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Novela algo más que negra

Linda 67: Historia de un crimen

FERNANDO DEL PASO

Plaza & Janes, Barcelona, 1996

357 págs.

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Con una obra literaria larga y premiada a sus espaldas, de la que cabe destacar las novelas José Trigo (1966), Palinuro de México (1976) y Noticias del Imperio (1987), Fernando del Paso (México, 1935) se acerca por primera vez en esta Linda 67: Historia de un crimen a uno de los subgéneros narrativos de más éxito y que, gracias a maestros como Raymond Chandler o Dashiel Hammet, mejor ha eliminado las fronteras con la llamada por algunos literatura seria.

El argumento (el asesinato por motivos económicos de una mujer por su marido) puede resumirse más o menos así: David Sorensen, el protagonista y homicida, es uno de esos seres que nunca encuentran su lugar en el mundo. De un lado, está su origen confuso, su falta de una filiación cultural o sentimental con una patria determinada. Hijo de diplomático mexicano pero con apellido danés y nacido en Europa, no puede sentirse identificado ni con su país de origen ni con los Estados Unidos, que es donde vive. En un plano más material pero igual de determinante, está su desclasamiento, la no correspondencia entre la clase alta a la que por derecho cree pertenecer, con la que ha podido educarse gracias a la profesión de su padre, y su verdadera condición de hijo de altos funcionarios sin fortuna. Instalado en San Francisco y casado con una rica heredera tejana, su educación cosmopolita le ayuda a ascender en el complejo mundo, provinciano y despiadado, en el que debe moverse, pero en cierto modo no será una ascensión real. Gustará su halo europeo, su perfecto acento inglés, pero por buena parte de los norteamericanos que le tratan lo que hay es una infinita desconfianza hacia él; en el fondo, Sorensen no deja de ser un objeto decorativo del que en cualquier momento se puede prescindir. Naturalmente, él es consciente de ello y esto introduce nuevos elementos de tensión en su personalidad inestable y ambigua. A su natural frío y calculador, que le hace estar secretamente dispuesto a cualquier cosa con tal de mantenerse en el lugar que ha alcanzado, se une la sumisión más absoluta en lo externo, capaz de tragarse sin rechistar las humillaciones que en ese mundo le infligen. Por eso, cuando su mujer, el arquetipo de rica norteamericana frívola y caprichosa, acostumbrada a dar órdenes y a que el mundo gire a su alrededor, capaz de actuar sin un resquicio de piedad en el momento en que su pasión se apaga, decide divorciarse de él, a él no se le ocurre otro modo de conservar su estatus que asesinarla, simular su secuestro y pedir a su padre un rescate que le permita instalarse en México con su amante mexicana. La ejecución del plan sale en principio de acuerdo a lo planeado pero en el camino empiezan a surgir inconvenientes (un chantajeador, primero, un detective obcecado más allá de lo razonable y su propio afán por dejarlo todo tan atado que en determinado momento puede ir en su contra, al final) que irán conduciendo la historia, como en las mejores novelas del género negro, muy lejos de las previsiones iniciales.

Todo en Linda 67: Historia de un crimen se desarrolla conforme a las reglas clásicas del género. De novela negra clásica son el argumento, el universo siniestro al que remite, la ambientación en San Francisco y los personajes, la trama cuidadosamente montada, el retrato social que se desliza entre medias y muchos de sus rasgos estilísticos: la prosa pretendidamente desnuda, directa, o el uso constante de marcas (de ropa, de coches, de perfumes, de vino, de cosméticos…) en las descripciones. Fernando del Paso no pretende subvertir de ninguna manera el género o jugar literariamente con él. Respeta hasta su último convencionalismo y, sin embargo, tampoco se conforma con hacer simplemente un divertimento, no quiere escribir sólo una novela negra. Su apuesta es otra. Respeta todas las leyes del género, pero lo hace, diría, de una manera que se quiere más literaria, incorporando o llevando consigo buena parte de los rasgos o características que dominan su obra anterior.

Es ahí donde cabe señalar alguna deficiencia, pues si bien es cierto que ese propósito lo dota de una mayor densidad, lográndose de continuo páginas de una gran calidad literaria que leemos saboreando, olvidados de la trama pero sin entorpecerla, también lo es que en determinados momentos el ensamblaje entre las exigencias propias del género y dicha aportación se produce de forma menos afortunada. El lenguaje, que es austero y directo en el fraseo, a veces no lo es tanto en su configuración narrativa. Cae en ocasiones en un barroquismo excesivo (pienso en algunas descripciones, en los agotadores monólogos del chantajista o en el deambular borracho de Sorensen el día posterior al asesinato) y que puede ser el responsable, además, por la descompensación que introduce, de que la profundidad psicológica de algunos personajes no se perciba –o no tenga– toda la entidad que debería (pienso en la víctima, pienso también en el detective o, incluso, en el amigo y protector de Sorensen, Chuck), o de que las necesarias junturas de la trama salten a veces demasiado a la vista (pienso en la oportuna, por evidente, desaparición de Chuck mientras Sorensen trata con los relojeros suizos). Son aspectos, con todo, que por supuesto no descalifican una novela escrita con absoluto dominio del oficio y que en efecto logra ir algo más allá de envolvernos en un entramado argumental brillantemente contado.

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Ficha técnica

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