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Solución desesperada: la investigación salvada por la Mafia

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Asisto a la divertida presentación por El Gran Wyoming de Un gen fuera de la ley (Madrid, Turpial, 2015), novela con la que Isabel Fuentes (Bilbao, 1971) añade un nuevo título al subgénero del thriller biotecnológico, ya comentado en este blog, y hace además algo que tal vez no se proponía: ofrecer una salida desesperada a la agonizante investigación española.

Cuando, en el pasado siglo, Ramón y Cajal dijo aquello de «investigar en España es llorar», no creo que pudiera imaginar que la investigación española pudiera volver en este siglo a una situación similar a la que generó dicha opinión. Fuentes recoge esta situación con soltura y humor al narrarnos la historia de Celia Fernández, una genética que, tras una estancia posdoctoral en Estados Unidos y una oposición fallida, se ve en el paro como investigadora y encuentra acomodo en los servicios forenses de la policía, en los que, como sabemos, el lenguaje del ADN está a la orden del día. En este empleo practica subrepticiamente su irrenunciable vocación investigadora y llega a hacer un importante descubrimiento científico que es aceptado como artículo de portada nada menos que en la revista Science. Este hallazgo le abre las puertas de un importante laboratorio en Estados Unidos, pero ella preferiría no volver a expatriarse. Acaba solucionando su problema gracias a un secreto, descubierto en el curso de su trabajo forense, que le permite extorsionar a un gran capo mafioso para que le financie su investigación en España.

En contra de las mentiras flagrantes de los responsables políticos de nuestra investigación, el sistema científico en España está agonizante. Cuando, ya jubilado, visito algún centro de investigación, constato que prácticamente han desaparecido los jóvenes y que los grupos de investigación han visto reducida su plantilla y cercenados sus presupuestos hasta la casi inoperancia. Los que han parado el tren en marcha van a los actos públicos con un discurso triunfalista que incluye perlas respecto a cómo nuestra posición cuantitativa va para arriba, y no digamos en lo que se refiere a la calidad de la producción, ocultando que tanto las convocatorias de proyectos como sus resoluciones se retrasan meses e incluso años, y que el dinero disponible por investigador se ha reducido hasta el punto de que es imposible cubrir los gastos básicos de funcionamiento de las instalaciones. Por inercia, el sistema seguirá produciendo durante un corto período, pero el daño producido tardará décadas en ser reparado. Como en el caso de las estadísticas de empleo ya denunciadas en este blog, que falsamente contabilizan como empleados a personas con un contrato de dos horas diarias y camuflan así la incesante caída del número de jornadas completas trabajadas, con respecto a los datos de investigación se camufla su imparable caída aludiendo a la moderada reducción del número de proyectos y ocultando que lo financiado por proyecto se ha reducido mortalmente, o sumando el dinero de la subvención al de unos créditos que ningún investigador público puede asumir.

A esta situación se suma el hecho de que a los investigadores se les trata cada vez de una forma más impersonal e incluso vejatoria. Vean si no la noticia de que a más de un investigador de reputación internacional le han negado la financiación porque en su solicitud el currículo no cumplía con no sé qué norma o porque le faltaba cualquier detalle subsanable, de modo que un investigador se encuentra con que le deniegan la financiación por un mero defecto accesorio que nada tiene que ver con sus méritos o con la calidad del proyecto. Estos investigadores, desdeñados en nuestro sistema, resulta que sí tienen éxito en las convocatorias internacionales más restringidas. Es notorio que el formato del currículo en línea que se exige para cada convocatoria es distinto y que ninguno de los cada vez más barrocos formatos es amigable con quien los tiene que rellenar. El trato y los comunicados que el investigador recibe de la Administración son conminatorios e innecesariamente agresivos, mientras al público se le cuentan cuentos de hadas. Durante años, la ciencia recibía apoyo moral pero no material; luego, por un breve tiempo, recibió ambos tipos de apoyo, y, en la actualidad, no recibe ni uno ni otro.

Ante este panorama irrespirable, la novela de Isabel Fuentes ofrece una luz de esperanza al mostrar cómo un investigador desesperado puede buscar una solución fuera de la Administración extorsionando a la Mafia. Acabo de leer en el periódico de hoy sobre casos de delincuencia y corrupción en casi todos los rincones de nuestro país. Váyase, por  ejemplo, el cuitado investigador al polígono Cobo-Calleja, seleccione unas naves sospechosas, encuentre pruebas de delito, no denuncie y use lo que sabe para extraer por chantaje al capo responsable una holgada financiación para sus investigaciones. ¿No dicen que hay que fomentar la financiación privada del I+D? Se  sabe que delincuentes como Gao Ping o Juan Antonio Roca fueron mecenas del arte.

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Ficha técnica

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