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Ramanujan como sujeto dramático

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Acabo de leer El contable hindú, de David Leavitt (Barcelona, Anagrama, 2011). El título alude al matemático indio Srinivasa Ramanujan (1887-1920), cuya biografía leí con viva emoción hace ya un cuarto de siglo. En The Man Who Knew Infinity. A Life of the Genius Ramanujan (Nueva York, Scribner, 1991), Robert Kanigel trazaba de un modo minucioso la fascinante historia de cómo un joven indio pobre y autodidacta, que había fracasado en sus intentos por obtener un grado universitario porque siempre acababa desentendiéndose de todo lo que no fuera matemática, llega a hacer descubrimientos importantes en dicha materia, de muchos de los cuales ignoraba que ya habían sido hechos por otros autores.

En un momento dado, Ramanujan envía una descripción de algunos de sus hallazgos a varios matemáticos famosos quienes, en general, los desdeñan, salvo en el caso de G. H. Hardy en Cambridge, quien, a punto de descartar la misiva del indio, cree ver algo original en alguna de las fórmulas y decide consultar con su colega y colaborador John Edensor Littlewood. Las personales notaciones de Ramanujan, que parece ignorar las convenciones de la especialidad, hacen difícil el examen que llevan a cabo los dos ingleses, pero al final concluyen que entre lo enviado por el indio hay aportaciones muy originales mezcladas con «redescubrimientos» increíbles y elementos probablemente erróneos.

Kanigel cuenta cómo Hardy y Littlewood logran traer a Ramanujan a Cambridge y cómo éste sufrirá con el clima, con la dieta, con la enfermedad y con la dificultad de congeniar con Hardy, más allá de las matemáticas, que sí resultan ser un fructífero punto de encuentro durante varios años de intensa colaboración. Hardy y Littlewood intentan enseñarle con dificultad los modos occidentales de la demostración y de la escritura matemática, y Hardy llega a publicar conjuntamente con él una larga serie de trabajos de gran relevancia. Ramanujan sostendrá en todo momento que la inspiración matemática le viene en sueños directamente de la diosa Namagiri. En la biografía, el clima intelectual del Cambridge de principios del siglo XX está descrito de forma sucinta.

David Leavitt parte de la biografía para crear una obra de ficción en la que los personajes principales y la mayoría de los secundarios retienen sus nombres e identidades verdaderas y viven sus aventuras en esencia tal como sucedieron. Los sesgos personales que introduce con respecto a la biografía consisten en dar un mayor desarrollo a la figura de Hardy y reconstruir con detalle el ambiente intelectual y científico del Cambridge de principios del pasado siglo, con especial énfasis en la sociedad secreta (hoy ya no tanto) de «Los Apóstoles de Cambridge». Como novelista, Leavitt se adentra en el interior de los personajes e inventa para ellos pensamientos, afectos y anécdotas ficticias que tratan de dar vida a la acción y de hacer la narración más atractiva.

Por mucho que se extienda el autor en el ámbito de «Los Apóstoles» –entre los que, aparte de Hardy y Littlewood, destacan personajes como Bertrand Russell, John Maynard Keynes, Ludwig Wittgenstein o G. E. Moore, junto a los famosos espías y a muchos de los que formarían el grupo de Bloomsbury–, la figura de Ramanujan supera a todos ellos en interés y misterio, y es precisamente frente a ella donde se queda más corto como narrador. Parece como si la asombrosa personalidad del indio le dejara sin recursos, mientras que el ambiente gay y platónico de «Los Apóstoles» le ofrece justamente un territorio por el que ya ha transitado brillantemente en sus anteriores novelas. En una escala de 0 a 100 del puro talento matemático, Hardy se asignaba 25 puntos, a Littlewood le adjudicaba 30, a Hilbert 80 y a Ramanujan 100. Es difícil de novelar un fenómeno de esas dimensiones.

Los problemas de servirse de personajes reales como protagonistas de novelas, con historias bien documentadas por otros, van del peligro de plagio a la violación gratuita de la intimidad y al falseamiento de ésta. No creo, por ejemplo, que describiendo detalladamente supuestos encuentros homoeróticos de Hardy se añada nada sustancial a su figura. A principios de los años noventa del pasado siglo, Leavitt ya tuvo un fuerte encontronazo en los tribunales a propósito de su novela While England sleeps, que hubo de ser retirada por plagiar la autobiografía del poeta inglés Stephen Spender, World Within World, en la que describe cómo su amante masculino se enrola en las Brigadas Internacionales para luchar en nuestra Guerra Civil después de que él se casara con Inez Pearn. Leavitt toma casi literalmente treinta páginas del libro de Spender y les añade la salsa rosa de varias escenas explicitas de erotismo homosexual, que Spender había eludido por razones tanto legales como estéticas, según explicó en un artículo que publicó en The New York Times. La homosexualidad era delito en Inglaterra cuando Spender escribió su libro, en 1951, y no lo era cuando salió el de Leavitt.

La novela de Leavitt no es el único caso en que Ramanujan ha irrumpido como sujeto dramático, ya que se han representado al menos dos obras de teatro que exploran la relación disfuncional entre Ramanujan y Hardy, se han emitido en televisión documentales sobre él y está a punto de distribuirse una película, basada en la biografía de Kanigel y dirigida por Matt Brown, en la que Jeremy Irons interpreta el papel de Hardy y Dev Patel el de Ramanujan. Estoy deseando verla.

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