El último libro del profesor José Manuel Cuenca Toribio sobre El marxismo en la cultura española del siglo XX, si se nos permite, admite dos lecturas. Una, en la mejor tradición de un género poco frecuentado entre nosotros y de acreditado arraigo en las letras británicas, lo inscribiría en la literatura de ficción de tema universitario, una humorada al estilo de los hilarantes libros de David Lodge, con su tropel de personajes estrafalarios y anécdotas inverosímiles. El lenguaje, de un barroquismo desatado, apuntaría en esta dirección («la España hodierna», «descalificaciones eutrapélicas», «el azimut de la contemporaneidad», etc.). ¿Cómo interpretar, en otro caso, el argumento según el cual el marxismo pervivió en el Madrid de la posguerra no sólo entre sus seguidores socialistas y comunistas, sino en el «think-tank del franquismo puro y duro», el Instituto de Estudios Políticos, puesto en manos desde 1939 de intelectuales «veteados de liberalismo y respetuosos» con los errores del pasado?