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Tomates sin genes… músicas transgénicas

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Tomates sin genes

Si nos fiamos de los datos del Eurobarómetro, bastante más de la mitad de los europeos están convencidos de que los tomates tradicionales no tienen genes y de que los tomates transgénicos sí los tienen. La realidad es que si comemos una ensalada de tomates convencionales estamos comiendo unos treinta mil genes del genoma del tomate, más varias decenas de miles de los de las numerosas especies microbianas que viven felizmente en el fruto sin dañarlo y sin dañarnos, o dañándonos, cuando se trata de ciertas cepas de las bacterias Escherichia coli o de Salmonella. Esta supina ignorancia contrasta con las ya manidas y a menudo poco acertadas metáforas genéticas que han invadido nuestro lenguaje cotidiano hasta convertirse en una verdadera plaga. Comentaremos aquí algunos ejemplos.

El gen de…

Con frecuencia encontramos la atribución a un solo gen de características que en realidad dependen parcialmente de más de un gen y tienen un relevante componente exógeno y azaroso: gen de… la inteligencia, la felicidad, la infidelidad, la gordura, la pereza, la maldad, la pasión por los viajes… Esta moda proyecta la falsa idea de que en el genoma hay un gen para cada característica, lo que es la excepción y no la regla. Los principales responsables de esta disfunción lingüística son a menudo los propios científicos al titular sus trabajos, quienes utilizan el truco publicitario de referirse a un hallazgo concreto como «el gen de…» en lugar de «un gen de…»

Está o no está en el ADN

En los medios de comunicación nos encontramos con inusitada frecuencia el uso metafórico de la sigla ADN en relación con algún ente de razón, empresa, entidad, institución, etc. Frases como «el ADN de la democracia está en Atocha»; «el ADN de la venta es una reflexión sobre la compleja y apasionante tarea de la venta»; «el ADN de las empresas»; «las competiciones deportivas están en el ADN de Vallnord»; «el teatro de cámara debería estar en el ADN de las salas públicas»; «el ADN de la Sexta [la emisora de televisión» es la actualidad y la información»; o, como dijo recientemente un exministro, «la corrupción no está en el ADN del partido». Menos mal que los partidos no tienen ADN, porque si lo llegan a tener… La corrupción pertenece más bien al ámbito del libre albedrío. Si estuviera determinada genéticamente, por menos de medio millón de esos euros que con tanta diligencia se afanan, podrían clasificarse todos los militantes de un partido dado (no quiero especificar cuál) en «corruptos» y «no corruptos». Espero que esta moda de «está o no está en el ADN» pase pronto y que no recurramos a esta metáfora ni en los raros casos en que estaría bien empleada.

Libros transgénicos

En las propias páginas de esta revista, Jon Juaristi ha escrito el artículo «Norman Cohn y las raíces del milenarismo. Breve historia de un libro transgénico», en cuyo título introduce lo que se supone que es la primera aplicación del adjetivo «transgénico» a un libro: «Astor, en fin, se dio cuenta de que el libro de Cohn era un libro de una nueva especie, un libro transgénico (aunque sobra decir que no conocía siquiera la palabra, no inventada todavía). No sé si soy el primero que la aplica a un libro. Un organismo transgénico es el resultado de injertar en un organismo natural, biológico, otros organismos o partes de otros organismos (secuencias de ADN, por ejemplo) a fin de obtener un organismo nuevo, no existente en la naturaleza».

No sé dónde ha obtenido Juaristi la definición de transgénico, pero es claramente inapropiada, ya que, entre otras varias razones, según ella una planta injertada sería transgénica (no se la considera así) y una planta con un gen propio modificado no lo sería (sí lo es, técnica y legalmente). Tampoco un organismo transgénico tiene por qué ser más nuevo que una nueva variedad de garbanzo obtenida por los métodos tradicionales. Remito a Juaristi a la definición de la Real Academia, que, a diferencia de muchas otras de sus definiciones científicas, es correcta: «1. adj. Biol. Dicho de un organismo vivo: Que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos para lograr nuevas propiedades».

Todos los libros serían transgénicos en cuanto que contienen ideas, palabras y frases procedentes de otros libros, ya sea por aquello de la intertextualidad o por aquello del plagio más o menos encubierto.

Músicas transgénicas

Basta consultar la Red para comprobar que hay múltiples entradas relativas a «músicas transgénicas», e incluso podemos escucharlas en YouTube, lo que permite comprobar que la literatura va por detrás de la música en cuanto a producción declaradamente transgénica. Cito una cualquiera de las entradas:

«A la técnica empleada se le llama “modificación musical” o “manipulación musical”. Los dos términos significan lo mismo: el traslado de melodías, generalmente de un estilo a otro, de un intérprete a otro, de una época a otra, etc. La ingeniería musical llega camuflada con el nombre de “cover” o “versión cover”. También podemos llamarlas canciones Frankenstein, porque son canciones mutantes, que no podrían haber existido de no mediar la acción del hombre. Las canciones “transgénicas” obedecen a una antigua ley:
“Si todo está inventado, basta con copiar con gusto”». Según estas ideas, la Rapsodia sobre un tema de Paganini compuesta por Rajmáninov, un conjunto de veinticuatro variaciones sobre el Capricho núm. 24 para violín solo de Niccolò Paganini, y tantas otras famosas variaciones no serían sino música transgénica. Por otra parte, Frankenstein jamás se generaría por simple mutación.

En la misma fuente anterior se lee: «Existen canciones con tolerancia a la copia, resistentes a las críticas, con capacidad para prolongar infinitamente su período de vida y con genes que retardan su éxito. Afortunadamente, la industria musical ejerce presión para difundir las canciones estériles, las que contienen el “gen Terminator”, que asegura que la canción no se va a reproducir». Como puede verse, la terminología genética está saliéndose turbulentamente de su cauce.

Génesis, una obra de arte transgénica

Eduardo Kac da cuenta de la potencia transversal de lo transgénico con las siguientes palabras: «Génesis (1998/1999) es una obra de arte transgenética que explora la intrincada relación entre la biología, los sistemas de creencia, la tecnología de la información, la interacción dialógica, ética e Internet. Fue comisionada por Ars Electronica 99 y presentada online en O.K. Center for Contemporary Art en Linz, del 4 al 19 de septiembre de 1999. El elemento clave de este trabajo es un “gen artístico” [sic]; es decir, un gen sintético que inventé y que no existe en la naturaleza. Este gen fue creado traduciendo una frase del Libro bíblico del Génesis en código Morse, y convirtiendo el código Morse en una base de pares de ADN siguiendo un principio de conversión especialmente desarrollado para la ocasión. El texto [codificado] dice: “Que el hombre tenga dominio sobre los peces del mar, sobre los pájaros del aire y sobre todo ser viviente en esta tierra”. Esta frase fue elegida por las implicaciones que tiene con la idea dudosa (sancionada por la divinidad) de la supremacía de la humanidad sobre la naturaleza. Elegí el código Morse porque, habiendo sido en un principio utilizado por la radiotelegrafía, representa la aurora de la era de la información, la génesis de la comunicación global».

Yo me quedo sin palabras para comentar este delirio, pero ustedes, mis apreciados lectores, pueden ver las imágenes en Internet.

Conclusión

Procuren informarse bien antes de usar metáforas genéticas. No tengan miedo de consumir alimentos con genes, sean transgénicos o no, y recuerden el siguiente refrán: «Desgraciado el gen que entre por boca de cristiano».

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Ficha técnica

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