas, las neurociencias, o las ciencias de la computación, aportan una dimensión de comprensión con base empírica sobre la naturaleza del ser humano y sientan las bases para lo que los autores denominan el programa naturalista para las ciencias humanas. Tal programa, en efecto, no puede ser tachado en modo alguno de cientificismo o de reduccionismo, por dos razones. Primera, porque los autores son claramente conscientes desde el primer momento de los peligros que acarrean las simplificadoras explicaciones de los fenómenos complejos en términos de sus unidades componentes. No podemos predecir el despliegue que constituye el ser humano haciendo caso omiso de lo social. El ser humano lo es en tanto que ser de un entramado social. Lo social tiene una presencia fundamental, un efecto moldeador, conformador del ser, de forma tal que en buena medida llegamos a la singularización o unicidad de cada experimento vital particular que constituye cada ser humano por medio de la citada socialización. El ser humano lo es en tanto que ente desarrollado en una trama sociocultural.

Y, en segundo lugar, la apuesta de los hermanos Castro Nogueira es de una integración dinámica, donde el binomio naturaleza-cultura no es, simplemente, la combinación inmiscible de dos factores. Como muchas otras cuestiones que están a la orden del día en la investigación actual, el ser humano es un fenómeno complejo, y la comprensión de su complejidad debe venir como consecuencia de la puesta en escena, de la aparición, y sus causas, de aquellos procesos que han acontecido en la evolución de la historia de la vida en nuestro planeta. La interacción dinámica entre componentes biológicos y sociales conforma el ser humano, lo identifica, lo singulariza o, en una palabra, le da unicidad, como comentaba anteriormente. Pero, ¿de dónde surgen tales componentes? ¿Fueron antes los biológicos o los culturales, o son simultáneos? La interacción dinámica de las naturalezas biológica y cultural conduce, necesariamente, a que formulemos la cuestión sobre el origen de las mismas en algún momento de la historia pasada, cuando nuestra especie aún no existía, y donde probablemente los componentes o factores sociales y/o culturales de aquellas especies a partir de las cuales hemos evolucionado eran escasos o, simplemente, inexistentes. Por lo tanto, ¿de dónde procede la cultura? ¿Cómo se hace presente, emerge, se materializa? ¿Qué papel desempeña la naturaleza biológica previa en la emergencia de lo sociocultural? La teorización que demandan los hermanos Castro Nogueira es tal que va más allá de la propia naturaleza biológica o social del ser humano. Es una teorización diacrónica que se pregunta por la emergencia de componentes fundamentales de nuestra propia naturaleza biosociocultural, clave, por consiguiente, para entender, a su vez, la teorización sincrónica del ser humano que se hace en una sociedad. Difícilmente podríamos pensar que tales planteamientos tienen viso alguno de ser reduccionistas.

La primera parte del texto repasa el panorama de la investigación empírica y de reflexión que ha supuesto la teoría de la evolución biológica que, a modo de carga de profundidad sistemática, ha ido argumentando sin prisa pero sin pausa en contra de la teorización social abiológica. Los propios autores no dejan de ser críticos en todo momento y advierten de los peligros de las explicaciones reduccionistas, e insuficientes, que han aparecido en tal recorrido y, en todo caso, las diferentes teorías de corte biológico-psicológico que no han soportado el peso de la evidencia empírica. Pero este es el proceder habitual en ciencia. El relato, a veces detallado, de las principales teorizaciones biopsicológicas sobre la naturaleza humana, junto a la necesidad de reconsiderar la investigación de lo social-humano como ajeno, por innecesario, a cualquier naturaleza biológica, es la fuerza motriz que empuja a los autores a plantear una teorización integradora de la naturaleza biológica y social de lo humano en sus contextos diacrónico (filogenético) y sincrónico (ontogenético y social).

El contexto diacrónico-filogenético lleva a los autores a una propuesta de gran envergadura que, obviamente, se supone que es la clave de la explicación de un asunto de tan singular importancia como el de que los humanos actuales tengamos capacidad para valorar y dictaminar sobre la bondad o maldad de los hechos o las acciones. Lo social se consolida en la evolución humana porque ha habido una cierta ventaja en el comportamiento o aprendizaje de acciones o cosas que son valoradas (aprobadas o reprobadas) por los otros (progenitores y/o resto del conjunto social). Este modelo de aprendizaje assessor es el punto de arranque para formular su fundamental tesis de integración diacrónica. En efecto, comentan los autores que el citado aprendizaje es un mecanismo psicobiológico, aparecido en la filogenia, y que consiste en un sistema de categorización valorativa que, a su vez, está montado sobre un sustrato neurobiológico más antiguo implicado en las sensaciones de placer y displacer. Es importante que el lector tenga en consideración las siguientes observaciones para hacerse una idea del alcance de la propuesta:

a) Existen otras formas de aprendizaje. Por ejemplo, el individual, basado en el acierto y el error, o el social, que recurre a la imitación. Existen más. La particularidad del aprendizaje assessor consiste en el hecho de la aprobación o reprobación parental o realizada por otros miembros de la comunidad.
b) Todos ellos, incluido el aprendizaje assessor, tienen una relación indirecta con la selección natural. La mayor o menor eficacia biológica asociada a individuos en poblaciones donde aparecen tales prácticas de aprendizaje supone, o debe suponer, un incremento de las mismas si finalmente han evolucionado. De lo contrario no las detectaríamos.
c) El que el aprendizaje, bajo las modalidades comentadas, haya evolucionado en determinadas especies es producto de pasos previos en la evolución del cerebro. Esta circunstancia es importante porque ayuda a entender que la historia previa, la aparición de determinadas características, condiciona en buena medida el espectro de las que puedan aparecer en un futuro.
d) Sigue siendo muy importante averiguar, por otro lado, por qué han evolucionado unas formas de aprendizaje en unas especies y no en otras, por qué algunas disponen de más de una y por qué el aprendizaje assessor no parece estar presente en especies filogenéticamente próximas a la nuestra.

Los hermanos Castro Nogueira sugieren que la especie humana, y otras especies de primates, han evolucionado con un aprendizaje social basado en la imitación, pero la humana, además, ha desarrollado también el aprendizaje social assessor. A los homínidos con ambas capacidades los denominan Homo suadens, y es esa forma combinada la que ha posibilitado el desarrollo de una herencia cultural más eficiente y adaptativa que la que se observa en otras sociedades animales. Las consideraciones a favor y en contra de tal propuesta son desarrolladas de forma prolija en la segunda parte (capítulos 6 al 8). Es importante recalcar cómo la carga emocional asociada al aprendizaje assessor tiene una presencia fundamental en la evolución humana y en la construcción del entramado social. Categorías como lo verdadero, lo bueno o lo bello se cargan de valor emocional y sentimos placer o displacer cuando las ejecutamos o faltamos a ellas, respectivamente. El alcance filosófico de la propuesta del Homo suadens no puede escapársenos porque, tal y como comentan los autores, y están en lo cierto, tiene implicaciones en debates tan relevantes como el origen de la cooperación, el lenguaje, la autoconciencia, la capacidad ética o la inteligencia.

El enfoque diacrónico-evolucionista que supone el recurso al Homo suadens permite a los hermanos Castro Nogueria, en la tercera parte (capítulos 9-13), reconsiderar las tesis fundamentales del programa o modelo estándar de las ciencias humanas. En esencia, se supera, a su juicio, esa polarización irresuelta donde nunca ha quedado del todo claro el papel relativo que lo social tiene frente a lo individual a la hora de dar cuenta de la heterogeneidad social y su dinámica espaciotemporal. Porque si bien es cierta la capacidad que lo social tiene como superestructura para promover homogeneización, uniformización, de las conductas y, por ende, estabilidad social (habitus), también lo es que se necesita de algo más para dar cuenta de la aparición de procesos microsociales que en modo alguno se ajustan a la norma que impone el habitus. Se trata de conductas o aprendizajes que no se explican en la homogeneización social a lo Durkheim, al tomarse como desviadas o necesariamente reajustables (lo social impone normas de obligado cumplimiento), pero que en realidad en modo alguno pueden considerarse o tomarse sistemáticamente como antisociales. Todo lo contrario, son la base o constituyen el germen, muchas veces, de novedades culturales o cambios ideológicos importantes. El aprendizaje assessor puede estar en la base de la explicación integradora de la dinámica de la cultura y la sociedad a partir de un entramado interactivo biopsicosocial.

La cuarta parte del texto (capítulos 14-23) consiste en un extenso e intenso ejercicio de metafísica bajo la impronta conceptual del Homo suadens. Cabe la consideración sobre la necesidad de un tal ejercicio si con las tres primeras partes ya disponemos de una tesis suficientemente explicitada. Mi impresión personal es la contraria. La obra, como comentaba al principio, no puede considerarse un tratado sino, en todo caso, un ensayo erudito. Si los autores hubieran seguido la línea de desarrollar en detalle el modelo de las ciencias humanas bajo la concepción del Homo suadens, yendo más allá de lo que han llevado a cabo en la parte tercera, a saber, una crítica del modelo estándar, ciertamente nos hubiéramos encontrado con un tratado en toda regla. De hecho, sería loable que trabajasen en esta dirección en un futuro. ¿Qué tratado sobre una ciencia, o disciplina, es ajeno a una destilación filosófica? La mecánica clásica, la relativista o la teoría de la evolución han dado lugar a todo un caudal de reflexiones que forman parte ineludible del pensamiento occidental. La metafísica del Homo suadens es un ejercicio necesario, es el tipo de reflexión que se espera cuando se ha pretendido formular un sistema o refundamentar las ciencias humanas. Hubiera sido más interesante hacerlo sobre la base de un tratado ya escrito pero, en cualquier caso, el ejercicio tiene lógica en sí mismo porque parte de un sustrato, de una tesis fundacional importante suficientemente formulada: el aprendizaje assessor, su origen, evolución y alcance. Como corresponde a toda metafísica, la que aquí se desarrolla es una reinterpretación de sistemas filosóficos previos, especialmente aquellos de base conceptual que tratan de desarrollar una visión racionalmente coherente del todo. La propuesta metafísica que sostienen los hermanos Castro Nogueira se basa no tanto en el interés intelectual por lograr tal coherencia, como por el sentimiento de tranquilidad interior, de paz, de sosiego al que los humanos pueden aspirar por disponer de un universo propio, una burbuja particular emergida en una comunidad que ha evolucionado y desde donde todo tiene o cobra sentido. El Homo suadens ha desarrollado micromundos sociales con una fuerte carga emocional donde lo bueno o lo malo está en la base misma del propio aprendizaje assessor y donde, por tanto, la catalogación de los hechos y las acciones en cada uno de ellos pueden comportar valoraciones diferentes. Cabe la pregunta sobre la irreductibilidad entre burbujas o en qué medida existe algún aprendizaje assessor que permite o cualifica a algunos para dar el salto entre micromundos. De hecho, de ser así, probablemente estemos hablando de otra burbuja particular habitada por tan singulares seres.

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